El público tiende a percibir a los posibles contendientes de la elección presidencial estadounidense como polos opuestos, pero hay políticas que se mantendrán y formarán parte del telón de fondo de los mercados financieros: inmigración, relación con China, manejo del déficit fiscal y poder de los reguladores en la dinámica comercial de las grandes empresas.
El público tiende a percibir a los posibles contendientes de la próxima elección presidencial estadounidense como polos opuestos, pero la verdad es que comparten una serie de posiciones. No importa quién sea electo el próximo 5 de noviembre de 2024, hay políticas que se mantendrán y formarán parte del telón de fondo que usarán los actores de los mercados financieros para tomar sus decisiones.
Para comenzar, ambos candidatos quieren romper con un pasado en el cual el presidente de Estados Unidos era, por encima de todo, un paladín de la libre empresa. Ya no necesariamente lo que es bueno para el sector empresarial lo es también para el equipo presidencial.
Un claro ejemplo es la posición de ambos candidatos frente a la inmigración. Durante muchos años, republicanos y demócratas entendieron que mantener un flujo variado de inmigrantes era positivo para la economía. De allí que la expresión «crisol de culturas» (melting pot) se asociara con los valores de una sociedad que se veía como incluyente.
Donald Trump califica a los nuevos inmigrantes como un peligro para el país y está dispuesto a pagar el costo de prescindir de individuos calificados —que se necesitan urgentemente— si no hay garantía de que los indeseables no entren. Biden, por su parte, ha desconcertado a sus partidarios al no ser más amigable con los inmigrantes y las empresas que dependen de ellos. La vicepresidenta Harris tuvo como asignación especial desarrollar una agenda conciliadora en la crisis de inmigración de los últimos dos años, pero sus resultados son poco alentadores. No importa quien gane la situación de los inmigrantes no mejorará y la economía sufrirá las consecuencias, tanto por la escasez de mano de obra como por la pérdida de un potencial grupo de consumidores.
Un segundo consenso es la relación de Estados Unidos con China. Tanto republicanos como demócratas están de acuerdo en bloquear a los chinos el acceso a nuevas tecnologías; en particular, los microchips que son esenciales para el desarrollo de la inteligencia artificial.
Las tarifas arancelarias que impuso el gobierno de Trump a bienes intermedios importados de China se han mantenido durante el mandato de Biden y no hay razón para pensar que el nuevo presidente las reducirá. Debido a ellas, los consumidores pagaron precios mayores por bienes fabricados con materiales importados y el empleo en el sector manufacturero disminuyó. El uso indiscriminado de aranceles como arma política ocasiona retaliaciones de China y otros posibles aliados, lo que, en un contexto inflacionario, puede traer consecuencias desastrosas.
El déficit fiscal será ignorado de la misma manera por cualquiera de los candidatos que resulte electo. No importa que la Oficina de Presupuesto del Congreso advierta de los problemas que trae consigo un déficit creciente. Atenderlo requiere reducir el costo de la Seguridad Social y el programa de cobertura de salud Medicare: las partidas que debería atacar primero quien aspire a ejercer una verdadera disciplina fiscal.
El poder de los organismos reguladores en el control de las grandes empresas seguirá siendo igual o mayor que en el gobierno actual, pero por razones diferentes, según quien sea el nuevo presidente. En el caso de Biden, los seguidores de la línea de pensamiento de Lina Khan seguirán tratando de limitar el tamaño de las grandes empresas como un mecanismo de protección ciudadana frente a grupos de poder que cada vez controlan más información y recursos, y, a largo plazo, reducen las opciones de escogencia de los consumidores.
De ganar Trump buena parte de las acciones reguladoras reflejarían las percepciones del presidente, más que consideraciones técnicas. Siempre existe el peligro de que las amenazas del Trump candidato contra los grupos empresariales que le han sido hostiles en los últimos años se terminen por materializar. En cualquiera de ambos gobiernos habrá un uso muy discrecional de las leyes antimonopolios, lo cual es malo para las empresas, los trabajadores y los consumidores.
Estas coincidencias no sugieren que los resultados de ambas gestiones serán similares. Donald Trump traerá consigo mayores presiones para que Estados Unidos se encierre más sobre sí mismo y le reste apoyo a la OTAN. Es probable que las rebajas impositivas promovidas de manera temporal en su primer mandato se vuelvan permanentes, aunque para ello necesitaría mayoría en las dos cámaras del Congreso.
Si Biden es el ganador, su legado dependerá en buena medida de la composición de fuerzas del Congreso. Si los republicanos son la fuerza dominante, no deben esperarse cambios importantes que afecten al sector empresarial.
Los candidatos actuales pueden dar sorpresas. Por ejemplo, que Trump termine por ser más moderado de lo que su discurso sugiere o que Biden se muestre más amigable con las grandes empresas. Amanecerá y veremos.
Carlos Jaramillo, director académico del IESA.
Este artículo se publica en alianza con Arca Análisis Económico.