El discurso de Jack Ma es una señal temprana del intento de la sociedad china de presentar una alternativa a la manera occidental de manejar las relaciones económicas: un sistema de calificación de la confiabilidad de los individuos, basado en información oculta detrás de miles de transacciones.
Carlos Jaramillo / 6 de noviembre de 2020
Hay acontecimientos reveladores, porque desnudan la manera de pensar de una sociedad y sintetizan un momento histórico. Tal fue el caso de la intervención de Jack Ma, fundador de Alibaba Group, en la segunda Cumbre del Bund en Shanghái el pasado sábado 24 de octubre.
Ma sostuvo que el Acuerdo de Basilea, el gran consenso de regulación financiera del G-20, era un esquema anticuado, más interesado en el control del riesgo de las instituciones financieras que en lograr el desarrollo; en particular, el de las nuevas generaciones y los mercados emergentes. Según el empresario chino, el sistema financiero debería apoyarse menos en los grandes bancos y más en un conjunto de «lagos, estanques, ríos y riachuelos» que lleven los recursos a todos los confines de la economía.
Esta es sin duda una manera bastante gráfica de señalar el reto de incorporar a la economía formal a 460 millones de chinos que carecen de historia crediticia. Los grandes bancos chinos, que son propiedad del Estado, concentran su atención en las grandes empresas públicas y privadas, y dejan al resto de los actores en manos de sistemas informales de préstamos y colocación de ahorros.
Un sistema basado en préstamos con garantías, sostiene Ma, funciona como una gran casa de empeño y no se adapta a la realidad histórica de la China contemporánea. Mediante grandes bases de datos es posible inferir los atributos crediticios de millones de individuos que podrían recibir no solo créditos sin garantías, sino también acceso a una enorme variedad de productos y servicios, que incluye compra de inmuebles, renta de vehículos y hasta alquiler de sombrillas.
Los especialistas en temas crediticios señalan que Sesame Credit, la calificadora crediticia del Ant Group, no ha dado aún muestra de ser una herramienta robusta para apoyar las mediciones de crédito del grupo financiero al que pertenece. Pero detrás de ella hay un gran sueño compartido con el Partido Comunista Chino (PCCh): crear una sociedad que administra sus incentivos con base en la confiabilidad de los individuos.
La crítica al Acuerdo de Basilea no debe considerarse el discurso delirante de un empresario ambicioso, sino un reflejo de una sociedad que se plantea la posibilidad de ser la alternativa para un conjunto de países que han dejado de ser hace mucho tiempo prioridad para Estados Unidos y la eurozona. Tras la promesa de aplicar nuevas tecnologías para resolver los viejos problemas de la intermediación financiera está la clara intención de desarrollar un modelo alterno de sociedad, cuya gran promesa es que se ocupará más del bienestar de los individuos y menos de la estabilidad de unas instituciones financieras que gracias a la tecnología financiera (fintech) se desdibujan cada vez más.
El discurso del PCCh en boca de Jack Ma, uno de sus miembros más destacados, al menos en el plano económico, da señales de que serán usadas todas las herramientas posibles para consolidar el bloque de influencia que China desarrollará en las próximas décadas.
Carlos Jaramillo, director académico del IESA.
Este artículo ha sido publicado en alianza con Arca Análisis Económico.