Un proyecto emplea la tecnología de cadena de bloques para atender a poblaciones pobres y vulnerables en América Latina. Más de mil organizaciones están vinculadas a esta iniciativa impulsada por el Banco Interamericano de Desarrollo.
La tecnología de cadena de bloques (blockchain) ha evolucionado para trascender el ámbito de las criptomonedas, un mercado en el que se hizo enormemente popular, y transformarse en una herramienta de amplia utilización. La tecnología de cadena de bloques consiste, realmente, en un sistema de interacción criptográfica que garantiza seguridad, inmutabilidad y eficiencia en la transmisión de datos o el intercambio de activos digitales.
Albi Rodríguez Jaramillo —abogado y emprendedor venezolano— habló sobre esta evolución tecnológica y sus ámbitos de aplicación en un encuentro organizado por la red global Emprende Tech, del IESA. Rodríguez Jaramillo es asesor sénior en desarrollos web 3.0 y tecnología de registro distribuido (DLT, por su sigla en inglés) y coordinador de Ecosistemas de la alianza global LACChain, liderada por el Laboratorio de Innovación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID Lab).
Un «talonario digital»
La DLT opera como un talonario de facturas que contiene hojas de diferentes colores. Mediante un «papel carbón» se reproduce la información para que los diferentes actores del proceso tengan la misma información: las copias no se pueden enmendar, pues se produciría una factura nueva.
El símil es útil porque esta tecnología crea, mediante el uso de criptografía, un sistema que permite no solo transmitir información, sino también procesar intercambios digitales a través de nodos interconectados de manera certificada, segura e inmutable. Como explica Rodríguez Jaramillo:
Hay una secuencia y una nomenclatura en el desarrollo de internet. En la primera década el internet era eficiente para la lectura y el acceso a páginas web estáticas, como blogs y periódicos en línea, así como portales de e-commerce. Se trataba de la web 1.0. Con el advenimiento de las plataformas de procesamiento de información, del almacenamiento en la nube y de las redes sociales, ya no solo podíamos leer información, sino también escribir y compartir nuestra información. Esta es la web 2.0. En la última década del internet, con la web 3.0, somos capaces de leer, escribir y poseer activos cuya creación y existencia están certificadas en estas redes. Ahora poseemos activos y certificados que han transformado internet del «internet de la información» al «internet del valor». La web 2.0 de las plataformas tenía un problema: no podía certificar de forma segura y global la existencia y titularidad de activos. Tecnologías como DLT vienen a llenar un vacío en la web 3.0.
Una tecnología que certifica
Más allá de las criptomonedas, la DLT ha mostrado una amplia utilidad para desarrollar procesos de certificación de manera segura y confiable, tales como certificados de salud o títulos académicos que pueden autenticarse sin un documento físico.
Las estructuras de redes tradicionales de internet «pueden sufrir un ataque o una vulneración y todo depende de ese actor social central que las está manejando, que constituye un punto central de interacción» — advierte el experto—. Con la DLT se puede llevar, por ejemplo, un control efectivo del flujo de ventas, pues crea una comunidad por donde pasa la información replicada exactamente a través de un sistema que no puede hackearse. Por lo tanto, la información no puede alterarse por ningún elemento de la cadena.
Es un mecanismo de ultraseguridad, ya que en la red cada dato es inmutable —sostiene Rodríguez Jaramillo—, porque este registro puede utilizar una criptografía que permite poner como especies de grandes candados que impiden a cualquiera modificar una información.
Cada actor de la cadena es un nodo que va almacenando la información en bloques; por ello esta tecnología se vincula con la cadena de bloques, cuya seguridad ha estimulado el auge de las criptomonedas. «Esos nodos pueden estar en China, Caracas, Estados Unidos o en Europa y la red funciona. Necesitamos simplemente estar conectados a internet, tener el software y la posibilidad de guardar pruebas criptográficas», afirma Rodríguez Jaramillo.
La evolución
Albi Rodríguez Jaramillo dio un rápido repaso de la evolución de internet para señalar la característica fundamental de la web 3.0: permite a sus usuarios poseer e intercambiar bienes de manera digital. Ello tuvo su momento fundacional con el bitcóin.
El gran riesgo era el doble pago de un activo distribuido en una red. Para resolver este problema se creó «un mecanismo con base en la criptografía y en las bases de datos distribuidas para que la gente pudiera, de manera segura, poseer e intercambiar bienes en redes descentralizadas». Este sistema de distribución e intercambio de activos digitales mediante la DLT puede atraer inversiones de 1,9 billones de dólares hacia 2030 en el mercado de empresas no financieras, y de 1,5 billones en fondos de capital de riesgo, según cifras de la consultora Boston Consulting.
Esta evolución tecnológica tiene implicaciones «que se pierden de vista», subraya Rodríguez Jaramillo. La posibilidad de crear e intercambiar activos digitales de manera segura y certificada trasciende el campo de las criptomonedas, por lo que se incorporarán diferentes actores, como gobiernos y empresas no financieras.
Ya está habilitada la posibilidad de emitir documentos como pasaportes y certificados de vacunas completamente «tokenizados» —afirma Rodríguez Jaramillo—, así como contratos entre empresas. Incluso se va a otra dimensión como la emisión de créditos de carbono, que son mecanismos para certificar que los proyectos de inversión reducen efectivamente su huella de carbono.
Trazabilidad y calidad
Rodríguez destaca dos elementos más de la DLT: la capacidad que aporta para medir y certificar calidad. Afirma el experto:
Trazabilidad y certificación son de mucha relevancia, porque tienen que ver con seguridad del consumidor, con certificaciones de cumplimiento de calidad de productos, generación de estadísticas certificadas. Estas herramientas están totalmente disponibles y son plenamente utilizables.
Por esta vía se avanza hacia el dinero digital fiduciario; es decir, emitido por bancos centrales.
La alianza LACChain
Esta alianza es un proyecto impulsado por el BIDLab, cuyo objetivo es desarrollar el ecosistema de cadena de bloques en América Latina y el Caribe para casos que permitan atender a poblaciones pobres y vulnerables. La intención es, según Rodríguez Jaramillo,
… acelerar la habilitación y la adopción de la tecnología blockchain en la región para el fomento de la innovación, la reducción de las desigualdades económicas, sociales, de género y de cualquier otro tipo, la promoción de la calidad y la seguridad de los empleos, la promoción de la inclusión financiera, la protección del consumidor y la integridad del mercado. Para ello, LACChain se enfoca en dos grandes pilares: comunidad e infraestructura.
Por ello, explica Rodríguez Jaramillo, hubo un impulso inicial a las áreas de educación y transferencia de recursos financieros, para reducir costos relacionados con la falta de transparencia en las operaciones.
La alianza tiene cuatro componentes: dinámica público-privada, infraestructura de análisis de datos, infraestructura de desarrollo tecnológico y mercado de aplicaciones. Hasta ahora, esta alianza ha superado ampliamente sus expectativas: ha atendido a más de nueve millones de personas vulnerables en América Latina y sigue una tendencia clara de crecimiento.
Existen más de mil organizaciones vinculadas a esta red, con más de cien soluciones desarrolladas o aplicaciones desplegadas de forma distribuida en la red con más de 260 nodos activos en la alianza distribuidos en 18 países de América Latina y otras naciones. Estos nuevos desarrollos tienen no solo impacto económico, sino también potencial para mejorar la calidad de vida de las personas, crear empresas más eficientes que sean alternativas de crecimiento en comunidades vulnerables y difundir valores que apunten a una mayor equidad social.
Érika Hidalgo López, periodista
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