El gobierno chino está dando pasos para que los inversionistas de su país puedan adquirir títulos financieros en el exterior, lo que facilitará la diversificación de carteras y evitará la formación de burbujas. El acceso de los chinos a los mercados internacionales es una tendencia irreversible, pero tendrá marchas y contramarchas.
Carlos Jaramillo / 15 de julio de 2021
Una de las grandes aspiraciones de los gobiernos occidentales es que los bancos de sus países tengan acceso a los distintos segmentos del gran mercado financiero chino. Pero el proceso de apertura no ha sido sencillo. Han surgido objeciones de todo tipo: asuntos de seguridad nacional y competencia entre los reguladores chinos y estadounidenses para supervisar las empresas que cotizan en ambos mercados, mezclada con las reticencias naturales de los actores locales, han hecho que los bancos extranjeros hayan tenido que ir labrando su presencia en el país mediante alianzas con instituciones locales.
Este proceso de apertura ha dejado en segundo plano el desarrollo de otra opción: que los inversionistas chinos salgan al exterior en busca de servicios financieros, especialmente en el caso de las personas naturales. El control cambiario vigente en China permite a los individuos comprar hasta 50.000 dólares anuales en divisas, que pueden destinarse a educación, turismo, cultura, etc. Pero nunca ha sido concebida una ventana para la salida de capitales. En el pasado, los productos financieros diseñados para aprovechar esta opción —que en el fondo eran mecanismos de fuga de divisas— fueron rápidamente prohibidos.
Ahora las autoridades locales están considerando la posibilidad de que las cuotas de divisas puedan utilizarse, sin autorización previa, para adquirir acciones y pólizas de seguro. Otro canal para dar acceso a los inversionistas chinos a títulos financieros extranjeros es su participación en un Inversionista Institucional Nacional Calificado (QDII, por sus siglas en inglés): un banco o compañía de seguro que puede vender participaciones en grupos de instrumentos de renta fija y variable comprados en los mercados internacionales. Tal mecanismo existe desde 2006 y en junio de 2021 las autoridades locales autorizaron a las instituciones participantes en el programa nuevas compras de hasta 10.000 millones de dólares en títulos valores.
Los activos financieros de los hogares chinos han crecido en las dos últimas décadas en un promedio de 15,5 por ciento anual. De allí que el monto de dinero invertible de este segmento de inversionistas será del orden de 46,3 billones de dólares para el año 2025. Por ello, los grandes bancos de inversión estadounidenses y europeos tratarán, en alianza con actores locales, de tomar una tajada de este negocio.
La apertura del flujo de capitales chinos no es un asunto trivial. Se calcula que unos tres billones de dólares entrarían anualmente a los mercados financieros internacionales, si solo el diez por ciento de los hogares chinos destinara su cuota de divisas a la compra de activos financieros en el exterior. Al fin y al cabo, se está hablando de una clase media cercana a los 500 millones de personas.
La incursión de los inversionistas chinos en los mercados financieros internacionales debe verse desde diferentes ángulos. Por un lado, su presencia en los mercados de renta fija contribuirá a la baja de las tasas de interés en los países occidentales. Por otro lado, los procesos de liberalización económica de China no se caracterizan por ser lineales. Si bien a largo plazo la economía china necesita mayor integración con el resto de la economía mundial, habrá avances y retrocesos causados por la volatilidad de los mercados financieros internacionales y los reacomodos políticos dentro del Partido Comunista, pues no todos los grupos que coexisten dentro del partido ven la apertura económica con los mismos ojos.
Hay que considerar, adicionalmente, el potencial impacto de los inversionistas institucionales chinos en el gobierno de las empresas occidentales de oferta pública, si por medio de sus vehículos de inversión pueden concentrar grandes bloques accionarios. En el camino habrá cabildeo para limitar la presencia china en la propiedad de compañías de oferta pública que puedan considerase estratégicas.
Es muy probable que los gobiernos de China y Occidente exijan la nivelación del terreno de juego, para que sus empresas nacionales sean medidas con el mismo rasero al inscribir sus acciones en los mercados de valores chinos y occidentales. Sin duda alguna, los reguladores occidentales presionarán para que haya mayor transparencia en la emisión de información y en el gobierno de las empresas asiáticas.
El camino de la apertura de los mercados financieros para los pequeños inversionistas será lento y tortuoso. Las recompensas económicas para los bancos occidentales serán cuantiosas y, al final, se expandirá el menú de las estrategias posibles para todos los actores de un mercado global.
Carlos Jaramillo, director académico del IESA.
Este artículo ha sido publicado en alianza con Arca Análisis Económico.