La Electricidad de Caracas: un modelo exitoso que hizo historia por su calidad de servicio

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Sede de La Electricidad de Caracas en la urbanización San Bernardino (Caracas).

La Electricidad de Caracas fue emblema de una Venezuela pujante y moderna. Su historia muestra lo mejor de la capacidad emprendedora del sector privado nacional. Iñaki Rousse Gordon dio testimonio de un proceso en el que participó como directivo de una empresa que, más allá de vender electricidad, mejoraba la calidad de vida y promovía la prosperidad económica.


Durante más de un siglo La Electricidad de Caracas (EDC) fue una empresa destacada, no solo por la calidad del servicio que prestó, sino también por su vocación de modernidad e innovación. Fue pionera, además, en el desarrollo de programas de responsabilidad social que llegaron a amplios sectores de la población.

Iñaki Rousse Gordon, quien se desempeñó como vicepresidente de EDC, contó la historia de esta empresa eléctrica venezolana que, en su opinión, fue cátedra permanente de gestión eficiente, en todos los órdenes. Rousse estuvo en la empresa durante más de 25 años, hasta el año 2000, cuando la organización fundada en 1895 dejó ser una empresa privada de capital venezolano tras la oferta pública de adquisición de la estadounidense Applied Energy Services (AES), bajo cuya gestión EDC fue posteriormente estatizada en 2007.

En una conferencia virtual organizada por el IESA en el Diplomado de Formación de Gerentes para la Industria del Agua y el Saneamiento, Rousse Gordon contó que el fundador de EDC, el joven ingeniero Ricardo Zuloaga Tovar, sembró elementos fundamentales de una cultura organizacional que no deja de aportar enseñanzas. Con un capital de 500.000 bolívares (unos tres millones de dólares de hoy), levantado entre diferentes accionistas, el sueño de electrificar a Caracas se comenzó a cumplir con eficiencia, destreza técnica y compromiso con los equipos de trabajo. Rousse recuerda que Zuloaga Tovar

… tuvo conciencia del valor del recurso humano. En 1917, cuando en Venezuela ni se hablaba de una Ley del Trabajo, el ingeniero Ricardo Zuloaga Tovar hizo un documento que estableció reglas, compromisos y obligaciones de la empresa con sus trabajadores. En ese documento se definen los principios y valores, una cosa impresionante, porque de eso hablan hoy las mejores escuelas de negocios. Además, describe a los trabajadores como amigos y compañeros de la empresa. Eso habla de ser visionario y líder.

El trabajo de Zuloaga Tovar no se limitó al ámbito interno, sino que tuvo la visión de abrir la empresa a nuevos capitales, mediante la emisión de acciones, para apalancar el crecimiento con solidez financiera. Zuloaga Tovar fue un pionero de la democratización del capital con la oferta pública de acciones.

En 1931 comenzó la idea de convertir a los trabajadores de la empresa en socios. Al final del siglo XX, el capital humano de la organización, ya convertida en un conglomerado diversificado y con operaciones internacionales, acumulaba once por ciento de las acciones de la empresa. Aquella no era una participación menor, vista la dispersión del capital de EDC que se cotizaba en el mercado de valores.  

La reorganización

En 1924, a Ricardo Zuloaga Tovar lo sucede en el mando de la empresa Oscar Machado Hernández, que consiguió una empresa bien manejada y rentable. Pero debía enfrentar los retos impuestos por una demanda creciente, nuevas tecnologías y una mayor presencia del Estado en la prestación del servicio eléctrico. Se le recuerda por una reorganización de EDC que sentó las bases de un sistema de indicadores para hacer eficiente el seguimiento de todas las áreas de la empresa.  

Tacoa y el salto histórico

Un dinámico Oscar Machado Zuloaga tomó las riendas de EDC en los años sesenta del siglo XX: un período pujante cuando el desarrollo de la generación eléctrica dio pasos de gigante con el aprovechamiento del río Caroní como fuente abundante y económica de energía. Según Rousse Gordon,

cuando se habilitaron los recursos del Río Caroní, con energía limpia y barata, La Electricidad tuvo que interrelacionarse más con las empresas del Estado. Cadafe tenía grandes redes de transmisión por todo el país y la coordinación entre empresas públicas y privadas fue determinante porque, a finales de los ochenta, el 97 por ciento de la población tenía un suministro de electricidad constante y seguro. Edelca con Macagua nos permitía tener una energía confiable, limpia y económica.

Machado Zuloaga emprende entonces el diseño y la construcción de la planta de Tacoa, diseñada para operar con tres combustibles. Esto implicaba un reto no solo desde el punto de vista de la ingeniería, sino también en el sentido financiero. Con Tacoa EDC consolidaría una capacidad de servicio adecuada para una ciudad en constante crecimiento desordenado. Como explica Rousse Gordon,

gracias a su capacidad de gestión y a su habilidad para hacer una relación confiable y respetuosa con el sector público fue posible que se desarrollara un servicio con gran beneficio para el país, pues se firmó el contrato de interconexión que era un convenio entre La Electricidad de Caracas, Cadafe y Edelca, con un perfil profesional, porque se pensaba más en el país.

 

Aguerrevere: la diversificación

Con la llegada en 1985 de Francisco Aguerrevere, un gerente experimentado no solo en el negocio eléctrico, EDC se convierte en una gran empresa diversificada, con inversiones en telecomunicaciones (participó en el consorcio que obtuvo la gerencia de CANTV), hidrocarburos, agua, manufactura, servicios y, por supuesto, electricidad mediante la internacionalización del servicio.

Aguerrevere sentía, recuerda Rousse Gordon, que la empresa tenía un techo que debía romper en todas las áreas, no solo para crecer financieramente, sino también para proporcionar vías de desarrollo al capital humano. Así, EDC comenzó desde la década de los ochenta diversos procesos de modernización, con la digitalización como guía.

La empresa adoptó la idea de que no era una simple vendedora de electricidad, sino que vendía calidad de vida. Por eso se estructuró una organización eficiente con un conjunto de indicadores que se seguían constantemente.

Al inicio del nuevo siglo EDC mostraba indicadores de satisfacción de clientes superiores al noventa por ciento. Su infraestructura, en constante actualización, permitía asegurar un tiempo promedio de fallas de apenas 315 minutos por año, con 98 por ciento de recaudación, solo ocho por ciento de pérdidas técnicas y un escaso dos por ciento de pérdidas por pérdidas comerciales. Como asegura Rousse Gordon,

nosotros creíamos en los clientes. No había esa regla de «pague y después vemos». Llegamos a tener gran capacidad de gestión de las oficinas comerciales y de resolución de reclamos, con un promedio de respuesta de cien minutos.

El expresidente de Hidrocapital, José María de Viana, afirma que EDC fue una escuela y un modelo para todas las empresas prestadoras de servicios en el país, públicas y privadas.

Los logros de aquella gerencia eficiente y comprometida son ahora, pasado el tiempo, quizás más impresionantes, porque muestran cómo una gestión privada responsable puede ofrecer servicios públicos de calidad.


Érika Hidalgo López, periodista.

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