Horizontes de inversión

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Imagen de mohamed Hassan en Pixabay

Las revisiones de las estrategias de inversión deben tomar en cuenta las características de los individuos. Para los menores de 55 años, una corrección de precios es un bache más de los muchos que encontrarán en su camino hacia el retiro. Para los mayores de 55, buena parte del tiempo que les queda para invertir transcurrirá en un entorno de bajos retornos.


Cada vez que sucede una abrupta caída de un mercado accionario, como la sufrida por el estadounidense durante el mes de abril y el comienzo de mayo de 2022, es natural que los inversionistas, tanto empresariales como individuales, comiencen a cuestionar sus estrategias de inversión y a evaluar en qué medida sus metas financieras son alcanzables en un nuevo contexto económico.

Las respuestas de los agentes económicos estarán muy condicionadas por sus horizontes de inversión; es decir, el tiempo durante el cual planean mantener en ejecución una estrategia. Para los inversionistas institucionales esos horizontes tienden a ser fijos y utilizan los grandes movimientos de mercado para rebalancear las carteras: asumen pérdidas para reducir el pago de impuestos o venden títulos muy líquidos para responder a exigencias inesperadas de retiro de fondos o cobertura de colaterales.

Cuando un inversionista institucional diseña una cartera de inversión, tiene en mente un grupo de personas con diferencias sociodemográficas entre sí; por ejemplo, un fondo de pensiones invierte por igual para jóvenes y viejos. Pero cada más vez aparecen vehículos de inversión para grupos etarios específicos, que se conocen como target funds.

Luego de una gran corrección de los mercados financieros, las revisiones de las estrategias de inversión para las personas naturales obligan, como es de esperarse, a tomar en cuenta las características individuales de los inversionistas. En el caso de las personas menores de 55 años, una corrección de precios no es más que un bache de los muchos que encontrarán en su camino hacia el retiro, si es que los recursos están destinados a tal fin. En el caso de los mayores de 55, el horizonte de inversión es particularmente relevante, pues los cambios que experimentará la economía mundial harán que los precios sean volátiles; como esta no será una transición de corta duración, buena parte del tiempo que les queda para invertir transcurrirá en un entorno de bajos retornos.

En este momento está sucediendo un importante cambio en el paradigma económico que prevaleció en Estados Unidos desde la Gran Crisis Financiera de 2007-2009. El paradigma emergente postula que la oferta de bienes y servicios ha sufrido grandes daños, debido a disrupciones en la cadena de suministros, un mercado laboral muy restrictivo y una demanda de productos sobreestimulada. Para evitar que la inflación se vuelva endémica, la Reserva Federal debe aumentar las tasas de interés y reducir su tenencia de títulos del Tesoro y papeles hipotecarios.

El alza de las tasas de interés reduce los precios de bonos, acciones y viviendas. Quienes están más cerca del retiro deben manejar cuidadosamente la venta de títulos para fondear sus necesidades, pues podrían verse obligados a vender antes de que los precios de las acciones se recuperen. Los movimientos de las tasas de interés producen efectos encontrados: los títulos en cartera pierden valor con las alzas de las tasas, pero las nuevas inversiones pagan rendimientos mayores.

El telón inflacionario de este contexto económico eleva los costos de alimentos, transporte, salud y afines, y deja obsoletas las proyecciones de los gastos de retiro. Es poco lo que los mayores de 55 años pueden hacer en este contexto para protegerse de las caídas de precios y retornos de los activos financieros. Esto es aún más complejo para quienes invierten en Estados Unidos desde el tercer mundo; además, deben lidiar con el componente inflacionario en moneda local que se realimenta también de la inflación estadounidense.

Las recomendaciones típicas en las caídas generalizadas de los mercados financieros siguen más vigentes que nunca: no vender títulos mientras el mercado no muestre signos de detener su caída, redefinir las expectativas de fecha de retiro y la magnitud de los gastos y, sobre todo, no hacer inversiones especulativas para intentar mitigar las pérdidas.

Sin ánimos de ser pesimista, es inevitable recordar los versos del gran Rubén Darío: «Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar no lloro… y a veces lloro sin querer».


Carlos Jaramillo, director académico del IESA.

Este artículo ha sido publicado en alianza con Arca Análisis Económico.

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