En muchos casos, los libros de finanzas personales más populares tienen a su favor el hecho de que sus recomendaciones son sencillas y reconocen problemas de motivación y otras limitaciones que sufren las personas al gestionar sus finanzas.
La academia tiene la vieja aspiración de que el conocimiento desarrollado por ella se incorpore a la vida cotidiana de las personas mediante orientaciones que faciliten sus decisiones. La verdad es que, aunque el conocimiento permea, lo logra haciendo concesiones y sacrificando cierto rigor con el fin de hacerse más asequible.
En octubre de 2022, el profesor James J. Choy, de la escuela de gerencia de la Universidad Yale, publicó un trabajo en la colección de la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER), titulado «El asesoramiento financiero popular y los profesores», en el que contrasta las recomendaciones de los artículos académicos con el contenido de 47 libros superventas de finanzas personales.
Los temas que se analizaron fueron estrategia de ahorro, composición de carteras de inversión, pertinencia de los dividendos, papel de las acciones de empresas pequeñas o «subvaluadas» en las carteras personales, diversificación internacional de activos financieros, pertinencia de invertir en fondos activos o pasivos, gestión de deudas no hipotecarias y selección de contratos hipotecarios. En el caso de las estrategias de ahorro, la academia sugiere a los individuos destinar a tal fin las cantidades que excedan sus necesidades básicas. Tales montos deben variar durante su ciclo de vida, y alcanzar un máximo cuando la persona esté en su cúspide de ingresos. Por su parte, los consejeros de inversión prefieren que las personas guarden un porcentaje fijo del ingreso a lo largo de su vida, entre diez y quince por ciento, para formar un hábito y no caer en la tentación de desviar recursos a otros fines.
Los modelos teóricos consideran que los activos financieros son fungibles; es decir, intercambiables unos por otros. En otras palabras, una acción común de una empresa es idéntica a otra de la misma corporación.
Los consejeros de inversión recomiendan tener distintos tipos de cuentas para atender metas financieras específicas; por ejemplo, cuentas para cubrir las vacaciones y otras para completar la cuota inicial de una vivienda; una para el ahorro de largo plazo y otra para pagar gastos inesperados. Esta práctica es inconsistente con el concepto de fungibilidad, pues muchos inversionistas dan distintas valoraciones emocionales a estas cuentas, según el posible uso de los fondos.
Desde un punto de vista estrictamente económico, estos activos son fungibles y, por lo tanto, no hay razón económica para manejarlos separadamente. Al fin y al cabo, dinero es dinero. Pero los asesores financieros sugieren cuentas separadas para reforzar la disciplina de ahorro o visualizar el cumplimiento de metas.
En cuanto a la composición de las carteras de inversión, los académicos han encontrado que las personas tienden a aumentar la proporción de sus inversiones en acciones a medida que transcurre su ciclo de vida laboral, y reducen drásticamente su tenencia a partir de la edad de retiro. Los consejeros financieros sugieren que, en la medida en que el horizonte de inversión sea más largo, mayor sea la proporción de recursos invertidos en acciones. Los fondos de reservas para emergencias deberían estar colocados en efectivo o depósitos a la vista.
El porcentaje de haberes colocado en acciones debe aumentar con la edad del inversionista hasta llegar al momento del retiro. Entonces se reduce de manera importante esa participación, con miras a reducir el riesgo de la cartera y proveerse de activos líquidos con los que comenzará a cubrir los gastos cotidianos.
Los asesores financieros enfatizan en el horizonte de inversión para escoger la proporción de la cartera que debe estar invertida en acciones. La teoría económica enfatiza que ese monto depende de la etapa del ciclo laboral de la persona.
Los consejeros sugieren que, para proteger el poder adquisitivo de los ahorristas, estos deben comprar títulos valores con rendimientos superiores a la inflación esperada. Por ello, en periodos en que las tasas de interés son negativas, es necesario comprar títulos financieros más riesgosos.
La política de dividendos es uno de los temas que mayor cobertura ha recibido en la teoría económica, desde que Miller y Modigliani postularon en 1958 que los dividendos eran irrelevantes. Cualquier inversionista podía vender una porción de sus acciones cuando necesitara dinero, en lugar de esperar el pago de un dividendo para satisfacer sus necesidades de liquidez.
Este postulado de Miller y Modigliani funciona en un mundo sin impuestos ni costos de transacción. Pero, en países como Estados Unidos, el tratamiento impositivo dado a los ingresos por intereses y dividendos es mucho más exigente que el que reciben las ganancias de capital.
Los consejeros rechazan el postulado de irrelevancia de los dividendos de Miller y Modigliani, y promueven la compra de acciones de empresas conocidas por su generosa política de dividendos, como una manera de generar ingreso corriente para los inversionistas pese a las implicaciones impositivas. La compra de acciones para obtener ingresos corrientes se popularizó en las últimas dos décadas, cuando el rendimiento de los instrumentos de renta fija llegó a niveles cercanos a cero.
Los consejeros analizan los dividendos y las ganancias de capital como atributos sin conexión alguna, lo cual es un error. Olvidan que los flujos de caja repartidos vía dividendos tienen un impacto negativo en el precio de la acción.
Históricamente las acciones de empresas pequeñas (small cap) o las que se venden a descuento con respecto a otras compañías de su sector (value stocks) han tenido mejor desempeño que las acciones de empresas grandes o de alto crecimiento. La teoría financiera no ha logrado explicar el porqué de tal diferencia de retorno. Los consejeros de inversión tienen opiniones muy diversas sobre la pertinencia de invertir en estos grupos de acciones; sin embargo, existe la percepción de que al ser estas empresas más riesgosas deberían ofrecer mayores rendimientos.
La teoría financiera no sustenta la preferencia por las acciones de empresas pequeñas ni por las que se venden a descuento con respecto a otras compañías de su sector, por lo que no tiene sentido hacer recomendaciones generales sobre uno u otro estilo de inversión. Hay empresas que son rentables y otras que no, y el desempeño histórico no es buen predictor del desempeño futuro.
En cuanto a la diversificación internacional, la teoría económica propone que, en un mundo ideal donde los inversionistas sean homogéneos y no haya costos de transacción, las carteras de inversión deberían reflejar el porcentaje de participación de cada mercado nacional en el mercado accionario mundial. En la práctica, la mayoría de los inversionistas tiende a preferir acciones de sus mercados nacionales sobre las del resto del mundo. Los consejos de los asesores de inversión tienden a reforzar el sesgo hacia las inversiones nacionales, sin dar mayores argumentos de por qué hacerlo.
La teoría financiera y las recomendaciones de los consejeros de inversión coinciden en priorizar el uso de fondos pasivos por encima de los activos. En las últimas dos décadas, el rendimiento de los fondos pasivos ha sido superior al de los activos. Esta coincidencia de opiniones puede provenir del hecho de que las estadísticas sobre rendimiento medio y la persistencia del rendimiento en el tiempo (tanto de los activos como de los pasivos) son sencillas de calcular y entender, y han sido ampliamente publicitadas.
Con respecto al pago de deudas no hipotecarias, la teoría financiera recomienda pagar primero las deudas contratadas a mayores tasas de interés y nunca mantener simultáneamente una deuda costosa y un activo de bajo rendimiento. Los consejeros se preocupan no solo de las tasas de interés a las cuales se contratan las deudas, sino también de los montos de los saldos deudores. En algunos casos recomiendan pagar las deudas más pequeñas, independientemente de sus costos financieros, para que los deudores sientan «victorias tempranas» que los estimulen a mantener un plan de saneamiento de sus finanzas personales.
Los consejeros sugieren en muchos casos mantener simultáneamente una deuda costosa y un activo de bajo rendimiento para estimular a los individuos a mantenerse dentro de un plan de saneamiento de sus finanzas personales. Sostienen que algunas personas, al cancelar sus deudas con sus ahorros, tendrían la tentación de volver a endeudarse. Otras, al ver mermados sus ahorros, podrían sentir que no serían capaces de reponer lo gastado y perderían la motivación para continuar ahorrando.
En lo referido a la escogencia de créditos hipotecarios, en economías donde se puede escoger entre tasas de interés fijas o variables, la teoría económica sugiere escoger las hipotecas de tasas variables (salvo en el caso de que las tasas de interés sean muy bajas), pues el valor presente de los flujos de pagos se mantiene invariable. Aunque al subir las tasas de interés aumentan los pagos mensuales, también lo hace la tasa de descuento a la que esos pagos se traen al presente. En el caso de las hipotecas a tasa fija, si las tasas de interés suben, el deudor hipotecario está protegido; pero si bajan, en teoría, la persona podría refinanciar en mejores condiciones. Lamentablemente no siempre es posible tal refinanciamiento. Los consejeros tienden a recomendar las hipotecas a tasa fija, para evitar a los inversionistas la angustia de vivir el aumento de la cuota mensual hipotecaria.
Como conclusión general, Choy afirma que, en muchos casos, los libros de difusión incluyen contenidos no avalados por la teoría, pero tienen a su favor el hecho de que sus recomendaciones son sencillas y reconocen algunos problemas de motivación y otras limitaciones que sufren las personas al gestionar sus finanzas. Es necesario desarrollar modelos teóricos que consideren aspectos idiosincrásicos de los inversionistas, que capten sus temores, sus preferencias por la liquidez y otras variables no económicas que gobiernan sus decisiones financieras, para ofrecer recomendaciones más sólidas y útiles a los beneficiarios últimos de la teoría económica: el común de las personas.
En un país en desarrollo, donde no existe una gran variedad de productos financieros, algunas de estas conclusiones pueden resultar de aplicación limitada. Pero, en la medida en que los procesos migratorios se agudizan y las economías nacionales se hacen más sofisticadas, debe expandirse la cultura financiera de los individuos, para que pueden interactuar apropiadamente con sus empleadores y diversos tipos de proveedores de servicios financieros.
Carlos Jaramillo, director académico del IESA.
Este artículo se publica en alianza con Arca Análisis Económico.
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