Marx y su influencia

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Fotografía: busto de Karl Marx en su tumba / Pixabay

Hasta hace poco casi nadie cuestionaba si las influyentes ideas «marxistas» correspondían fielmente al pensamiento de Karl Marx. Hoy la investigación revela que sucesivas generaciones de revolucionarios marxistas se formaron con textos artificiosamente compuestos, que no siempre respondían a los propósitos del autor.

Víctor Rago A. / 16 de febrero de 2019


 

El año pasado se cumplieron 200 años del nacimiento de Karl Marx en la ciudad alemana de Tréveris (18 de mayo de 1818), lo que dio lugar a numerosas conmemoraciones en el mundo a cargo de instituciones de las más diversas especies. Dado que Marx ha sido considerado uno de los pensadores más influyentes de todos los tiempos, tales actos fueron en no pocos casos homenajes apologéticos; pero en otros prosperó un examen menos comprometido con emociones e intereses políticos, y más dirigido a la evaluación de los méritos intelectuales de su obra. Por ejemplo, en los días 16 y 17 de octubre de 2018 se celebró un simposio en la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela, con el auspicio del Instituto de Filosofía, la Sociedad Venezolana de Filosofía, el Instituto Goethe de Venezuela y la Fundación Friedrich Ebert.

El aprecio intelectual que Marx despertó hacia el final de su vida (murió en 1883) y sobre todo la desmesurada admiración que suscitó en amplios círculos durante el siglo XX no se debieron solamente a la calidad de su obra o a la valoración de su desempeño público, sino también a un cultivo calculado en función de conveniencias políticas. El formidable aparato de propaganda del «socialismo real» creó la impresión de que Marx siempre gozó de general estima, y que esta no hizo más que crecer en cuanto sus ideas fructificaron con el triunfo bolchevique en la Rusia de 1917 y posteriormente con la toma del poder por partidos de inspiración marxista en China y otros lugares del mundo. En realidad, durante la mayor parte de su vida, la influencia de Marx fue modesta y en algunos períodos casi inexistente.

Durante la mayor parte de su vida, la influencia de Marx fue modesta y en algunos períodos casi inexistente

Fue en la década de 1870 cuando el prestigio intelectual de Marx cobró cuerpo, gracias a la publicación de El capital (1867). El libro mostraba que la pregonada equidad del intercambio mercantil podía conciliarse con la explotación de los trabajadores asalariados y la profundización de las desigualdades. Describía el conflicto inherente a los opuestos intereses de clase y relataba documentadamente el desarrollo histórico del modo de producción capitalista. La crítica de la sociedad europea finisecular podía ahora basarse en una explicación fundada teóricamente de su funcionamiento y no en la simple denuncia moral de la opresión ni en las ensoñaciones diurnas del utopismo.

A la publicación del primer tomo de El capital debía seguir la de otros que completaran el cuadro incompleto que aquel ofrecía. El tema del segundo volumen era la «reproducción ampliada» y la disolución por causa de ese proceso de los modos precapitalistas de producción que habían conducido a la extinción de las formas sociales preexistentes (el primer tomo terminaba con la «acumulación originaria»). La tarea que Marx tenía por delante consistía en explicar la «génesis de la renta capitalista de la tierra»; es decir, la subordinación de la agricultura al capital. Su proyecto era estudiarla tomando como caso la Rusia posterior a 1861, tras la supresión de la servidumbre, siguiendo un camino análogo al de la descripción del desarrollo capitalista con Inglaterra como modelo. De allí que surgiera la interrogante de si el caso particular de Inglaterra representaba un proceso universal y necesario de desaparición histórica forzada de todas las formas de propiedad territorial y producción rural comunitaria.

En el clima de expectación creado por la aparición del primer tomo —en los círculos políticos e intelectuales de lectores cultos— se respondía afirmativamente a esa pregunta. Pero Marx había comenzado a experimentar serias dudas que lo condujeron, en lugar de concluir el esperado segundo tomo (del que tenía una versión manuscrita a la espera de revisión), a investigar la resiliencia de que daba muestras la comunidad aldeana, en cuanto formación social primitiva, en diferentes lugares del mundo. Mientras que Marx era presa de sus reservas, y posponía indefinidamente la preparación para la imprenta de la esperada secuela, el movimiento revolucionario europeo, estimulado por la aparición del primer tomo y por los planteamientos de Marx y Engels formulados en textos anteriores, y convencido de que el advenimiento de la sociedad «socialista» era no solo inevitable sino inminente, alcanzaba nuevas formas de organización.

La formación de un vigoroso movimiento socialdemócrata en Alemania a comienzos del siglo XX y la construcción del partido revolucionario en la Rusia zarista exigían un cuerpo de textos destinados a la pedagogía anticapitalista para la formación de cuadros. En este contexto sociopolítico, los ideólogos de la revolución consideraban de la mayor importancia que el movimiento revolucionario europeo, y el ruso en particular, fueran expresión de la puesta en práctica de las ideas de Marx; aunque en sus últimos años Marx cuestionaba algunas de sus ideas previas y complejizaba ciertos aspectos de su teoría.

Un ejemplo notable es el libro titulado La ideología alemana. Se ha aceptado tradicionalmente que esta obra fue escrita a cuatro manos por Marx y Engels. No obstante, hay en esto un equívoco que obedece a causas deliberadas. De este libro se publicó originalmente un primer capítulo titulado «Yo, Feuerbach». El editor fue David Riazánov y el texto apareció en Moscú durante el año 1924. Tras una edición alemana de ese capítulo en 1926, unos años más tarde, en 1932, vio la luz un libro entero que recogía aquel primer capítulo y una colección heterogénea de otros textos provenientes de manuscritos, casi todos debidos a Marx.

La investigación contemporánea ha podido establecer que La ideología alemana fue una artificiosa compilación hecha por Riazánov y sus colaboradores a lo largo de los años 20 con el propósito —que respondía a los intereses políticos de la naciente Unión Soviética— de refundir, cual si hubiera sido un texto único concebido y escrito ex profeso por Marx y Engels, planteamientos del primero que databan de 1859 con lo que el segundo había escrito en 1885 (dos años después de la muerte de Marx), sensiblemente influido por el darwinismo reinante (doctrina que suscitaba ciertas reservas en Marx), sobre la llamada «concepción materialista de la historia» atribuida a Marx, expresión que tuvo su origen en las mismas maniobras exegético-editoriales llevadas a cabo por Riazánov y sus acólitos. Gared Stedman Jones, en su monumental biografía de Marx (Karl Marx, ilusión y grandeza, Madrid, Taurus, 2018), advirtió, basado en sólida evidencia documental y minuciosos estudios críticos contemporáneos, que había «evitado deliberadamente toda cita que sugiera implícitamente que existió en efecto un libro o texto integral con el título de La ideología alemana» (Jones, 2018: 733-734, nota 80).

Cuando se hace referencia a la influencia del pensamiento marxista sobre generaciones de pensadores y actores políticos, así como sobre sociedades enteras desde las postrimerías del siglo XIX y sobre todo a lo largo del siglo XX, conviene preguntarse si los dolorosos resultados políticos y sociales a la vista son imputables a Marx o si se deben, más bien, a la manipulación interesada y a la distorsión simplificadora y oportunista de algunas de sus ideas practicada por élites dirigentes que decían actuar en su nombre.


Víctor Rago A., profesor de la Universidad Central de Venezuela.

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