La nueva emisión de depósitos especiales de giro que anunciará el Fondo Monetario Internacional pone a disposición de los países miembros 650.000 millones de dólares. Se plantea canalizar estos recursos hacia los socios más pobres para paliar la destrucción que la pandemia ha causado a sus economías.
Carlos Jaramillo / 10 de junio de 2021
Durante junio de 2021 el Fondo Monetario Internacional (FMI) hará una nueva emisión de derechos especiales de giro (DEG) por el orden de 650.000 millones de dólares, que funciona como un aporte de capital. Tal contribución sería la quinta desde 1972.
Los DEG son activos de reserva avalados por los países miembros del FMI. No son derechos sobre los activos del emisor ni constituyen un tipo de moneda, aunque están integrados por un conjunto de monedas de referencia.
Estos derechos se asignarán a los países miembros de la institución sobre la base de su participación patrimonial. Por ello, los países de mayores ingresos recibirán 58 por ciento; China, 6 por ciento; los países de ingresos medios, 33 por ciento; y los países de menores ingresos, 3 por ciento.
La importancia de esta inyección de recursos no debe pasar inadvertida, pues puede ser un puntal para la economía mundial en el contexto de recuperación de la pandemia. Abre la posibilidad de que los grandes receptores de recursos hagan aportes al FMI para montar programas de apoyo económico a las naciones más empobrecidas, antes y durante la pandemia.
Los países desarrollados pueden, cómodamente, prescindir de estos recursos y ponerlos a disposición del FMI, el Banco Mundial y otros organismos multilaterales para hacer posibles diversos tipos de programas de asistencia a los países más pobres del planeta, que reúnen una población de 1.200 millones de personas. ¿A cuál tipo de programas se debería apuntar? A aquellos que, para empezar, reconozcan que el 55 por ciento de los países pobres son insolventes financieramente o están muy cerca de serlo.
Una mezcla de subsidios, préstamos a muy bajas tasas de interés y programas de reducción de deuda es el tipo de iniciativas que pueden aplicarse en entornos de precariedad. Normalmente, tales programas requieren compromisos de los Estados de eliminar trabas para que fluya la inversión privada, tanto nacional como internacional.
El FMI aspira a dividir los recursos obtenidos al usar parte de la nueva emisión de DEG en tres bloques temáticos: 1) un fideicomiso destinado a financiar programas de reducción de la pobreza y estímulo al crecimiento, con préstamos a tasas bajas como vehículos de canalización de fondos; 2) programas en áreas de transformación digital, fortalecimiento de sistemas públicos de salud y reducción del impacto del cambio climático (aunque estos programas tienen mayor chance de ser ejecutados en países de ingresos medios, todavía califican para la cooperación internacional); y 3) recursos prestables por otros organismos multilaterales que tienen capacidades específicas para intervenir en zonas del planeta donde han capitalizado experiencias.
Para el FMI los países pobres podrían recuperar buena parte de la destrucción de sus economías si se invirtieran en ellos cerca de 500.000 millones de dólares durante el próximo quinquenio. Uno de los peligros de estas iniciativas se asocia con las agendas populistas de algunos grupos políticos del primer mundo: no quieren reconocer que la pobreza endémica es la madre de todos los males.
Carlos Jaramillo, director académico del IESA.
Este artículo ha sido publicado en alianza con Arca Análisis Económico.