La industria de la moda entra en modelos de sostenibilidad de la mano de una nueva generación de consumidores dispuestos a usar ropa fabricada con materiales de desecho o de segunda mano. El cambio es inevitable y el riesgo de no asumirlo es la desaparición.
¿Puede la moda ser una industria sostenible? Luego de años de cuestionamiento por malas prácticas ambientales y laborales, y por la transmisión de valores consumistas y no sostenibles, algunas marcas —pequeñas y grandes— del sector están encontrando vías para cambiar no solo modelos productivos, sino también la estructura del mercado, mediante formas de economía circular.
El Centro de Sostenibilidad y Liderazgo Responsable del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA) organizó un seminario moderado por Gustavo Manrique, profesor y consultor en materias como reputación, riesgo y manejo de crisis, en el cual se presentaron experiencias y se debatieron ideas sobre el proceso de transformación de la moda. En el evento participaron la diseñadora dominicana Arianny Santana, creadora y directora de la empresa Moda Sostenible RD (primera compañía del país antillano en ser certificada como Empresa B) y el economista y empresario Álex Penadés, director de éxito del cliente para Norteamérica de Jeanologia, un grupo que proporciona tecnología y certifica prácticas sostenibles en empresas de moda, que ha desarrollado proyectos para GAP, Calvin Klein Jeans, Tommy Jeans, Lee y American Eagle, entre otras casas de diseño.
El trabajo de Arianny Santana consiste en construir nuevos diseños con materiales reusados, incluso recogidos de la basura, para producir piezas de moda de alta costura. Su empresa es sostenible por definición, pero reconoce que este modelo de negocios tiene retos complejos, como lograr la sostenibilidad financiera. «Poco a poco nos debemos alinear a un modelo de economía circular. Todo lo que fabricamos debemos reutilizarlo de manera creativa», sostiene, y luego añade:
Hubo retos y comenzamos a hacer mediciones de impacto; por ejemplo, qué efectos estábamos teniendo al sacar ropa de la basura, no solo en el medioambiente, sino también en las comunidades en las que nosotros impactábamos más directamente. El mayor reto está en los números, porque tiene que haber rentabilidad. Sin rentabilidad no es posible la sostenibilidad, y este es un factor que debe considerarse para todo el equipo. Tenemos una empresa claramente de triple impacto social, ambiental y económico. Por ahí llegamos a la certificación B.
Álex Penadés, por su parte, admite los avances positivos, pero tiene un enfoque más escéptico cuando mira el panorama de la sostenibilidad en las grandes marcas de moda. El cambio no es sencillo y siguen existiendo prácticas como formas laborales de esclavitud.
Hay una oportunidad de negocio importantísima, pero este es solo el principio. Creo que hay mucha apariencia. Muchas empresas entran en este modelo porque está de moda, o es simpático, pero se resisten a hacer cambios reales. De manera que cuando este cambio se asiente, podremos decir que el cambio existe. Las nuevas generaciones no tienen poder adquisitivo y eso cambia sus prioridades de consumo, y dan menos importancia a la ropa. Con la ropa tienen una relación más utilitaria.
Para Penadés, no obstante, el cambio es inevitable y las empresas que no se adapten no sobrevivirán en un plazo mediato. Apunta, además, que la educación cumple un papel fundamental, porque los patrones de consumo se forman desde la infancia.
La tecnología es una herramienta fundamental para la industria, porque permite medir los impactos de manera más precisa en cada etapa del proceso productivo. En Jeanologia, comenta Penadés, existe lo que se denomina «misión cero»: crear a partir de 2025 procesos que permitan fabricar prendas de vestir con cero gasto de agua y uso de químicos, un mínimo de desechos y muy poco consumo de energía.
En el mundo se fabrican aproximadamente 6.000 millones de pantalones de blue jeans por año, y solo en el acabado de cada prenda se consumen 120 litros de agua, y no estamos hablando del cultivo del algodón que es la base. Hay que imaginarse lo que se puede hacer con esa agua, comenzando por producir alimentos para el consumo humano.
Arianny Santana subraya una ventaja clave del enfoque sostenible:
Creo que la conversación ya está instalada. Las grandes marcas ya han comenzado a certificar sus procesos y materiales. La evaluación para ser empresa B es muy exhaustiva y nos sometimos al proceso para realmente mejorar. Gran parte del sector está abocado a esta transformación. Ser una empresa B abre un escenario más grande, porque nos permite hacer nuevas alianzas, que no solamente hagan crecer los negocios, sino que la gente conozca lo que significa ser una empresa sostenible.
Penadés explica que un buen punto de entrada a la economía circular consiste en mostrar sus beneficios financieros. En el caso de las grandes marcas de moda, el negocio ya no es fabricar, sino «comprar barato» de muchos proveedores cuyos modelos no son supervisados adecuadamente y hay pérdidas financieras.
Nuestra mejor herramienta es la hoja de cálculo, porque allí mostramos todos los costos innecesarios, los despilfarros de recursos y todo el ahorro posible que se consigue al utilizar tecnología sostenible. Simplemente, con las malas prácticas, hay mucho dinero que se echa a la basura.
La crisis económica también ha sido una oportunidad para la sostenibilidad en el mundo de la moda, ya que ha cambiado patrones de consumo, sobre todo entre los más jóvenes, menos preocupados que sus padres y abuelos por la vestimenta.
Gustavo Manrique presentó datos de la consultora Trade Off, según los cuales el cuarenta por ciento de la generación Z ya compra productos reutilizados y no ve ningún estigma en ello. El comercio de reventa crece a un promedio once veces superior al comercio minorista tradicional y debería alcanzar los 84.000 millones de dólares en 2030.