Sesenta años después de Maracay: Venezuela necesita más que nunca el aporte de sus gerentes

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Fotografía: Dividendo Voluntario para la Comunidad.

Un grupo de actores relevantes de la gerencia y la academia venezolana debatieron, convocados por el IESA y la AVE, sobre el papel social de la empresa en un momento tan complejo del país, para «recoger el testigo» de los pioneros que, hace seis décadas, abrieron el camino a una gerencia responsable y transformadora.


Entre el 17 y el 21 de febrero de 1963 se reunieron, en los amplios espacios del Hotel Maracay (en Venezuela, estado Aragua), más de cien altos ejecutivos y gerentes de compañías venezolanas y extranjeras, representantes del gobierno del entonces presidente Rómulo Betancourt, prelados de la Iglesia católica incorporados a la tarea educativa y el activismo social, intelectuales y expertos venezolanos y foráneos para reflexionar, por primera vez en el país, sobre el papel social de la empresa con una visión de largo plazo.

La convocatoria fue una idea afortunada del entonces presidente de la Fundación Creole, Alfredo Anzola Montauban, que contó con el impulso del histórico empresario venezolano Eugenio Mendoza Goiticoa y la Asociación Venezolana de Ejecutivos (AVE), precursora de la promoción de la gerencia profesional en Venezuela, fundada en 1957. Fueron cuatro jornadas de intenso trabajo, no solo por las densas e informadas exposiciones, sino también por el diálogo constante, cuyo fin fue acercar posiciones divergentes sobre la conducción del país y las actuaciones de un sector privado, que había limitado su acción social a la filantropía individual, y un Estado que tenía la vocación de controlarlo todo, gracias a la abundancia de la renta petrolera.

Seis décadas después el Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA) y la Asociación Venezolana de Ejecutivos decidieron no solo rendir tributo a ese encuentro de pioneros de la responsabilidad social empresarial, sino también tomar el testigo de aquella obra primigenia de reflexión y diseño estratégico, en una Venezuela radicalmente distinta. Hoy es necesario actualizar la definición de ese papel que se espera de las empresas, como parte de un hábito de solidaridad o un impulso humanitario y como parte estructural de su estrategia de producción y supervivencia.

En Maracay se logró cambiar el acendrado concepto de que lo que es bueno para la empresa es bueno para el país, por una necesaria inversión de términos: lo que es bueno para el país es bueno para la empresa.

El 25 de abril de 2023 se realizó en el IESA el foro «El reto de la responsabilidad social 60 años después de Maracay», como parte de las actividades del proyecto «Pensamiento Gerencial Venezolano», actualmente en desarrollo en el Instituto. En este foro se discutió sobre la evolución del concepto y la práctica de la acción social de las empresas a lo largo de estas décadas y se pusieron en perspectiva los retos para mantener y expandir esta estrategia en el futuro. Frank Briceño Fortique —uno de los fundadores del IESA, pionero de la gerencia profesional e impulsor del proyecto «Pensamiento Gerencial Venezolano»— comparó aquel encuentro con los «sínodos griegos, reunidos en ágoras, donde los pensadores defendían sus ideas políticas y filosóficas».

 

Gustavo Roosen: retomar las banderas

El presidente del IESA, Gustavo Roosen, señaló la pertinencia de rescatar el legado del seminario de Maracay, porque «fue punto de arranque para la generación de una cultura gerencial con caracteres propios, dinámica en sus conceptos, sustentada en valores y comprometida con el progreso integral de Venezuela» y añadió en su discurso de apertura del foro:

Solo las sociedades e instituciones que recuperan su memoria tienen la posibilidad de crecer y trascender. Recuperar el pasado es recuperar la función de la semilla, y estudiar para entender la riqueza de su transformación. Somos dueños y responsables de un legado que se forjó en un proceso de enriquecimiento de la gerencia y sus formas en Venezuela, un proceso que tuvo su origen en hombres inspiradores y propulsores que merecen ser recordados y honrados.

Para Roosen, los conceptos de la gerencia han penetrado no solo en las empresas, sino que se han asentado en las prácticas de otros actores sociales, lo que considera un avance. Pero deja claro que las realidades del país y del mundo conducen a nuevos retos que necesitan aproximaciones y conocimientos adaptados a las circunstancias.

La gerencia incluye y da respuesta a fenómenos actuales como la masiva difusión de la información, la virtualidad, la inteligencia artificial que son parte de los nuevos retos. Hasta ahora nos hemos ocupado de retos fundamentales de la producción, organización, relación hombre-trabajo, generación de riqueza y el reparto equitativo del valor social, pero tenemos que añadir nuevas preocupaciones y dimensiones.

Este evento debe dar un nuevo impulso a la maduración de nuestra gerencia, con una visión humanista de libertad, bienestar colectivo y convivencia. La responsabilidad social es un atributo de la gerencia, dijo Alfredo Anzola; es decir, una de sus funciones. La forma de entender esta responsabilidad ha permitido dar solidez a instituciones que son ejemplos de buen hacer para la sociedad, en los ámbitos de la salud, la cultura, el ambiente, la promoción de inversiones, la formación para el trabajo, entre otros.

El profesor del IESA Jean Yves Simon explicó el proyecto Pensamiento Gerencial Venezolano, inspirado por una idea de Frank Briceño Fortique, cuyo objetivo medular es recopilar, sistematizar, analizar y difundir la obra no solo académica, sino también práctica de la gerencia tanto en el sector público como en el privado en Venezuela. Si bien es cierto que la gerencia tiene principios, métodos y tendencias de alcance general, la realidad de cada país determina los modelos de gestión que son construcciones culturales.

Los países tienen sus propias singularidades, que vienen de su geografía, su historia y cultura. No hay dos países iguales, por lo que no vale copiarse. Se pueden tomar los mejores elementos de otras experiencias y adaptarlos a nuestra singularidad, pero el camino hacia el éxito es propio, exclusivo y único.

Este proyecto implica un trabajo de enorme alcance, pues incluye distintas líneas de investigación que van desde la recopilación bibliográfica hasta el estudio de casos de éxito, pasando por el análisis de opinión pública; por ejemplo, cómo han abordado los medios de comunicación la actividad empresarial. Como explica Simon:

Venezuela debe conocerse a sí misma en su singularidad, identificar sus obstáculos y, sobre todo, identificar sus fortalezas. El IESA tiene un papel fundamental en esta dinámica, porque somos una escuela que forma gerentes y líderes responsables. El papel del gerente es diseñar, construir y desarrollar organizaciones, velar por el uso óptimo de los recursos y garantizar la sostenibilidad del sistema. El IESA estudia el pensamiento gerencial venezolano como un pilar de la singularidad venezolana y una de sus fortalezas.

 

José María de Viana: la pobreza es la madre de todas las miserias

El presidente de la Asociación Venezolana de Ejecutivos, José María de Viana, recordó que esta institución es una de las pioneras en sacar los principios y prácticas de la gerencia moderna de los muros de las empresas para enfrentar problemas sociales. Según el directivo y también docente del IESA:

En marzo de 1957, un grupo de ejecutivos de empresas nacionales e internacionales fundaron la AVE, como una asociación civil sin fines de lucro, pero tampoco gremiales. Era una organización un poco rara, porque desde el principio su objetivo fue contribuir al desarrollo humano del país mediante el estudio y la práctica de los principios de la gerencia moderna.

Para la AVE los grandes problemas del país —especialmente la pobreza, que es la madre de todas las miserias que afectan a la sociedad venezolana—, se resuelven con la generación de riqueza y eso se logra con la creación de miles de empresas dirigidas por los principios de gerencia moderna, venezolanos competentes apasionados por las mejores prácticas.

De Viana, expresidente de las empresas Hidrocapital y Movilnet, recordó que en los años sesenta del siglo pasado Venezuela se convirtió en un país pujante, dejó de ser una nación palúdica y donde campeaba la miseria, por lo que los empresarios se vieron en la posición de contribuir con su experiencia y capacidad a la consolidación de una nación moderna.

 

Tres claves de Maracay

De Viana identifica tres elementos clave que se desprenden de las conclusiones del foro de Maracay. «La primera es que el futuro no existe, sino que se construye y para ser exitosos se requiere gente con competencias indispensables para construir riqueza con buenas prácticas gerenciales, un arte y ciencia que debe investigarse, estudiarse y difundirse».

«Como lo decía el padre José María Vélaz, de Fe y Alegría, un país con enseñanza estatista será un país con una prensa estatista, organizaciones sociales estatistas y, por supuesto, una economía estatista».

La segunda es que los grandes problemas de cualquier país, enfrentados por un liderazgo competente e inspirador, son generadores de unión y una gran energía que se logra al poner en sintonía la diversidad y el antagonismo de las personas. Y la tercera es que, en un país pobre,

… los problemas sociales son colosales y requieren las competencias de todos los gerentes, no solo de los del Estado. Participar activamente en la erradicación de la pobreza y todos sus males asociados es indispensable para lograr empresas prósperas, de manera que la acción social eficaz de la empresa no es solo un acto de filantropía, sino la mejor práctica gerencial.

 

Testigo presencial

La memoria de Frank Briceño Fortique, ejecutivo y pionero de la formación gerencial en Venezuela, es una fuente prodigiosa de experiencia, conocimiento y capacidad intelectual. La gerencia ha sido su campo durante décadas y, además, siendo muy joven, estuvo presente en Maracay en el cónclave seminal de la responsabilidad empresarial en el progreso social del país.

Maracay fue una cantera de ideas que se han convertido, muchas, en realidad. El tema de la educación fue el más discutido, y se plantearon soluciones urgentes con participación activa de las empresas en su promoción, apoyo financiero y desarrollo. La iniciativa privada ha cumplido, pero falta mucho.

Educación y salud fueron las dos grandes prioridades que se consensuaron en Maracay. Estas dos áreas siguen siendo, hoy, tareas pendientes en un país que ha retrocedido en no pocos frentes. Como explica Briceño Fortique, con la angustia de quien ha visto la posibilidad de construir un país distinto y mejor,

Hace sesenta años había escasos ocho millones de habitantes en Venezuela y más del cincuenta por ciento era menor de quince años, por lo que se creó un sistema educativo con amplia participación y sólido, mientras que hoy la enseñanza básica no enseña ni siquiera a leer correctamente. Ese es uno de los temas que debemos destacar. En los primeros veinte años de este siglo se ha quintuplicado el conocimiento en el mundo, pero en Venezuela se ha quintuplicado el descenso de la calidad educativa.

El veterano gerente venezolano enfatiza:

Maracay propuso un cambio fundamental, trascendental, que fue el paso de los mecenazgos personales a la acción social corporativa, que con el tiempo se fue afianzando. Con esa inspiración, se logró cambiar el acendrado concepto de que lo que es bueno para la empresa es bueno para el país, por una necesaria inversión de términos: lo que es bueno para el país es bueno para la empresa.

Nuevas generaciones de gerentes deben incorporarse a la construcción de un modelo de responsabilidad social realmente eficiente. Hay mucho por hacer; pero es importante entender que es necesario repetir la experiencia del consenso de Maracay.

¿Qué se planteó? ¿Qué se logró?

La primera mesa de debate se dedicó a presentar el balance, puesto en perspectiva, de aquella jornada sobre gerencia responsable en Maracay. El profesor del IESA Alejandro Cáceres señaló que, con la llegada de las grandes petroleras al país, comenzó una estrategia más estructurada de acción social. Sin duda, la industria petrolera —sostén histórico de la economía venezolana desde la segunda década del siglo XX— necesitaba servicios, proveedores y personal más calificado y en mejores condiciones, por lo que la inversión en planes de salud y educación fue una necesidad rápidamente detectada.

Junto con las petroleras, prácticamente en simultáneo, aparecieron o se consolidaron «grandes empresas nacionales como el Grupo Mendoza Goiticoa, el Grupo Vollmer, Empresas Polar y La Electricidad de Caracas, entre otras, que tomaron iniciativas de alcance social para darle solución a temas de educación, salud, agricultura, deportes y vivienda», primero para sus trabajadores y luego avanzaron hacia escenarios más amplios, destacó Cáceres.

En el cónclave de Maracay se abordaron los grandes problemas sociales del país, con énfasis en la educación, y el papel social de la empresa que podía ser más estructurado y ganar mayor alcance. Los últimos dos días se utilizaron para una reflexión estratégica que permitió idear proyectos, mecanismos de implantación y de gestión. Cáceres explicó la pertinencia y la oportunidad del seminario:

Ese fue un ejemplo de una verdadera reflexión estratégica. Cuando se analiza la agenda de este evento, uno ve una curaduría muy importante y cuidadosa, se ve la mano de una multinacional líder a escala, la Standard Oil de New Jersey, hoy ExxonMobil, que estaba representada en Venezuela por Creole, para escoger a invitados con alta relevancia, influencia y capacidad para conseguir objetivos concretos de largo aliento.

Justo cuando había una nacionalización petrolera en cámara lenta, es importante que la Fundación Creole diera este paso para realmente sembrar el petróleo en Venezuela, porque el haber propiciado ese evento, acercado a estas empresas, fue un paso de proyección histórica en la conciencia cívica de nuestro mundo empresarial, como dijo Iván Lansberg Henríquez.

A renglón seguido participaron en el foro del IESA dos presidentes de organizaciones surgidas de la inspiración del encuentro de Maracay sobre responsabilidad social en el progreso de Venezuela: Diana Vegas Castro, del Grupo Social Centro al Servicio de la Acción Popular (CESAP), y Amarú Liendo, del Dividendo Voluntario para la Comunidad (DVC). Vegas Castro explicó que el CESAP es una red de 19 ONG con cobertura nacional que está a punto de celebrar su cincuentenario: «Atendimos a 200.000 personas en 2022, con un equipo de 700 personas». Cada vez el trabajo de acción social se vuelve más complejo, debido a la situación política y económica del país:

Muchos de los angustiosos presagios que se hicieron en el foro de Maracay se han cumplido al pie de la letra. Como lo decía el padre José María Vélaz, de Fe y Alegría, un país con enseñanza estatista será un país con una prensa estatista, organizaciones sociales estatistas y, por supuesto, una economía estatista.

Pero la red se ha valido de una larga experiencia gerencial para mantener sus programas funcionando, con menos recursos disponibles. El CESAP ha cumplido una extensa tarea de educación de adultos en barrios populares y promoción del emprendimiento, con la idea de que «las personas sean útiles a sí mismas y a la sociedad; que se ocupen de sus propias vidas».

Es imposible la existencia de empresas sanas en sociedades enfermas, por lo que la acción social no admite demora ni desmayo.

El CESAP consiste en un conjunto de organizaciones sociales descentralizadas que comparten un patrimonio común, unas reglas, una planificación y un sistema de trabajo social mediante alianzas. Con esta experiencia, «fundamos Bangente para financiar pequeños emprendimientos, y el padre Armando Jansens fue su presidente, mientras que con el sector privado se han hecho muchos programas de responsabilidad social». Diana Vegas aclara:

Somos sin fines de lucro, pero también sin fines de pérdida, con una administración solvente, sólida y cuidadosa, y así hemos logrado trascender dos generaciones. Ahora queremos crear una Universidad de Innovación Social, con el nombre de Armando Jansens, para convertir en conocimiento el trabajo social, toda esa experiencia, para promover una acción social con excelencia.

De izquierda a derecha: Diana Vegas Castro, Ramón Piñango, Alejandro Cáceres y Amarú Liendo.

Una experiencia de cooperación internacional

Amarú Liendo es un joven ejecutivo que dirige una de las más antiguas entidades empresariales focalizadas en la acción social, el Dividendo Voluntario para la Comunidad (DVC), cuya historia es un ejemplo concreto de responsabilidad social ejercida con seriedad, transparencia y buena planificación. En un momento histórico en el que la imagen del empresariado ha sido atacada sistemáticamente, el DVC se ha propuesto valorar el impacto de la responsabilidad social privada: la Universidad John Hopkins (Baltimore, Maryland) certificó que el DVC es un modelo único en el mundo de institución empresarial socialmente comprometida.

«No somos una ONG o una fundación creada por las empresas, sino una institución orgánicamente empresarial que destina parte de sus dividendos al trabajo social», expone Liendo para separar las aguas.

La labor del DVC se ha ido transformando, porque la responsabilidad social corporativa ha mutado en los últimos años. Lo que hacíamos hace cuarenta o cincuenta años, y lo que nos atrevemos a hacer en los últimos veinte, son casi logros heroicos. Hoy, con una destrucción del parque empresarial venezolano enorme, parece impensable que haya empresarios con voluntad de tener iniciativas sociales; pero los hay y son muchos.

Una parte sustancial del trabajo del Dividendo es gestionar sobre el terreno ayuda internacional que ha llegado, debido a la larga crisis económica que ha padecido Venezuela.

Los programas de ayuda humanitaria han generado tranquilidad y contención social; pero esos fondos han venido en declive. El Dividendo vio una oportunidad en la contribución para gestionar los más importantes programas de Unicef en educación y salud, y nos vimos obligados a incorporar nutrición, porque el niño que no come no aprende. Las escuelas son centros de reunión para la entrega de alimentos y que esa actividad incentive la labor educativa.

Liendo ofrece un dato concreto: más de 500.000 venezolanos de escasos recursos, especialmente población en su primera infancia, se han beneficiado de los programas del DVC con fondos internacionales.

Liendo explica que la calidad gerencial del DVC ha sido determinante para seguir ejecutando programas de apoyo a sectores vulnerables, especialmente niñas y niños. Le preocupa el evidente deterioro nutricional de un creciente porcentaje de la población infantil, que no recibe una alimentación adecuada durante los primeros mil días de vida, un período crítico para el desarrollo posterior.

Hace sesenta años un grupo de venezolanos con roles protagónicos discutió sobre estrategias que pusieron la educación y la salud como prioridad, lo que significó que durante las siguientes décadas se desarrollaron programas educativos y sanitarios que incidieron en generaciones de venezolanos más sanos, con más capacidades. Hoy eso está en riesgo y es posible que, en diez, quince o vente años nuestros muchachos no sean tan rápidos y tan pilas; que nos parezcamos más a los países más pobres. Los niños que no recibieron asistencia no pueden echar la historia atrás. El mejor momento para plantar un árbol es hoy.

 

Con la caja abollada

A Germán Toro Arévalo, presidente de Corpañal, le preocupa el financiamiento de la responsabilidad social empresarial. Con la visión de un empresario experimentado, Toro señala que es imposible la existencia de empresas sanas en sociedades enfermas, por lo que la acción social, a su juicio, no admite demora ni desmayo.

Aún con la «caja abollada» los gerentes venezolanos deben encontrar fórmulas de hacer trabajo social, por lo que propone acciones de pequeña escala, que impacten a trabajadores y al entorno social de cada compañía. El voluntariado es una herramienta inestimable en este tipo de estrategias. Por ejemplo, habla de gerentes que dediquen tiempo a enseñar en las escuelas locales, apoyar trabajos de rehabilitación de espacios. Para este tipo de tareas no se requieren grandes erogaciones de recursos, sino altas dosis de voluntad y creatividad.

Hay que echarle pichón y seguir adelante, porque tenemos muchísimo por hacer, aun sin recursos. Las empresas venezolanas tienen que reforzar las alianzas, como la Alianza Social de VenAmCham, para compartir información y experiencias de buenas prácticas. Al final, nadie se pone a inventar la rueda solo. Las empresas deben aportar a las organizaciones sociales muchas de sus fortalezas.

De izquierda a derecha: Claudia Valladares, Ramón Piñango, Gustavo García y Germán Toro Arévalo.

Empresas B

Por su parte, Claudia Valladares, presidenta de Impact Hub Venezuela, se focaliza en las nuevas tendencias gerenciales que incluyen desde su génesis la responsabilidad social empresarial como un principio transversal en sociedades que se preocupan por la transición energética, los efectos del cambio climático o los desbalances sociales. A su juicio, hay que promover un nuevo modelo de organización de «triple impacto»: social, ambiental y financiero, porque, al final, ninguna empresa puede ser socialmente responsable si no es igualmente rentable.

El modelo de Empresas B es la concreción de una estructura de negocios que incluye, desde su génesis y propósito, elementos de sostenibilidad ambiental, compromiso social, transparencia, exigentes estándares de gobierno empresarial y vinculación activa con el entorno social. La diferencia de este modelo es que la responsabilidad no se entiende como una función de la empresa, sino que es parte del modelo de negocio mismo.

Valladares cita ejemplos como la fabricación de productos plásticos, a partir de semillas de aguacate y de otras especies vegetales. «Tenemos 17 objetivos claros que plantean diferentes retos que nos sirven para definir los impactos que queremos generar. Estos objetivos se pasean por el hambre cero, fin de la pobreza, la paz, la protección del mundo submarino, la ecología y las alianzas estratégicas con sectores sociales».

En el mundo, cuenta la ejecutiva, hay 7.000 compañías certificadas como Empresas B, de las cuales mil son latinoamericanas y solo cinco venezolanas. La generación de productos y servicios sostenibles en el país es un gran reto pendiente: «Las empresas deben generar el valor compartido del que hablaba el profesor Michael Porter: por cada dólar que se genera de utilidad habría que dedicar otro dólar a producir valor social o ambiental».

 

Déficit alarmante

Desde su perspectiva académica, el vicerrector administrativo de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Gustavo García, expone datos alarmantes: en el país se acumula un déficit de 250.000 educadores y los centros académicos gradúan alrededor de mil profesionales por año.

Un reto como este debería convocar a todos los sectores. En la universidad estamos pensando en una fórmula urgente, porque la demanda por período lectivo no alcanza a más de quince alumnos. Hay una ausencia de interconexión institucional, graves deficiencias y diferencias de calidad en todo el país y ausencia de subsidios.

Estamos evaluando una doble malla curricular para que todas las carreras tengan un componente docente, con contenido específico, mucho más transversal y con estímulos claros para que estos estudios tengan un valor agregado. No es lo mismo decirle a una persona que estudie educación para pasar trabajo toda la vida, que decirle «estudia lo que quieras, pero también sé educador».

García mira más ampliamente el panorama y plantea la necesidad de utilizar herramientas gerenciales para enfrentar los retos del presente y vislumbrar los del futuro.

Hay dos errores en la gerencia que son la miopía sobre el largo plazo y la presbicia, que es la incapacidad para ver las urgencias. Esas dos agendas no son inconexas, debemos pensar en iniciativas que nos ayudan con las dos cosas. El corto plazo pone el foco en sostenibilidad y eficiencia, y el largo plazo planifica calidad, productividad y una agenda de recrecimiento en el país.

El vicerrector administrativo de la UCAB invita a las empresas a intervenir activamente en un rediseño integral del modelo educativo, basado en nuevas tecnologías, más conectado con el ámbito global y con la realidad circundante. Que salga en definitiva del paradigma del aula con el docente presente y desconcentre y descentralice el proceso enseñanza-aprendizaje.

Debemos entender a los jóvenes de hoy, porque tienen aspiraciones muy diferentes. Ya las carreras largas no son llamativas. Los jóvenes pueden acceder al conocimiento por muchas vías, las cuales incluso pueden gestionar por sí mismos. El modelo tiene que cambiar hacia un proceso que permita una incorporación más temprana al mercado de trabajo.

 

Naím: la división absoluta entre Estado y mercado ya no existe

Uno de los profesores más reconocidos que ha pasado por las aulas del IESA, exministro, escritor y comentarista de ámbito internacional, Moisés Naím, señala que «hace tiempo hay un debate sobre el rol de la empresa y es útil ver el pasado para prever un posible futuro. En este sentido, el caso de Venezuela es complejo, porque ojalá esta tragedia presente no determine profundamente el futuro».

Naím recuerda que tres ciudades han sido escenarios históricos de importantes avances en la definición del papel social de la empresa privada: Chicago, Maracay y Washington. Chicago, porque allí el economista y ganador del premio Nobel, Milton Friedman, estructuró su visión del papel de la empresa en la sociedad, el cual queda reducido esencialmente a la generación de riqueza para sus accionistas, quienes podrían decidir si apoyan causas sociales.

Muchos años después, en 2019, justo antes de la pandemia de la covid, se reunió la mesa redonda de los grandes empresarios de Estados Unidos, que congregó a 181 presidentes de las principales empresas. La principal conclusión de ese encuentro fue que la empresa debe ampliar su papel para generar valor a sus públicos relacionados o stakeholders, que incluyen trabajadores, proveedores, clientes, poblaciones vecinas, organizaciones sociales y otros grupos con los que la organización tenga relaciones. Esta determinación finaliza el debate abierto por Friedman y deja claro que la empresa tiene una responsabilidad social intrínseca, que no se puede desligar de su entorno y que ningún negocio es viable si no genera riqueza que pueda ser compartida.

Maracay, con el seminario sobre responsabilidad de la empresa venezolana, resultó ser un antecedente notable. «Aquellos líderes que se reunieron hace sesenta años habían dicho exactamente lo mismo que los actuales CEO estadounidenses, pero con un extraordinario sentido integrador».

En Maracay germinó la idea de que la empresa no podía ser un organismo aislado de la sociedad, sino que forma parte de un sistema que la obliga a trascender sus fines más básicos para hacer otras cosas, y así nació el Dividendo Voluntario para la Comunidad. También ese evento influyó en la necesidad de fundar una entidad como el IESA para formar gerentes con esa visión.

Naím, miembro del Fondo Carnegie para la Paz Internacional, anticipa un profundo cambio de alcances nunca vistos históricamente. Entre esas transformaciones destaca:

La división absoluta entre Estado y mercado ya no existe. Las categorías se desdibujan, vivimos el furor de la inteligencia artificial y hay quienes dicen —y yo estoy de acuerdo— que esta tecnología va a transformar profundamente la experiencia del ser humano, de una manera radical. Como toda nueva tecnología viene acompañada de bendiciones y maldiciones, lo que, entre otras cosas, nos va a obligar a repensar la educación.

Venezuela va a tener que entrar en un proceso amplio y masivo de educación de adultos y a distancia. Tenemos suficientes indicios de que las dos últimas generaciones se perdieron en materia educativa y hay que recuperarlas. Eso no se va a lograr en edificios y con un modelo tradicional, aunque el Estado y el sector privado se comprometan en el proceso. Ese modelo no es rentable en términos de escala, velocidad y calidad del contenido que permita a acceder a un conocimiento más amplio. Por supuesto, se esconden premios y castigos, pero será un proceso menos desigual.

 

Vollmer: ¿y ahora qué?

El foro «El reto de la responsabilidad social 60 años después de Maracay» concluyó con una intervención de Gustavo Julio Vollmer, presidente de Mercantil Servicios Financieros y del Consejo Directivo del IESA, en la que resumió el amplio abanico de temas tratados durante el evento. Experimentado hombre de empresa, Vollmer valora los entornos y las condiciones en los cuales la empresa tiene que moverse y hace una comparación clave:

En el 63 había una economía vibrante, en el 2023 hay una economía golpeada. En el 63 había pocas instituciones y ahora hay muchas, de paso, probadas. En el 63 probablemente había poca experiencia, y ahora hay una gran experiencia acumulada. En el 63 no había la tecnología de hoy, mientras que ahora existe una tecnología que puede disruptiva, pero es extraordinaria, que puede recortar brechas. En el 63 había un sector privado pujante y emprendedor, hoy tenemos un sector privado abocado más a sobrevivir y con menos recursos.

Por lo tanto, señala, la complejidad de los retos actuales es absolutamente incomparable, aunque existan más herramientas y posibilidades; sin embargo, la diferencia la sigue marcando el liderazgo, el gerente: «Y mi pregunta ahora es si hay el compromiso de hacer esa Venezuela que necesitamos. Si no hay compromiso cada quien se puede a ir a su casa».

Algunos pensarán que hay que apagar la luz e irse, pero yo creo que no. Creo que, cuando tenemos problemas muy grandes, debemos pensar en soluciones posibles, ejecutables en etapas para enfocarnos en resolver el problema progresivamente, con decisión y visión de conjunto.

La aspiración que yo tengo es que este encuentro sea una mecha que se convierta en fuego. Aspiro a que este evento sea renovador de esperanza, sea un instrumento para aumentar el compromiso con nuestro país, y concentrarnos en los más necesitados. Nos toca avanzar y preguntarnos: ¿Y ahora qué vamos a hacer?


Érika Hidalgo López, periodista.

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