Contra la creencia general, los bonos aportan poco o nada a las carteras de los jubilados. No habría razón, entonces, para restringir la tenencia de instrumentos de renta variable a medida que los ahorristas envejecen. Es la conclusión de un equipo de investigadores, que recolectó datos sobre rendimientos reales de diversos títulos en 39 países desarrollados.
Hay dos lineamientos básicos que sigue la banca de inversión al diseñar carteras para financiar planes de retiro: 1) repartir los haberes entre acciones y bonos, y 2) reducir la proporción que se invierte en acciones a medida que se acerca la fecha de jubilación.
Históricamente los bonos han servido como un contrapeso al riesgo de las acciones, a partir de la idea de que sus retornos están poco correlacionados entre sí. Durante muchos años esta premisa se cumplió, al menos para el mercado de valores estadounidense.
Pero la correlación entre las tasas de interés y los rendimientos de las acciones llegó a un máximo en los últimos 25 años, debido al episodio inflacionario vivido en Estados Unidos a partir de marzo de 2021, que echó por la borda todo lo conocido sobre los comportamientos esperados de estos títulos valores. En ciclos inflacionarios, cuando las tasas de interés se mueven libremente, tanto las acciones como los bonos experimentan caídas en sus precios, por lo que se pierde el efecto amortiguador de riesgo que se supone aportan los bonos a una cartera de inversión para el retiro.
La clásica cartera de sesenta por ciento en acciones y cuarenta por ciento en bonos, utilizada como referente para evaluar las carteras de ahorro para el retiro, rindió un 6,5 por ciento anualizado entre 2000 y 2024, frente al 7,7 por ciento del S&P 500. Pero en el año 2022 el rendimiento fue negativo (-20 por ciento), por lo que algunos especialistas comenzaron a cuestionar la utilidad de los bonos como vehículos de ahorro a largo plazo.
El aumento de la correlación entre acciones y bonos puede ser un hecho coyuntural, ocasionado en buena medida por la gran inyección de liquidez que ejecutó la Reserva Federal para enfrentar en un principio la gran crisis financiera de 2007-2009 y, posteriormente, la pandemia de la covid a partir de 2020. Pero también podría ser un fenómeno de mayor alcance.
Conservar posiciones importantes en bonos aumenta la probabilidad de que los inversionistas no logren acumular suficientes recursos.
Mientras exista alta volatilidad de tasas de interés en Estados Unidos, la alta correlación entre los rendimientos de rentas fija y variable se mantendrá. Los inversionistas deberán buscar alternativas a carteras inspiradas en la mezcla 60/40.
¿Cómo deberían entonces adaptarse los clásicos lineamientos de inversión a un contexto de tasas de interés volátiles que podría haber llegado para quedarse por muchos años? Para dar respuesta a esta interrogante, los profesores Anarkulova, Cederburg y O’Doherty, de las universidades de Emory, Arizona y Missouri, respectivamente, publicaron en diciembre de 2024 un trabajo que pone en tela de juicio la pertinencia de esos lineamientos.
Los autores asumieron la posición de una pareja estadounidense que ahorra para su jubilación. Para construir posibles carteras de inversión, recolectaron datos de los rendimientos reales mensuales de acciones nacionales e internacionales, bonos gubernamentales y papeles gubernamentales de corto plazo de 39 países desarrollados. Los datos cubren el período 1890-2023. Los períodos de muestra para países específicos varían según la disponibilidad de datos y el momento en que alcanzaron el estatus de país desarrollado.
Como en todo análisis de carteras de inversión para el retiro, la gran preocupación es determinar si es posible conseguir una mezcla de activos que permita a los jubilados vivir el resto de sus vidas con los recursos acumulados. Los datos mostraron que, contra la creencia general, los bonos aportan poco o nada a las carteras de los jubilados. Si este es el caso, no habría razón para mantener instrumentos de renta fija en las carteras de ahorro para el retiro ni para restringir la tenencia de instrumentos de renta variable a medida que los ahorristas envejecen.
Anarkulova y sus colaboradores recomiendan sustituir los bonos por acciones internacionales, que mejoran los retornos de a largo plazo y la preservación de capital. Sustituir la mezcla 60/40 por 100 por ciento de acciones nacionales e internacionales no es una recomendación que recibirán cómodamente los reguladores financieros ni los inversionistas, que tienden a ponerse nerviosos cuando caen los mercados accionarios, debido a los daños psicológicos que estas pérdidas causan a los afectados y la propensión de algunos a vender sus títulos accionarios cuando la volatilidad de los mercados arrecia.
Un endeudamiento creciente es el combustible para un aumento de la volatilidad de las tasas de interés, con efectos nocivos para los mercados de renta fija y variable.
Conservar posiciones importantes en bonos aumenta la probabilidad de que los inversionistas no logren acumular suficientes recursos y se queden sin dinero para financiar los últimos años de su retiro. Según los autores, la mejor mezcla de activos para una cartera de ahorro para el retiro que minimice la posibilidad de quedarse sin recursos al final del ciclo de vida, consiste en invertir 33 por ciento en acciones nacionales y 67 por ciento en acciones internacionales.
Los resultados de este estudio no sugieren que la estrategia basada exclusivamente en acciones sea segura. Simplemente muestran que es más segura que las estrategias usuales con un peso importante de inversión en bonos.
Dos ideas merecen destacarse. La primera es que el endeudamiento gubernamental global seguirá creciendo en los próximos años: ya alcanza unos cien billones de dólares, según el Fondo Monetario Internacional. Un endeudamiento creciente es el combustible para un aumento de la volatilidad de las tasas de interés, con efectos nocivos para los mercados de renta fija y variable.
La segunda idea es que las prácticas de manejo de carteras de inversión se nutren de las apariciones de desempeños noveles en los mercados financieros. La correlación positiva entre los rendimientos de acciones y bonos, aunque no es del todo novel, había estado fuera de las consideraciones de la industria de inversión de los países desarrollados por mucho tiempo. Pero ahora vuelve a ser pertinente, lo que obliga a repensar las prácticas cotidianas para incorporar escenarios hasta hace poco impensables. Vivir para ver.
Carlos Jaramillo, vicepresidente ejecutivo del IESA.
Este artículo se publica en alianza con Arca Análisis Económico.
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