Coriolano, general shakesperiano

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Escena de Coriolano, de Shakespeare. Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida (España), 2025

Shakespeare apeló a un polémico general romano para crear su texto más político sobre el poder, con el complemento de un personaje femenino, Volumnia, su madre, un nuevo tipo de personaje femenino por su poder y capacidad de convicción.


 

Shakespeare recurrió a las Vidas paralelas de Plutarco para producir su obra más política: Coriolano. Acostumbrado a trabajar con crónicas, en esta ocasión empleó una con bastante probabilidad de veracidad sobre Cayo Marcio, general romano del siglo V a. C. y conquistador de Corioles, capital de los volscos, en el centro de la península itálica, acción que le mereció el nombre de «Coriolano».

Cayo Marcio Coriolano es un personaje semilegendario porque, salvo Plutarco, quien lo describe «vehemente e irreductible en la guerra», poco o nada se sabe de él. Fue muy dependiente de su madre, Volumnia; se casó con una mujer a gusto de ella y habitó siempre en su casa.

La plebe tuvo cinco tribunos en el Senado, entre los cuales se destacaron Julio Bruto y Sicinio Beluto. Sicinio ordenó que Marcio fuese condenado a muerte y arrojado desde la Roca Tarpeya, aunque la decisión final fue desterrarlo. Consecuencia del destierro, traicionó a Roma al aliarse con los volscos. Cuando se preparaba para atacar a Roma, se interpuso su madre. Marcio resultó un personaje sin pertenencia nacional y fue víctima de una muchedumbre que lo mató sin pena ni gloria.

Shakespeare ofrece una síntesis de los grandes temas en el primer acto. Es claro el contenido social y político, por exponer los temas económicos y militares, además de los perfiles de Coriolano y Volumnia. Con un lenguaje realista, dentro de los cánones barrocos de la época, en Coriolano la dimensión pública del conflicto (economía, política y guerra) es más importante que la privada de las relaciones de los personajes, con excepción de la dependencia hijo-madre. Las situaciones sociales transcurren articuladas por los temas políticos y Shakespeare perfila al protagonista como sujeto y agente de las situaciones; en particular, su liderazgo militar y su conflicto con los plebeyos romanos.

 


Con un lenguaje realista, dentro de los cánones barrocos de la época, en Coriolano la dimensión pública del conflicto (economía, política y guerra) es más importante que la privada de las relaciones de los personajes, con excepción de la dependencia hijo-madre.


Un primer acto modélico

El primer acto es una síntesis de la estructura general de las situaciones que el espectador verá en sus desarrollos y representa los temas y los agentes principales de la fábula: la economía, la política y la guerra, Coriolano, Menenio y Volumnia. A diferencia de otros personajes shakesperianos, Coriolano carece de profundidad subjetiva; no reflexiona sobre el sentido de su existencia. Siempre se proyecta fuera de sí sin pausa y sin mirar hacia atrás.

Economía y política

Ciudadano I, central en el primer acto, es crítico sobre la situación social de Roma. «¿Estáis todos resueltos a morir antes de fenecer de hambre?», pregunta. ¿Resueltos a morir por qué? Sin una respuesta que la aclare, añade: «Primeramente sabéis que Cayo Marcio es el principal enemigo del pueblo» y completa: «Matémosle, y tendremos trigo al precio que nos cuadre».

Esta presentación de la situación económica y de Coriolano ocurre justo al comenzar la fábula. El propósito de Shakespeare es representar el poder despótico. Para Ciudadano I, Cayo Marcio es un impedimento para tener trigo a buen precio, porque el que se vende en Roma es inasequible a la población, por lo que el pueblo pasa hambre y está dispuesto a morir luchando por precios justos. En Roma, dice Ciudadano I, hay diferencias de clases entre los patricios y la mayoría de la población, delgados y en la miseria, razón por la cual la alternativa es la venganza para no morir.

Shakespeare centra su discurso inicial en esta situación económica y social. El principal enemigo es Cayo Marcio, «un verdadero perro para la comunidad». Pero, deslindados los polos de la situación (patricios y plebeyos, buenos y malos ciudadanos, abundancia y pobreza), el tema económico es relegado por el político y militar.

Menenio neutraliza la protesta con la historia de la importancia del estómago como depósito que alimenta a las otras partes del cuerpo humano, para resaltar la importancia del Senado. Habla el político hábil que defiende el statu quo ante la resistencia de Ciudadano I y será perenne defensor de Coriolano.

En la situación inicial, las fuerzas sociales en tensión están representadas por estos dos personajes. La discusión política se centra en el hambre de los ciudadanos y cómo resolverla. El precio del trigo es la llave para solucionar la crisis, causa de motines populares. Pero los argumentos no convencen a Ciudadano I: «Consienten que reventemos de hambre y sus almacenes rebosan de granos», mientras que Menenio defiende a los senadores de Roma.

Coriolano aparece para completar la presentación del tema económico e incorporar el del poder y la guerra. Se expresa en términos despectivos sobre los ciudadanos y afirma su posición de clase. Su lenguaje es el de un militar y político desde una posición de poder. «Tunantes», «pobre sarna» y «perros» son las palabras con las que se refiere a los ciudadanos. Shakespeare pone en su boca un logro de los ciudadanos, que obtuvieron cinco tribunos en el Senado, y acepta esa designación con la que no estuvo de acuerdo.

El tema económico lo completa el perfil del protagonista, cuya persistente oposición a los plebeyos tendrá consecuencias que darán significado final a la tragedia. Bruto y Sicinio cierran la primera escena del primer acto con una crítica a Coriolano: lo tildan de orgulloso por valiente y benefactor de los honores militares que corresponden a Cominio.

La guerra y la política

De inmediato, Shakespeare presenta el tema de la guerra contra los volscos con fuerza suficiente para relegar el económico, mientras construye la figura de su protagonista incorporado al comando de las tropas romanas bajo el mando superior de Cominio.

La guerra es la situación social central en la que sobresale Marcio Coriolano. Por eso, el resto del primer acto se resuelve en una macrosituación militar frente a Corioles, en la que ambos bandos luchan y resalta, por supuesto, Marcio, que domina la ciudad.

Shakespeare crea una situación de guerra consistente y ubica en ella a su personaje, una «máquina de matar». Por eso, a partir de la cuarta escena, el primer acto está dedicado a la guerra contra los volscos y el papel que desempeña Marcio, que ingresa a la ciudad, de la que sale poco después ensangrentado y victorioso. Cominio lo consagra: «¡Cayo Marcio Coriolano! ¡Lleva siempre dignamente este nombre añadido al tuyo!».

Tal distinción es el inicio de un ascenso que conduce al personaje hacia su trágico final, por su carácter clasista y la oposición que siempre le enfrenta. Coriolano es elevado a la categoría de héroe militar.

Coriolano solo sabe guerrear y matar; además, es irreductible como patricio o aristócrata, y desde esta condición juzga a la plebe. Se exhibe manchado de sangre suya y de sus víctimas, y no permite debilidades en la guerra. Se goza con la sangre: «La sangre que vierto es más bien una sangre saludable que un peligro para mí». Cuando regresa de combatir, Cominio lo ve «desollado vivo» y lo califica «flor de los guerreros». Pide ser lanzado contra sus enemigos y su moral es aristocrática: «Una muerte valerosa tiene mayor peso que una vida indigna». En Coriolano la imagen de la sangre es más fuerte que en Macbeth. Macbeth tiene conflictos de conciencia con sus manos ensangrentadas, Coriolano la disfruta.

¿Para qué construir un personaje con tal perfil? Es un personaje militar en nada semejante a otros, puesto que no se detiene en soliloquios y monólogos subjetivos, salvo pequeñas frases ante su madre. Es una individualidad construida hacia afuera. Lo suyo es combatir, matar y vencer.

Coriolano-Volumnia

Shakespeare presenta en la tercera escena a Volumnia y Virgilia, madre y esposa del protagonista. Crea un duelo de oponentes que incorpora una dimensión privada a la fábula, cuyas consecuencias en su desarrollo y desenlace son cruciales.

Al comienzo, Shakespeare dio una primera señal sobre Volumnia y sus relaciones con su hijo. Cuando Ciudadano I habló del orgullo de Marcio, comentó que lo que hizo en el campo militar «fue por agradar a su madre y, sobre todo, por satisfacer su orgullo».

Volumnia se desborda en elogios a su hijo. Presenta una imagen de él en nada parecida a la de Ciudadano I. Ella lo preparó y estimuló para que combatiera: «Le envié a una guerra cruel, de donde regresó con la frente teñida con la corona de roble». Se lo imagina derribando por tierra a Aufidio y obligando a los volscos a huir.

En este primer acto, los personajes construyen el perfil del protagonista. Destacan su ferocidad militar, precisan su enemistad política y Volumnia se goza en su heroísmo sangriento. También queda establecido su oponente militar, Aufidio, líder de los volscos, siempre derrotado por Coriolano y quien no pierde la esperanza de vencerlo.


Coriolano es un personaje contradictorio en su marco social, tal como lo describe un empleado del Capitolio: «Es un valiente camarada, pero un orgulloso del diablo y no ama al pueblo».


 

Desarrollo de la fábula

El desarrollo de la fábula comienza con la exaltación del heroísmo de Marcio Coriolano, en la que participa Volumnia, y el anuncio de que será cónsul en premio por su heroísmo en la defensa de Roma. Su triunfo militar tiene la consecuencia de ese reconocimiento político, a pesar de las reservas de los tribunos Sicinio y Bruto por su posición aristocrática, mantenida con consecuencias trágicas.

Coriolano es un personaje contradictorio en su marco social, tal como lo describe un empleado del Capitolio: «Es un valiente camarada, pero un orgulloso del diablo y no ama al pueblo». Shakespeare resalta las virtudes guerreras y el carácter altivo de su personaje para acentuar las contradicciones, porque para ser designado cónsul debe presentarse ante el pueblo y cumplir la formalidad de solicitarlo, a lo que se resiste su orgullo. Shakespeare presenta una larga discusión en torno a su actitud: Coriolano acepta ese requisito institucional a regañadientes y se rebela con expresiones irónicas; se siente obligado a mendigar lo que merece por derecho propio ganado en el campo de batalla.

En las primeras situaciones de la fábula, Coriolano no manifestó deseo de ser cónsul. Los hechos sucedieron en una relación de causa-efecto: sus triunfos militares le merecieron el apelativo de Coriolano por haber tomado la ciudad de Corioles y, después, la dignidad de cónsul. En el proceso desempeñan papeles críticos Junio y Sicinio —quienes insisten en destacar a Coriolano como «enemigo tenaz de los plebeyos» con la consecuencia de haber «elegido a un cónsul que les quitará sus libertades»— y Menenio, quien siempre argumenta a su favor. La consecuencia es el arrepentimiento de casi todos los ciudadanos por haberlo elegido.

Shakespeare opone dos situaciones políticas que determinarán el destino de Coriolano. Las coloca en forma sucesiva para acentuar el contraste. En la primera, Coriolano se queja ante Menenio y Volumnia, quienes insisten en convencerlo para que actúe ante el pueblo de manera distinta a su carácter. Ella, en particular, sobresale con un alto sentido pragmático de la política al que apela para tener ascendencia sobre su hijo. No es el momento de aferrarse a principios aristocráticos, sino de obtener logros políticos, como el de ser designado cónsul. Se trata de emplear los mejores medios para obtener el fin deseado. Por eso ella se pone como ejemplo: «Tengo un corazón tan violento como el vuestro, pero poseo una cabeza que sabe aprovechar mejor su cólera».

En Volumnia la razón prima sobre las emociones. Shakespeare hace juego político y representa un personaje pragmático que relega principios y valores en beneficio del fin propuesto; por eso critica a su hijo ser «demasiado absoluto» en sus posturas ante la plebe.

Coriolano acepta sus consejos, consciente de que le han «encargado un personaje que no representaré jamás al natural». Volumnia no cede en su acoso cuando remata: «Si quieres tener mi alabanza por esta nueva acción, consiente en representar el papel que no has representado todavía». Coriolano se resigna a representarlo ante el pueblo para poder ser elegido cónsul.

Puesto en una situación límite, Coriolano se doblega ante los argumentos de una mujer, su madre, pero mantiene su animadversión contra el pueblo y, confiado en que el asunto no tendrá peso, se dirige al foro donde será la elección. Allí lo esperan Sicinio y Junio, sus más radicales críticos y oponentes, quienes complotan contra él. Conociendo su carácter, emplean la estrategia de irritarlo y hacerlo perder cualquier moderación para derrotarlo.

Coriolano llega manso, con una invocación a los dioses para mantener la seguridad de Roma. Menenio recuerda los servicios militares que ha prestado, las heridas que marcan su cuerpo y pide comprensión para su lenguaje: «Pensad que es el lenguaje de un soldado y no el de un hombre que os odia».

Pero las posiciones de clase son irreductibles. Coriolano es acusado por Sicinio de querer abolir en Roma «todos los poderes establecidos por el tiempo y de marchar por caminos tortuosos a la tiranía». Entonces, Coriolano pierde su forzada compostura y se manifiesta en todo su carácter soberbio y violento: «No compraré su clemencia al precio de una buena palabra, ni refrenaré mi cólera por todo lo que puedan dar».

Por carecer de la cabeza fría de Volumnia, Coriolano cae en la trampa de sus enemigos y permite a Sicinio recordar «su odio contra el pueblo, buscando los medios de despojarlo de su poder». La intemperancia de Coriolano alcanza su clímax. Tilda a sus acusadores de jauría de ladrones, de desterrar a sus propios defensores y se asume apátrida, pero no se doblega. Y se despide de manera lacónica pero elocuente: «¡Hay un mundo en cualquier parte!».

Shakespeare cierra la primera parte de su tragedia con el retrato en crisis de un personaje imponente, con un carácter intransigente en asuntos sociales y heroicos por sus méritos militares. El asunto del trigo quedó como un tenue telón en segundo plano, que disminuirá aún más en el desarrollo de la segunda parte de la fábula (IV y V), determinada por el componente militar y político.

El destierro de Coriolano, lejos de resolver la crisis, la acentúa. Además, Shakespeare no descuida la relación de dependencia que tiene con su madre, cuando se despide de ella y de Menenio. Ella enfrenta a Sicinio y Junio, y deja constancia de sus maldiciones y la cólera como su aliento por «desterrar al que ha sacudido más golpes en favor de Roma». Además, los nobles no se resignan al destierro: «Se hallan dispuestos en la primera ocasión a quitar todo el poder a los plebeyos y a privarles de sus atributos para siempre».

En la introducción a la segunda parte de la tragedia, Coriolano padece el destierro, se propone tomar venganza contra Roma y muere de manera casi miserable. El proceso ascendente de la primera parte hasta la crisis del destierro pasa ahora a uno de desintegración y desplome impregnado de odio. En efecto, el rechazo de Coriolano a los plebeyos se transforma en odio a Roma cuando llega a Antio, donde reside Aufidio, líder de los volscos: «Odio el lugar de mi nacimiento y doy mi amor a esta ciudad enemiga».

Coriolano sigue a merced del odio y así se presenta ante Aufidio, a quien le ofrece sus servicios militares contra Roma, con «la esperanza de llegar a vengarme enteramente de aquellos que me han desterrado». La conducta de Coriolano no responde a un canon moral reivindicado a ultranza; responde a un modo de ser inspirado en el odio y así se pone al servicio de Aufidio.

El giro que adquiere la tragedia está determinado por una nueva alianza militar, porque Aufidio le da a Coriolano la mitad de su mandato para que, con su experiencia y conocimiento de la fuerza y la debilidad de Roma, la ataque. A merced de su odio, Coriolano se convierte en traidor.

La situación en Roma es crítica porque saben lo que significa un ataque de Coriolano. Por eso envían emisarios para hablar con él. Con la venganza como único propósito, Coriolano es sordo a sus súplicas para solicitarle que no ataque a Roma, incluso cuando Menenio es quien hace la súplica: «No conozco ni mujer, ni madre, ni hijo. Mis negocios no dependen de mí. Aunque mi venganza me pertenece personalmente, es en los corazones de los volscos donde reposa mi poder de perdón».

El quiebre tiene lugar cuando es visitado por Volumnia, suplicante. «¡Atrás, cariño!», exclama cuando la ve, y añade: «¡Lazos y privilegios de la Naturaleza, rompeos!». Sabe Coriolano cuál es el poder persuasivo de su madre y su dependencia de ella. Es el encuentro que sella el significado trágico de la fábula.

La necesidad se impondrá sobre su libertad. Es la situación que consagra a Volumnia en la cima por su estrategia persuasiva. Le recuerda que ayudó a formarlo como guerrero y junto a Virgilia, —la esposa—, el hijo y Valeria se postran y pronuncia el mejor monólogo de la obra, impregnado de emoción maternal con el evidente propósito de doblegarlo.

No le habla de Roma; le habla de ellos y transforma la crisis política en la crisis de una madre ante un hijo: «No has mostrado jamás en tu vida a tu madre ningún respeto», le increpa. Volumnia se convierte en la gran oponente de Coriolano, cuyo deseo vengador queda derrotado gracias a la capacidad persuasiva y manipuladora de su madre.

La retórica patética derrota al orgullo, la intemperancia y la sed de venganza de Coriolano, que lo reconoce: «Me habéis infligido una derrota muy peligrosa». Conviene en un tratado de paz entre volscos y romanos, y no regresar a Roma. Aufidio, por su parte, piensa que ahora podrá tener su primer éxito contra Coriolano. Los volscos estaban a un paso de conquistar Roma cuando Coriolano cedió a las solicitudes de su madre. Confundió lo público con lo privado, y Aufidio está consciente de ese desatino. En la sociedad de los volscos se activa una conspiración contra Coriolano para matarlo por traidor. Coriolano culmina su vida también rechazado por los volscos.

Es el fin de Coriolano, a pesar de su esfuerzo por reivindicar las bondades de la paz. Ahora es traidor a los volscos por haber cedido su victoria por las lágrimas de Volumnia. Aufidio emerge acusador y lo tilda de «niño llorón» por haber cedido la victoria sobre Roma, lo que enerva el carácter de Coriolano, de nuevo desmesurado en su hablar. Es el final. Los conspiradores se imponen y lo matan.

Shakespeare, siempre pendiente de reconstruir el orden roto por lo que sucede en las tragedias, aquí intenta lo mismo pero sin grandeza. Aunque Aufidio en sus últimas palabras dice que su cólera se ha disipado y que conservarán de Coriolano un noble recuerdo.

Shakespeare y Brecht

Hacia 1951, Bertolt Brecht inició una revisión de Coriolano para adaptarla. No era la primera vez que se aproximaba a un clásico. Años antes había adaptado Antígona, de Sófocles. Brecht consideró Coriolano la única obra de Shakespeare más o menos actual, en la que habría que modificar la actitud de los plebeyos y reivindicarlos ante las pretensiones de poder de un hombre. A Brecht le interesaba la tragedia de un pueblo a merced de un individuo deseoso de poder, sin obviar la «tragedia del orgullo» como la describió.


Si, de acuerdo con su visión del mundo y del teatro, en Coriolano Shakespeare centra su atención en la construcción de una gran individualidad, el interés de Bertolt Brecht está en las contradicciones sociales y de poder entre Coriolano y la plebe.


La adaptación es realista con «suficiente material de naturaleza contradictoria». Brecht afirma que le interesa más la tragedia de la comunidad que la del individuo. En 1929 consideraba que los clásicos habían perdido vigencia por ser víctimas de la Primera Guerra Mundial. Pero el carácter político de la obra era un atractivo inevitable.

La adaptación podría discutirse por las marcadas diferencias de significación con el original. Podría calificarse de versión. Si, de acuerdo con su visión del mundo y del teatro, en Coriolano Shakespeare centra su atención en la construcción de una gran individualidad, el interés de Bertolt Brecht está en las contradicciones sociales y de poder entre Coriolano y la plebe. Desde el comienzo incorpora un personaje popular: el Hombre con el niño con el tema de la guerra que amenaza la seguridad de Roma.

Una primera diferencia es el lenguaje. La poesía y la elocuencia barrocas son sustituidas por un lenguaje realista, a rato tosco, en el que el comentario crítico de efecto distanciador está presente. El lenguaje enfatiza las diferencias ideológicas, como ocurre con el primer discurso de Menenio sobre el estómago.

En la primera escena del primer acto, las diferencias saltan a la vista. En primer lugar, la incorporación del Hombre con el niño, quien habla en primera persona sobre la penuria de los pobres. Reaparecerá cuando Coriolano solicita los votos para ser cónsul. En cuanto a él, de entrada el texto señala que enfrentará al pueblo con las armas, razón por la cual los ciudadanos están decididos a matarlo.

Brecht omite los diálogos en los que Shakespeare ofrece los primeros rasgos del perfil del personaje. El tema económico tiene más énfasis, cuando Menenio afirma que los ciudadanos son quienes quieren fijar el precio del trigo porque hay abundantes reservas. El Coriolano de Brecht es directo cuando el pueblo clama por el cereal: «No alimentáis virtudes repartiendo trigo. Por el contrario, engordáis desobediencias, nutriendo la sublevación».

De igual manera, Coriolano se niega a mendigar su voto para ser cónsul. Los representantes de la plebe no escatiman reaccionar con conciencia política: «¿Por qué el pueblo habría de elegir a uno que habla de ellos en esta forma?».

El énfasis en la crisis social de la primera escena del primer acto es la marca personal de Brecht cuando se impone el tema militar por la guerra contra los volscos. En la guerra, Coriolano es un guerrero que disfruta la sangre derramada cuando vence al enemigo. Cuando es el turno de la política por su designación de cónsul, el tema del trigo reaparece. Brecht mantiene su visión social al presentar a Coriolano negado a aceptar un gobierno no patricio.

Brecht fortalece la posición política de Coriolano como causa de su acusación de traidor por su negativa a entregar trigo al pueblo. Por eso Sicinio reacciona y decide: «Reúne al pueblo. Y yo, en su nombre, te arresto por perjuro, sedicioso y enemigo del Estado». Brecht abunda en la discusión política entre Coriolano, Bruto y Sicinio, quienes lo acusan de traidor y disponen su arresto. Brecht extrema la situación y presenta agudos diálogos con las acusaciones en su contra: «El que abusa del tribunato merece la muerte», dice Sicinio, y Bruto pide «¡apresad a la víbora que quiere despoblar una ciudad y perpetuarse en ella!».

El final en Brecht es una apretada síntesis del original. Coriolano se alía con Aufidio para atacar Roma; después, la patricia Volumnia lo convence de no atacar a Roma y, al final, es asesinado por una multitud. Fiel a la convención trágica de la reconstrucción del orden alterado, Shakespeare concluye con Aufidio, quien ante el cadáver de su enemigo declara disipada su cólera y se expresa conciliador.

Brecht cierra la obra en Roma. Menenio propone que su nombre sea inscrito en el Capitolio y el cónsul solicita «se autorice oficialmente a las mujeres de la familia a llevar luto público durante las diez lunas habituales». Bruto responde: «Propuesta denegada». La acotación de cierre es elocuente: «El Senado continúa con sus deliberaciones». Es decir, la muerte de Coriolano carece de importancia.

Brecht murió antes del estreno y la puesta en escena estuvo a cargo de dos de sus más brillantes discípulos y colaboradores, Manfred Wekwerth y Joachim Tenschert, quienes dispusieron un dispositivo escénico muy simple: un inmenso ciclorama blanco y una gran puerta que por un lado representaba a Roma y por el otro a Corioles, muy pocos elementos de utilería y amplios espacios para el movimiento de los actores y, como era norma en el Berliner Ensemble, luz blanca plana sin atmósferas para impresionar al espectador.


Leonardo Azparren Giménez, crítico de teatro y profesor de la Universidad Central de Venezuela.