La carta de Larry Fink: paliativos a la crisis del financiamiento del retiro

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Imagen de Wilfried Pohnke en Pixabay

Los impactos sociales de una población que envejece son múltiples. Para enfrentar el reto del financiamiento del retiro, Larry Fink propuso desarrollar los mercados de capitales para aumentar la oferta de vehículos de ahorro, afiliar tempranamente a las personas a sistemas previsionales y ofrecer asesoría financiera a los retirados.


 

En los últimos años la prensa especializada ha reseñado con mucha preocupación los cambios en los patrones demográficos de los países desarrollados: sus poblaciones disminuyen a una tasa alarmante. Los impactos sociales de una población que envejece son múltiples: desde la reducción de la calidad de los servicios por falta de personal disponible para prestarlos, hasta el colapso de los sistemas de retiro.

Larry Fink, presidente de BlackRock, la empresa de gestión de activos más grande del mundo, tiene por costumbre dedicar su carta anual a los accionistas a un tema de actualidad, al cual considera que debe ponerse particular atención. Este año escogió para tal propósito el financiamiento del retiro en Estados Unidos.

Fink recuerda que el plan original de los estadounidenses era que ese financiamiento descansase sobre tres pilares: 1) los planes de jubilación de las empresas, 2) la pensión de retiro administrada por el Gobierno Federal y fondeada con las contribuciones de los potenciales beneficiarios, y 3) cualquier otro ahorro acumulado por esfuerzo personal.

Con el paso de los años, los planes de jubilación de las empresas han cambiado de modalidad. Hoy son mayoritariamente contribuciones definidas; dicho de manera simple, los individuos se retiran con los aportes que realizan y el retorno de las inversiones hechas durante la vida productiva. Todo el riesgo financiero de no acumular suficientes recursos queda en manos de los empleados.

Las pensiones administradas por el Gobierno Federal tienen como premisa de diseño que la población económicamente activa ayudará a cubrir las pensiones con sus cotizaciones, por lo que es posible garantizar beneficios definidos a los jubilados. En la medida en que la población envejece, y los individuos son más longevos, se reduce el número de contribuyentes a la seguridad social y aumentan las presiones sobre los activos del fondo.

En un mundo en el que las relaciones laborales cada vez son de menor duración, se hace más difícil desarrollar el tercer pilar: el ahorro privado. Si bien Fink reconoce no tener una recomendación suficientemente robusta para atender el corazón del problema, ofrece una serie de reflexiones que contribuyen a conceptualizar un conjuntos de posibles soluciones implementables a corto y mediano plazo.

La primera consiste en fortalecer los mercados de capitales, para que los individuos tengan vehículos de inversión que les permita crear ese tercer pilar del ahorro. Para mediados de siglo XXI, una de cada seis personas en el mundo tendrá más de 65 años, frente a una de cada 11 en 2019. Para apoyarlos, los gobiernos tendrán que priorizar la construcción de mercados de capital sólidos como el de Estados Unidos.

Pero las personas no pueden ahorrar lo que no tienen. Por ello es necesario ayudarlas a crear pequeños fondos de ahorro que les permitan atender emergencias; el supuesto es que quien tiene esas contingencias cubiertas se atreverá a embarcarse en planes de ahorro de más largo aliento.

La segunda es afiliar, de manera automática, a los nuevos empleados de una empresa a su fondo de retiro. Aunque parezca mentira, mucha gente retrasa el comienzo de su ciclo de cotizaciones por descuido.

Richard Thale, economista de la Universidad de Chicago, ha estudiado comportamientos de tal naturaleza. Thale ganó el Premio Nobel, en parte, por su trabajo pionero sobre los empujones (nudges): pequeños cambios en las políticas que pueden tener un enorme impacto en la vida financiera de las personas. La inscripción automática a los planes de retiro es uno de ellos. El simple paso de hacer que la inscripción sea automática aumenta la participación en los planes de jubilación en casi un cincuenta por ciento.

La tercera es ayudar a los retirados a gastar organizadamente los recursos acumulados. Según Fink, muchos de los clientes de BlackRock conservan hasta el ochenta por ciento de lo acumulado para el retiro veinte años después de haber culminado su ciclo laboral. El temor a quedarse sin dinero bien avanzada la vejez impide en muchos casos alcanzar una mejor calidad de vida con los recursos existentes.

Hay aplicaciones para monitorear el patrón de gasto de los jubilados, pero es probable que no se usen tan extensivamente como se debería, por limitaciones cognitivas de los interesados o por barreras psicológicas asociadas al uso del dinero durante la vejez.

Las implicaciones del financiamiento del retiro son aún más dramáticas en los mercados emergentes, donde los mercados financieros no son suficientemente desarrollados para ofrecer vehículos de ahorro a largo plazo, una fracción importante de la población trabaja por cuenta propia (y no tiene incentivos para enlistarse en planes de ahorro-retiro), y la volatilidad macroeconómica evita el desenvolvimiento de una economía estable, un requisito para que los planes previsionales funcionen.

Así como Fink apuesta al desarrollo de los mercados de capitales, la afiliación temprana a sistemas previsionales y la asesoría financiera de retirados, en el caso de los mercados emergentes es necesario plantear ideas similares que no resuelven el problema en su totalidad, pero sientan bases para afrontarlo de la mejor manera posible con las limitaciones existentes.

  • La primera medida debe apuntar al desarrollo de instrumentos financieros que permitan acumular, al menos, pequeñas cantidades de dinero en moneda dura.
  • La segunda consistiría en utilizar las tecnologías digitales para bancarizar a pasos agigantados a la mayor parte de la población. Sin acceso al sistema financiero formal no hay posibilidad de ahorrar de manera sistemática, cualquiera sea el propósito del ahorro.
  • La tercera sería estimular la creación de fondos individuales para la atención de emergencias, pue al igual que en el primer mundo, los sueños de independencia económica mueren a manos de los imponderables de la vida cotidiana.

Carlos Jaramillo, director académico del IESA.

Este artículo se publica en alianza con Arca Análisis Económico.

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