Los mínimos de la historia de Venezuela

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Imagen de Gerardo Gaduan en Pixabay

El gran mérito de la Historia mínima de Venezuela es identificar el factor fundamental de la historia del país: el proyecto republicano-democrático, desde sus orígenes a finales de la colonia, su desarrollo y afianzamiento en la cultura y la mentalidad hasta lograr su realización en el siglo XX con la democracia.

Carlos Balladares Castillo / 24 de abril de 2021


Reseña de Historia mínima de Venezuela, de Elías Pino Iturrieta, Inés Quintero Montiel y Manuel Donís Ríos. El Colegio de México-Turner. 2019.

 

Venezuela —como ejemplo de declive de un Estado y una sociedad que habían logrado altas cotas de prosperidad y estabilidad democrática— es motivo de profundo interés general. Esa es una de las principales razones por la cual tres historiadores (Elías Pino Iturrieta, Inés Quintero Montiel y Manuel Donís Ríos), todos ellos individuos de número de la Academia Nacional de la Historia, decidieron redactar una nueva versión de la Historia mínima de Venezuela que se publicó en 1992, patrocinada por la Fundación de los Trabajadores de Lagovén (filial de Petróleos de Venezuela S. A., PDVSA). Era necesario incorporar las nuevas perspectivas logradas por la investigación historiográfica en los últimos casi treinta años y, además, darle continuidad hasta el presente (porque el recuento de los acontecimientos llega hasta 2015).

La idea de «historia mínima» consistió en emular la colección creada y coordinada por el maestro mexicano Daniel Cosío Villegas en El Colegio de México desde 1973. El modelo es la claridad, la concisión y la atención de los temas por especialistas. El éxito de la colección como obra divulgativa ha sido inmenso. Buen ejemplo de ello es que el cincuenta por ciento de sus títulos se han reimpreso y se han vendido casi 70.000 ejemplares. La colección se ha hecho internacional, con la incorporación de las historias de muchos países (en especial de Iberoamérica), y variada, con temas tales como derecho, constitucionalismo, neoliberalismo, ideas políticas. En Venezuela, la edición de 1992 tuvo también una gran demanda, lo que permitió publicar una colección «mínima» —cultura, Independencia, siglo XIX, siglo XX, mujer, medios de comunicación y economía— que cumplió las exigencias de brevedad, sencillez explicativa y autoría de los historiadores que mejor conocen cada área.

El coordinador, Elías Pino Iturrieta, señala un importante objetivo de la obra: que «el lector capte lo fundamental de la cadena de logros y frustraciones, de conmociones y desarrollos apacibles, que ha determinado el rumbo de un desafío nacional que busca conclusiones urgentes». Es la búsqueda del sentido de la historia de este país, de las contradicciones y los conflictos que condujeron a la terrible actualidad. ¿Existen otros libros que se inspiren en estas metas dentro de la historiografía venezolana? Probablemente, Una nación llamada Venezuela (1980) (aunque se reduce a la historia desde 1800) de Germán Carrera Damas, el resumen que hizo Guillermo Morón de su obra de cinco tomos Historia de Venezuela (1994) o Venezuela: 1830 a nuestros días (2007) de Rafael Arráiz Lucca; y de este último autor hay que señalar varias publicaciones que tratan la evolución de temas específicos como su El petróleo en Venezuela: una historia global (2016). Seguramente existen muchos otros libros, pues el anhelo de encontrar los factores determinantes de muchos fracasos y frustraciones es compartido por todo investigador de la historia venezolana. En 2018 apareció incluso una historia del politólogo y humorista Laureano Márquez ilustrada por Eduardo (Edo) Sanabria: Historieta de Venezuela: de Macuro a Maduro.

El índice de Historia mínima de Venezuela muestra, por el número de páginas dedicado a cada período, la importancia que le atribuyeron. Manuel Donís redactó los dos primeros capítulos: «Un acercamiento a la Venezuela prehispánica» (pp. 13-20) y «Venezuela colonial» (pp. 21-86). Elías Pino, además del prefacio («Explicación»), el epílogo y la reseña de la contraportada, escribió el capítulo «El siglo XIX, o los “tumbos” del republicanismo» (pp. 87-140). Inés Quintero se encargó del último capítulo: «El siglo XX: conquista, construcción y defensa de la democracia» (pp. 141-232), que llega hasta el año 2015. Al final el libro cuenta con una bibliografía para cada período que equilibrar los clásicos con obras recientes.

La revisión de los temas y su extensión en páginas muestra que se le otorgó mayor importancia al siglo XX, después al XIX y, por último, a los 300 años de la Colonia. Al período prehispánico se dedican apenas siete páginas. En el siglo XX y lo que va del XXI se encuentra la mayor parte de las respuestas a las preguntas sobre la crisis actual. Al atribuirle el protagonismo, la democracia aparece íntimamente ligada a los «tumbos republicanos» del siglo XIX. Hay una línea republicana-democrática desde el proceso de Independencia que no ha dejado de mover a la acción política, cívica y militar de los venezolanos. Los mueve tanto para promoverla como para destruirla, y así poco a poco ha ido cambiando y asumiendo sus peculiaridades criollas.

El proyecto republicano-democrático no puede entenderse aislado de las condiciones y del tiempo en que intentó hacerse realidad. Esas condiciones o herencias, para bien o para mal, fueron las desarrolladas en los tres siglos de la Colonia: los problemas de integración territorial y estatal, y las profundas desigualdades ocasionadas por la conquista de un grupo étnico (los europeos) sobre otros dos muy distintos (aborígenes de América y africanos esclavizados). En esa época aparecen estamentos sociales celosos de sus fueros y privilegios (propietarios con pretensiones nobiliarias, militares y clero) en medio de un profundo mestizaje.

El profesor Donís, conocedor de la historia territorial y de la Iglesia, entre otros temas, ofrece una minuciosa descripción (sin perder la capacidad de síntesis que exige la «historia mínima») de la exploración, la conquista y el poblamiento del territorio. Pone el énfasis en el ordenamiento creado por las instituciones hispánicas: capitulaciones, patronato eclesial, repartimiento, encomiendas. Finaliza con los radicales cambios que se llevaron a cabo desde 1776: las reformas borbónicas de la Capitanía General de Venezuela y su influencia en la crisis de la sociedad colonial.

Desde el inicio de la conformación de la sociedad venezolana, a partir de la Colonia, los tres historiadores dan a entender que uno de los principales retos ha sido lograr la unión como pueblo. Para ello se intentó la estructuración jurídico-político-territorial que, al final en palabras de Donís, fue un hecho inconcluso «a pesar del esfuerzo centralizador de las instituciones borbónicas con sede en Caracas» (p. 86). Por ello se critica la historiografía tradicional al mostrar «un todo homogéneo y unificado» para 1810. Las autonomías regionales que existieron durante la Colonia se prolongaron y radicalizaron con el proceso de Independencia, que produjo una guerra de casi un siglo hasta que se logró el fin del caudillismo con la creación de las instituciones y los planes que concentraron el poder en el Estado: Fuerzas Armadas, vialidad, unidad del Tesoro y abandono del federalismo. Tal fue la obra de la larga dictadura andina desde la Revolución Liberal Restauradora en 1899, y muy especialmente con el dominio del general Juan Vicente Gómez desde 1908 hasta 1935.

A los problemas de la Colonia se sumaron las nuevas realidades de los siglos XIX y XX, que irrumpieron con el violento proceso de independencia y la aparición de nuevos actores: «los hombres fuertes» (hombres de armas, caudillos) que saben controlar las masas y mantienen la fragmentación del país. Desde el exterior se sintieron las presiones de las potencias mundiales en el contexto de la Revolución industrial. El lugar del país en el comercio internacional será un factor determinante en el fracaso del primer experimento republicano de 1830 a 1848; y con la división de la élite se retomará la guerra que, intermitente, durará hasta principios del siglo XX.

Fracasos y avances del sueño republicano fueron siempre controlados por el autoritarismo caudillesco, hasta que este se transformó en una dictadura centralizadora. El impacto de lo externo se acrecentará con el dominio del petróleo a partir de 1914, cuando se activa su potencial exportador. El Estado que se consolida tendrá los recursos económicos para ejercer una influencia casi total sobre la sociedad. Pero el proyecto republicano-democrático presionará para que la riqueza del subsuelo sea usada en su definitiva realización.

El proyecto republicano fue producto de una élite que lideró e hizo la Independencia, y después dirigió el país en conflicto o alianza permanente con los autoritarismos (ilustrados o no). Ese proyecto mostró su dominio discursivo con su nada despreciable obra escrita que llevó al debate público (en esto Pino Iturrieta da muchos detalles por ser una de sus principales áreas de investigación). Al final terminará evolucionando con la propuesta democrática de la Generación del 28: los partidos políticos (aunque también sindicatos, prensa libre y otros actores) llegarán al poder por medio de un difícil maridaje con el pretorianismo de la institución armada.

El problema de la construcción de la democracia, íntimamente ligada con la modernización, fue su dependencia del Estado rentista petrolero y sus mecanismos clientelares, intervencionistas y populistas (asistencialistas, entre otros). Esto llevó a una peligrosa relación no solo con las fluctuaciones del precio del petróleo, sino también con los personalismos políticos y las simpatías electorales dependientes de los recursos estatales. La modernización y la democracia crearían la clase media civilista, pero con estas debilidades que a la larga llevaron a la ingobernabilidad desde principios de los años ochenta.

Inés Quintero definió el siglo XX y lo que va del XXI como la época de la democracia, la cual ha sido «conquistada y construida», y ahora que está en crisis es «defendida». No resalta la crisis en el título (aunque la explica) sino su defensa. Da a entender que cuando llegó esta crisis el pueblo había asumido su condición civilista, republicana y profundamente democrática. Y al ver el peligro de su desaparición, de ser sustituida por un personalismo que no ha parado de crecer en violencia, no le quedó otra que resistir.

El gran mérito del libro no está tanto en repasar los principales acontecimientos, lo cual de por sí hace también, sino en identificar el factor fundamental de esta historia: el proyecto republicano-democrático. Explica su evolución desde sus orígenes a finales de la colonia, su desarrollo y afianzamiento en la cultura y la mentalidad hasta lograr su realización en el siglo XX con la democracia. Al mismo tiempo advierte de —parafraseando a Karl Popper— «sus enemigos» que la han llevado a sus fracasos. ¿Conclusiones o definiciones? Son tiempos de incertidumbre y de transición, por lo que es arriesgado predecir un final.


Carlos Balladares Castillo, profesor de la Universidad Central de Venezuela y de la Universidad Católica Andrés Bello.