El multilateralismo está en crisis, al tiempo que términos como nearshoring, friendshoring y derisking adquieren relevancia.
En un mundo dividido y convulso, con guerras y movimientos migratorios que impactan en todos los continentes, algunas premisas del comercio internacional están en revisión. El afán de décadas atrás por la globalización ya no es el mismo, surgieron más tendencias al proteccionismo y la inflación y las amenazas a las cadenas de valor han hecho que los actores procedan de otra manera.
Figuras en auge
De un tiempo a esta parte se vive una reconfiguración de los regionalismos y se han reafirmado figuras como la prestación de servicios a mercados cercanos (nearshoring). Esta opción es preferida en los últimos años para evitar imprevistos en el transporte que puedan sobrevenir por conflictos a distancia; por ejemplo, la guerra en Ucrania y la interrupción de suministros de granos provenientes de esa zona.
El acercamiento representa ahorro de costos de transporte, alineación de horarios, aplicación de tratados comerciales facilitados por distancias más cortas, costos laborales menores, reducción de tiempos de entrega y, por ende, mayor eficiencia en la cadena de suministros. En América Latina la figura se venía dando en algunos países y últimamente se ha consolidado como tendencia.
Así, la empresa de electrodomésticos Whirlpool trasladó en 1987 parte de sus operaciones a México; luego lo hicieron con éxito las electrónicas Samsung y LG, entre otras del sector. También algunas automotrices fueron trasladando sus unidades de producción de mercados asiáticos a México a medida que aumentaba la incertidumbre de los mercados internacionales. Si bien hay detractores, los beneficios del acercamiento en México son comparables a los logrados con la implementación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994.
Otra figura del comercio que está tomando mayor vuelo es el apuntalamiento amistoso (friendshoring), que consiste en favorecer los intercambios con países que son vistos como aliados económicos o políticos. Esto se hace con el fin de fortalecer posiciones comunes y las respectivas economías, pero es riesgoso porque, al decir de José Manuel Salazar-Xirinachs, secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), «hoy se puede ser amigo de algunos Estados, pero mañana algo pasa y no son tan amigos».[1]
Una tercera figura en auge es la reducción de riesgo (derisking); es decir, la constante búsqueda de prevención o eliminación de riesgos en general. Se relaciona con las dos figuras anteriores y se observa, por ejemplo, en las instituciones financieras que abandonan o reducen significativamente ciertas líneas de negocios para evitar amenazas regulatorias y de cumplimiento. Disminuir riesgos comerciales es una constante histórica, pero últimamente se ha expandido, porque los mercados se sienten especialmente amenazados por la incertidumbre global.
Oportunidades para América Latina
El crecimiento de América Latina está comprometido. Se calcula que el producto interno bruto regional crecerá en promedio 1,5 por ciento al cierre de este año y, según la CEPAL, con muy poco espacio para recuperarse más en 2024. A los problemas estructurales —infraestructura, conectividad, educación, calidad del empleo y demás— se sumó el impacto mundial por la guerra en Ucrania, sobre todo en sus comienzos.
La escasez de alimentos y el aumento de los precios internacionales del petróleo, entre otros factores, hicieron escalar la inflación y los bancos centrales, para intentar combatirla, subieron las tasas de interés. Esto encareció el financiamiento y el servicio de la deuda para los países de América Latina y el Caribe. Un estudio de la CEPAL mostró que gran parte de los países de esta región están usando entre tres y cinco puntos del PIB solo para los intereses de la deuda. Esto es muy elevado y pone un corsé a los planes de desarrollo.[2]
En ese contexto abrirse al mundo, y hacerlo con las herramientas de comercio adecuadas, pasa a ser primordial para la región. El viento a favor es que las tasas de interés de los bancos centrales vienen bajando en estas últimas semanas, aunque las proyecciones indican que en 2024 (y seguramente por mucho tiempo más) no llegarán a niveles prepandemia. Por lo tanto, la premisa es que el mundo está cambiando, y a todos los países —incluyendo por supuesto a Venezuela— les conviene acelerar su crecimiento, apalancándose en el comercio internacional.
El multilateralismo, según los distintos organismos internacionales, es la mejor forma de inserción económica internacional y hay que defenderla, en especial en esta coyuntura en la que la globalización y el multilateralismo están en riesgo.
Ante esta realidad los países de América Latina y el Caribe necesitan procurar que sus deudas no sean obstáculos para el crecimiento y tratar de entender más las figuras del comercio internacional actual (acercamiento, apuntalamiento amistoso y reducción de riesgo), sin dejar que el sistema multilateral se deteriore. Es una alerta que los países no deben dejar de evaluar.
Fabiana Culshaw, periodista y psicóloga.
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[1] Culshaw, F. (2023, 29 de octubre). El espacio fiscal es muy restringido para enfrentar nuevas crisis. El País (Uruguay). https://www.elpais.com.uy/negocios/el-espacio-fiscal-es-muy-restringido-para-enfrentar-nuevas-crisis
[2] CEPAL. (2023, mayo). Deuda pública y restricciones para el desarrollo en América Latina y el Caribe. https://www.cepal.org/es/publicaciones/48909-deuda-publica-restricciones-desarrollo-america-latina-caribe