Shakespeare, a la medida de cada quien

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Escena de 'Medida por medida' en el festival Bard on the Beach (Vancouver, Canadá) / Flickr

El desempeño del poder por dos personajes en sus relaciones con una novicia pone en evidencia una doble moral, que Shakespeare representa en un tono de comedia amarga condimentada con personajes populares que no ocultan lo que son y hacen.


 

Medida por medida (1604) es una obra incómoda para clasificarla en la producción shakesperiana. Es una comedia, pero no se parece a sus grandes comedias, en la forma ni en el tema amoroso juvenil con su frescura. Algunos la adjetivan comedia-problema, sombría, escandalosa, amarga, de malestar sexual; última comedia, de escándalo sobre escándalo, por la amoralidad de algunos personajes en su conducta sexual, con un final en el que la protagonista permanece callada los últimos cien versos. Su tema ha sido considerado blasfemo porque invoca y evade la fe, amén de encontrar coincidencias entre el verso «La prisa se pagará con la prisa, el ocio responderá del ocio, lo semejante por lo parecido y también la medida por la medida» y el siguiente del evangelio de san Mateo: «No juzguéis y no seréis juzgados; porque tal como juzguéis seréis juzgados, y tal como midáis seréis medidos».

De comienzos del siglo XVII, tiene poco parentesco con las obras que la anteceden (Hamlet, 1600-1601) y la siguen (Otelo, 1604; El Rey Lear, 1605; y Macbeth, 1606). Las fuentes son Promos and Cassandra (1578) de George Whetstone, sobre una virgen que se sacrifica para salvar la vida de su hermano, y un cuento de Giraldi Cinsio en Hecatommithi (1565). La innovación de Shakespeare es Isabella como novicia y la dimensión moral y erótica de la obra.

Medida por medida tiene rasgos de drama burgués, a pesar de sus componentes humorísticos por los personajes populares, que crean una atmósfera de comedia con el mundo de los burdeles del Londres de la época. Sin héroes en el extremo del suplicio ni amores imposibles, los personajes tienen la talla de seres anónimos y cotidianos en Viena. El personaje de mayor jerarquía, el duque Vincentio, es vasallo del rey húngaro aunque este no participa en la fábula ni es clara su identidad.

El drama es privado más que público. La idea rectora es la fornicación. Están ausentes el destino humano y la naturaleza, y el conflicto tiene características de un drama doméstico, que colinda con el melodrama por el tratamiento dado al tema religioso. Bien puede ser considerado drama satírico, en la medida en que representa un ataque y una burla de algunas costumbres tales como la virginidad y la fornicación. A este drama privado se añade el político, por el ejercicio absolutista del poder y los privilegios de quien lo ejerce, tal como el duque lo delega en Ángelo. Es evidente la crítica al personaje público.

Viena no está comprometida por el desempeño absolutista del poder del duque y Ángelo; de hecho, no se menciona ninguna institución. Desempeñar el poder sobre la vida y la muerte sin mediar alguna institución del Estado es importante, porque remite a algunas realidades sociales de la época. Los duques eran vasallos del rey en el usufructo de la tierra delegada con autonomía en su desempeño. El duque y Ángelo ejercen de manera pragmática el poder; es decir, para todo y para todos el duque es el poder y así lo ejerce.

Los personajes representan dos sectores: el burgués y el popular de los burdeles y la cárcel. Ambos actúan abierta o solapadamente por impulsos de clase. Las normas sociales dictan modos y respuestas a Isabella, Ángelo y el duque; pero sus comportamientos no se correlacionan con ellas. Los impulsos naturales son expresión de Lucio y quienes pertenecen a los burdeles y la cárcel. La crítica resalta la dimensión moral de la obra, aunque no hay una norma superior sobre cómo valorar a los personajes ni jerarquía de valores para ponderarlos. Vida y muerte son ambivalentes y la vida, además, superflua. El duque, disfrazado de fraile, no actúa con los valores religiosos de ese papel y habla hamletianamente a Claudio, condenado a muerte por fornicar:

Estad preparado para morir, que sea vida o sea muerte / todo devendrá en dulzura. Con la vida, razona así: / si te pierdo, pierdo tan solo / lo que un necio guardaría. (III, i, 6ss)

Para el duque/fraile, la vida carece de valor y trascendencia humana o religiosa ante la contundencia de la muerte. La nada prima en su voz al igual que en Claudio cuando habla con su hermana Isabella, novicia y vestida como tal: «Sí, pero morir y viajar sin saber a dónde; / yacer en frías tumbas y allí pudrirse» (III, i, 122ss).

Es una concepción de la vida en la que cualquier canon moral carece de valor, por lo que se impone el pragmatismo en las relaciones personales. Shakespeare representa los valores cristianos en crisis. ¿Por eso ubica su acción en una Viena intemporal y no en algún lugar inglés? ¿Reitera las incertidumbres de Hamlet?

Si en algunas obras son evidentes sus propósitos y las estrategias para alcanzarlos, en Medida por medida no ocurre de la misma manera a la luz de su situación final, especie de borrón e inicio sin solución de continuidad como en cualquier comedia festiva. Algunas creencias feudales están en conflicto, como el respeto a la moral pública tradicional; también creencias renacentistas como la libertad individual regulada por la legalidad pública; en este caso, las relaciones de Claudio con Julieta, a quien embaraza. Tales conflictos y contradicciones implican una visión nihilista del mundo y de la sociedad, con el condimento religioso de una eventual blasfemia general.

Consciente de no haber aplicado las leyes, el duque abandona su cargo, se disfraza de fraile para observar a sus ciudadanos y delega en Ángelo su aplicación. Este condena a muerte a Claudio por fornicar, pero no resiste la belleza de Isabella, su hermana, y evidencia su doble moral: Isabella es una novicia con el hábito religioso correspondiente. El duque/fraile y Ángelo son pivotes del núcleo de la obra: la doble moral privada y pública. Esa doble moral sin instancia oponente termina siendo la razón de ser del nihilismo de la obra, porque evidencia la ausencia de un código en su universo social. Priman el individualismo, la oportunidad y la subjetividad más absoluta.

El desempeño del poder del duque y Ángelo está correlacionado con los temas de la virginidad, la fornicación y la prostitución. Si Isabella es la novicia virgen de un convento, con su hábito monacal es la tentación para Ángelo. A la novicia se contrapone la madame del prostíbulo; al falso fraile, los alcahuetes prostibularios. Por eso, el quiebre moral de Isabella es inevitable en una sociedad amoral. Por eso, el pragmatismo de Claudio para salvar su vida al precio de la virginidad de su hermana es moralmente coherente con los marcos sociales en los que viven.


Propuesta o no, es clara la crítica a la doble moral del poder político, aunque sin resonancia en la vida pública de la ciudad.


Shakespeare envía un doble mensaje: la ambigüedad en la conducta humana es norma social y la crítica a esa conducta. ¿La critica? ¿La avala? En cualquier situación no es posible confiar en alguien, salvo, quizás, en el mundo de las prostitutas y alcahuetes quienes, en todo momento, exhiben la cara de lo que son. La sociedad institucional no es confiable como ámbito de convivencia, porque no se sabe quién está disfrazado.

¿Cuál es el propósito de Shakespeare con este mundo disoluto, sin compensación ni parentesco aparente con el resto de su producción? Eligió una Viena sin importancia geopolítica, dependiente del reino de Hungría, y a unos personajes moralmente endebles pero dramáticamente poderosos. Propuesta o no, es clara la crítica a la doble moral del poder político, aunque sin resonancia en la vida pública de la ciudad. La moral pública burguesa condena la fornicación privada, que parece no ser un pecado para el duque/fraile e Isabella/novicia, que no invocan principios religiosos. En ambos personajes las fronteras entre realidad y apariencia se disuelven y emerge el engaño. ¿Son o no son?

El duque e Isabella aparentan ser lo que visten. Isabella y Mariana intercambian roles para engañar a Ángelo y hacerle creer que fornicará con la novicia. La relación de Claudio con Isabella, su hermana, es igualmente ambigua; él prefiere vivir al precio de la virginidad de su hermana/novicia; es decir, no valora su integridad moral, como lo confirma.

Medida por medida es la representación de una confrontación radical y definitiva entre religión y laicismo. Por ocurrir en Viena, está impregnada de moral cristiana/católica, no anglicana (nunca presente en la obra de Shakespeare); frailes y monjas son su expresión. Por eso las referencias de algunos críticos al pasaje de san Mateo. Por eso también el nombre de Ángelo; el realismo indecente y la inmoralidad de la madame Mistris Ouer-don, dueña del prostíbulo, y sus compañeros. Por eso la sinceridad de estos personajes y la falsedad de los nobles y de los valores invocados en público.


Medida por medida es una obra política porque pone en evidencia el descaro de una doble moral en el poder.


 

Medida por medida es una obra política porque la intriga en torno a la condena de Claudio, la virginidad de Isabella, la lujuria de Ángelo y el engaño con Mariana fraguado por el duque/fraile conlleva el tráfico de seres humanos; porque pone en evidencia el descaro de una doble moral en el poder. Durante 19 años, el duque no aplicó las leyes, lo que delegó en Ángelo. Que Ángelo quiera corregir la omisión de su mentor queda invalidado por su lujuria cuando conoce a la novicia Isabella. Tiene razón Claudio cuando reclama, porque él es víctima de una legalidad expuesta cual inofensivo espantapájaros.

En el quinto acto, el duque hace un borrón y cuenta nueva que echa al olvido lo sucedido. Esto ha inducido a considerarla una obra sobre el perdón. Claudio es condenado por Ángelo y absuelto por el duque, porque habría que condenar a toda Viena y sin fornicación en pocos años desaparecería la población. Si no es sobre el perdón cristiano, la última escena representa una solución deus ex machina; después de su larga ausencia, el duque dicta decisiones en un ejercicio absolutista del poder y restituye un orden social amoral.

Viena luce contemporánea sin referencias precisas; no es una ciudad importante por las referencias al rey de Hungría y a Polonia. Es ciudad del sexo, la fornicación y la muerte. Un sexo en oposición al amor ausente. Una ciudad de leyes puritanas no aplicadas en más de una década. Una ciudad con burgueses de doble moral y personajes populares sinceros y proxenetas. Una ciudad sin referencias que permitan vislumbrar algo mejor. Los personajes populares son un mural de escorias. Si pueden crear alguna situación o instante de humor, no constituyen una alternativa.

Ante ellos aparecen las individualidades protagónicas. En primer lugar, Vicencio, el duque. Su régimen ducal es por delegación real, aunque el rey no figura. Puede deducirse por Lucio, el comentarista irónico y cínico de la obra:

Si el duque –con otros duques- no llega a un acuerdo / con el rey de Hungría, sucederá que todos los duques / juntos caerán sobre el rey. (I, ii, 1ss)

¿Este inciso recuerda el conflicto de los duques con el rey Juan sin Tierra y la Carta Magna de 1215? De ser así, el poder del duque en Viena sería delegado y responsable del orden. Este componente político es importante, porque el duque no expone motivación alguna para separarse de su cargo por un tiempo, salvo regresar disfrazado de fraile para observar qué pasa en su ausencia. Él se define persona amiga de la vida retirada y ajena al lujo, muy distinta de la opinión que sobre él tiene Lucio cuando habla con el duque/fraile sin saber con quién habla:

El duque tenía sus preferencias, ya lo creo, y se emborrachaba también, permitidme que os lo diga. (III, i, 388ss)

Lucio construye una imagen del duque que dista mucho de lo que podría ser, más aún cuando asume el rol de fraile. Ahora bien, el comportamiento en el papel de fraile parece darle la razón a Lucio, por la amoralidad con que quiere resolver el conflicto de Isabella. Cuando conspira para que Mariana sea quien fornique con Ángelo para salvar la virginidad de Isabella, lo hace bajo el principio maquiavélico del fin justifica los medios. Lo hace de una manera amoral bajo el amparo del respeto que merecen los frailes. Cuando ejerció su cargo pecó por omisión al no aplicar las leyes.


Shakespeare representa la amoralidad de un régimen absolutista en el que quien ejerce la autoridad no es la ley.


No aplicaba las leyes contra la fornicación y Claudio se resiente porque Ángelo «hace caer sobre mí leyes años ha archivadas». En esta situación no se señala la responsabilidad del duque por la anomia en la que estuvo Viena bajo su mandato. ¿Por qué quiere el duque ver el comportamiento de Ángelo, cuando él no se comportó como debía? ¿Critica Shakespeare el absolutismo como forma de gobierno, por omisión y por acción?

Shakespeare representa la amoralidad de un régimen absolutista en el que quien ejerce la autoridad no es la ley. El duque abandonó su aplicación mientras Claudio, condenado a muerte por fornicar, se queja de que le apliquen leyes muertas por desuso. Parece un drama de alcoba. El doble papel del duque equivale a la doble moral de Ángelo. El primero quiere ver con sus ojos a una ciudadanía conocida por él desde décadas. Quiere ser hijo de su época con un conocimiento empírico de la realidad para sacar conclusiones. Pero, ¿por qué no lo hizo de frente? ¿Cuándo habla el duque y cuándo el fraile? ¿Cuál es la moral del duque/fraile? Ante los otros personajes es fraile; pero el espectador conoce su real identidad y propósitos. Exculpa a Ángelo ante Claudio de sus pretensiones con Isabella cuando le propone hacer el amor. Promueve engañar a Ángelo con Mariana en un acto a todas luces inmoral en el que conspira con Isabella, novicia de un convento:

Id a veros con Ángelo / y responded a su requerimiento con razonable obediencia, / y consiente en lo que pida con una condición: que el encuentro / vuestro no se prolongue demasiado y que, durante el mismo, / todo esté a oscuras y en absoluto silencio, y que el lugar / sea elegido de forma conveniente. Garantizado todo esto, / lo demás es sencillo: avisaremos a la joven traicionada / para que vaya a la cita en lugar vuestro. (III, i, 245ss)

El duque/fraile es pragmático, no principista; considera legítimo su proceder y habla a Mariana con mansedumbre:

Él es vuestro esposo por compromiso formal. / Y juntaros a los dos de este modo no es pecado: / lo que vuestros derechos os dan, en justicia, / se legitima con el engaño. (IV, i, 71ss)

Medida por medida es una manipulación de virginidades que critica la anomia social y el tráfico humano. Por eso el duque/fraile dispone sacrificar, en vez de la vida de Claudio, la de Bernardino, un delincuente borracho: «Ejecutad a Bernardino por la mañana y enviadle su cabeza a Ángelo». Más tarde, la cabeza decapitada será exhibida en escena como la de Hastings en Ricardo III.

El duque dispone de manera absoluta. Huyó de su responsabilidad pública por su corrupción sexual; es decir, no supo asumirla. Huyó de sí mismo y busca curarse con la virginidad de Isabella. Legitima la fornicación de Mariana con Ángelo por un supuesto matrimonio sin consumarse y valora de igual manera vida y muerte ante Claudio. La visión del duque del ser humano es ser un ser para la muerte sartreano.


Medida por medida es una manipulación de virginidades que critica la anomia social y el tráfico humano.


Shakespeare, renacentista y humanista, se hace eco del empirismo de Francis Bacon cuando el duque quiere, disfrazado, conocer con sus ojos la realidad de su ciudad, realidad simultánea al conflicto entre los hermanos Claudio e Isabella, que está horrorizada por la pretensión fornicadora de Ángelo:

Iré donde mi hermano / aunque sometido por el ardor de la sangre, / tiene arraigado en su mente el honor hasta el punto / que si tuviese veinte cabezas que colocar / en veinte tajos sangrantes las ofrecería antes / de que su hermana tuviera que mancillar su cuerpo / con un pecado tan abominable. / ¡Isabel, debes vivir casta! Y tú, hermano mío, morir. / Más vale nuestra castidad que nuestro hermano. / Le informaré sobre las intenciones de Ángelo. / Prepararé yo su ánimo para la muerte y su alma para la eternidad. (II, iv, 178ss)

No imagina cuál será la reacción de su hermano ante el dilema de morir o aceptar la entrega de la virginidad de su hermana. Antes, ignorando esa situación, estaba dispuesto a aceptar la muerte con resignación. Todo vale lo mismo, todo es realidad. El bien y el mal, el sexo sin inhibiciones y el sexo como castigo; el sexo y la corrupción política. Isabella chantajeada por Ángelo para salvar la vida de su hermano. Pero Claudio reacciona porque aprecia la vida y considera transitorio el sacrificio de su hermana:

Dulce hermana mía, dejad que viva. / Cualquier pecado que cometas para salvar la vida de tu hermano / será transformado en virtud, / por Natura. (III, i, 137ss)

Con su doble moral, Ángelo es centro y razón de ser de la fábula, a cuyo alrededor el resto de los personajes actúa y reacciona. El duque/fraile sabe que es hipócrita y actúa pragmáticamente:

ISABELLA: Voy ahora a despejar esa duda: antes ver a mi / hermano muerto que permitir que un hijo mío naciera / bastardo. ¡Pero cuán errado está el buen duque / con Ángelo! Si alguna vez retornara habré de descubrirle / la forma en que gobierna, o habré abierto los labios / en vano.

[DUQUE]: No será malo que lo hagas. Sin embargo, estando las / cosas como están ahora, no le afectará tu acusación, / pues dirá que solo quiso ponerte a pruebas. Te ruego prestes / oído a mi consejo. Amo hacer el bien, y creo tener / una solución. (III, i, 191ss)

Prepara el duque/fraile engañar a Ángelo y hacer que fornique con Mariana, sin que él lo sepa:

Usaré contra el vicio, la astucia. / Con Ángelo haré que la repudiada [Mariana] / y nunca desposada, yazca. / Y así, disfraz contra disfraz, fraude / contra defraudador, se restituirá / con justicia nueva el viejo contrato. (III, i, 540ss)

Ángelo es un sepulcro blanqueado. Reflexiona sobre ser tentado o sucumbir a la tentación. Según Lucio, es frío en la aplicación de las leyes para dar a entender su objetividad en la aplicación de la justicia. Pero el deseo se impone y está dispuesto a disfrutar a una novicia: «Nunca la ramera / con su doble vigor —arte y natura— / pudo excitar mi pasión. Sin embargo, tú mi doncella, / me has vencido con tu virtud» (II, ii, 183ss).

Habla Ángelo de una novicia con el hábito de tal. ¿Es Ángelo sincero? Shakespeare creó el primer Tartufo. También hace que Ángelo se condene de antemano cuando habla de principios: «No puedes minimizar su falta / por tener yo la misma», le comenta a Escalus para hacerle comprender que una falta no exculpa a otra.

Isabella es el componente erótico/religioso central para relativizar el valor de la moral; por la actitud de su hermano Claudio, a quien no le importa su virginidad si perderla le garantiza seguir vivo; cuando sin dudar ella juega con Mariana para engañar a Ángelo. Desde el comienzo es descrita como una mujer hábil y con capacidad persuasiva. Isabella es casta y virgen, pero también provocativa aunque viste su hábito de novicia. Es la imagen escénica que destaca el relativismo moral en torno a la fornicación. En la situación final guarda un silencio elocuente cuando el duque, atrapado por su belleza, dispone de ella como su futura esposa. Y procede así sin importarle lo sucedido antes y relegando del todo a quien hasta momento antes ejercía el poder, Ángelo.

Shakespeare hace convivir dos temas, como en otras obras, en este caso el de la justicia y el de la fornicación y el burdel. En la práctica de la ciudad, la fornicación de Claudio es anulada por la fornicación colectiva de los burdeles de Mistris Ouer-don. El poder político público es confrontado con la moral privada de Ángelo.

Isabella, la novicia, es prenda y pago, y al final el pago del duque. Su doble moral vestida para salvarse tiene el precio de la entrega de Mariana; pero Claudio no valora la virginidad de su hermana. Así, Isabella es el percutor que pone en evidencia la perversidad de la doble moral. El duque/fraile resulta un manipulador tan perverso como Ángelo porque crea el engaño contra él, mantiene la zozobra de Isabella sobre la vida o muerte de su hermano hasta el mismo final y se apropia de ella para hacerla su esposa. Así, vestida de novicia hasta el final, su vocación queda en el olvido.

La solución no borra los vicios, a pesar del borrón y cuenta nueva que lleva a cabo el duque; los obvia y oculta, con lo que reafirma la amoralidad de la sociedad vienesa y sus dirigentes. La moral pública sigue igual, una máscara para disfrazar la moral privada de quienes detentan el poder. El duque, cual Poncio Pilatos, se lava las manos con unas sentencias con las que queda bien con Dios y con el diablo.

Presentes e imborrables son el desprecio a la vida y el terror a la muerte. El amor joven es condenado en Claudio y es pragmático en Isabella cuando acepta la proposición del duque/fraile para que sea Mariana la víctima de la concupiscencia de Ángelo. En términos teatrales, la estrategia de Shakespeare es crear con el duque/fraile un doble nivel moral que acentúe la ambigüedad de su comportamiento, en contrapunto con Isabella, que viste de novicia con propiedad vocacional.

Al comienzo y al final sobresale el ejercicio absoluto del poder del duque. Desenmascara a Ángelo y en forma sumaria lo casa con Mariana; se declara príncipe de Isabella, quien guarda un elocuente silencio en el largo final de la obra; Claudio vive y se casará con Julieta; Lucio, el comentarista cínico y burlón, se casará con una ramera. Es decir, la fornicación no es condenada y todo sigue igual.

¿Final feliz? ¿Bienestar íntimo por conducta asumida? ¿Justicia poética final? Total incertidumbre.


Leonardo Azparren Giménez, crítico de teatro y profesor de la Universidad Central de Venezuela.

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