En momentos de gran adversidad, hay cuatro preguntas recurrentes y depredadoras del autoimpulso que pueden ser transformadas en preguntas inspiradoras.
Poner en ebullición la voluntad de las personas para que se mantengan productivas es un gran desafío. ¿Por qué? Porque requiere inspirar: efecto de infundir o hacer nacer la energía para que las personas produzcan sin esfuerzo, con alto grado de compromiso, de forma gustosa y voluntaria. Inspirar a las personas para que se mantengan enfocadas, llenas de fuerza y en movimiento con intención —cuando la percepción social o la autopercepción están dominadas por fatalismo y desesperanza: «todo está muy caro, así es imposible», «no vale la pena hacerlo en Venezuela» o «lo mejor es irse a otro país»— es uno de los desafíos de mayor exigencia personal.
Navegar con confianza y determinación en el mar de la adversidad y la autopercepción de derrota es, sencillamente, «la prueba acida» del comportamiento humano. Además, lo que inspira a una persona puede perfectamente desinflar a otra, porque la inspiración para la acción autodirigida y voluntaria es normalmente una función de la percepción del sujeto. Si su percepción le dice, por ejemplo, «no hay nada que me motive», «no hay nada que valga la pena el esfuerzo», «no hay nada que me retenga aquí», entonces el desafío de la inspiración se multiplica.
¿Qué podría ocurrir si no se consigue un objeto o razón que encienda la motivación? ¿Cuál sería el destino de la felicidad humana si todo dependiera de la motivación que proviene de afuera? ¿Sería posible encontrar foco y dirección para actuar en ausencia de algún objeto material de motivación? ¿Desaparecería la inspiración para actuar sin algún estímulo externo disparador? Muy pocas personas pueden inspirarse por sí mismas o saben motivarse de forma independiente.
La práctica de la autoinspiración
¿Qué puedes hacer para motivarte en momentos difíciles? Convierte a «tu mente» en tu principal aliado. Científicamente se sabe que la tarea de la mente es funcionar sin fin, como «un mono que salta de rama en rama». Cuando anda de su cuenta, la automotivación es nula porque la ausencia de foco hace que se concentre en sus tres preferencias básicas: lo que no se ha hecho bien, lo que está pendiente de hacerse o lo que está en el futuro creando incertidumbre y miedo, pues al ser humano le aterra su incapacidad para adivinar. Es un componente biológico de la especie humana.
El cerebro está siempre en lo suyo: sobrevivir a los depredadores. Por ello percibe amenazas, aunque no las haya. Presupone la presencia de depredadores, y a la mente le encanta esta presuposición. El sufrimiento diario es el principal depredador humano contemporáneo, y es esencialmente mental. Quienes no pueden inspirarse son perseguidos por viejos dolores y anticipan con ansiedad mucho dolor en el porvenir. Hacerse cargo de la propia mente es la clave para la autoinspiración en momentos de estrés y máxima dificultad.
Hay cuatro preguntas depredadoras de la autoinspiración, que son recurrentes y, además, independientes del entorno, de cualquier motivación externa, que activan la incapacidad de la persona para inspirarse, y la convierten en un pasivo de sí misma.
¿Soy capaz de hacerlo?
Esta pregunta, instalada en el inconsciente, es una granada de demolición, que supone la imposibilidad de hacer algo y, con ello, debilita la determinación y activa la parálisis. Se fundamenta en juicios descalificadores que convierten en certeza la inseguridad personal. Esta habilidad personal para «decirte cosas que no eres» puede ser neutralizada de inmediato con dos preguntas sustitutivas, que «te sacan de ese hueco». Antes de formularte la pregunta da un salto a la derecha o a la izquierda; con esta acción le dices a tu mente: «me salgo de donde estoy para pensar otra cosa de mí».
- ¿Cómo quiero hacerlo? Esta pregunta presupone en el inconsciente la certeza de que «puedo hacerlo, solo tengo que elegir el método».
- De las opciones disponibles, ¿cuál es la que más me gusta? Esta pregunta supone en el inconsciente, sin discusión alguna, que «tengo opciones» y, además, hay una que «prefiero».
¿Qué va a ocurrir?
La presuposición de esta pregunta es sumamente engañosa, pues da por cierto que «puedo adivinar». Supone opciones; pero, como no las conozco, «las tengo que inventar», con lo cual pongo a mi mente a hacer lo que más le gusta: especular sin fin sobre situaciones irreales. La mente lo hace en automático sin que «me dé cuenta». Esta pregunta depredadora lleva a buscar respuestas afuera, «me quita foco en el presente y lleva mi mente al futuro», la lleva a adivinar y a creer que efectivamente se puede anticipar el resultado, lo que debilita la atención, la conciencia y el autocontrol en el momento presente. Esta pregunta, que busca fantasmas en el futuro, puede ser neutralizada de inmediato con dos preguntas. Recuerda, antes de formularte las preguntas, da un salto a la derecha o a la izquierda porque así le dices a tu mente: «me salgo de esta rutina de pensamiento depredador».
- ¿Qué quiero que ocurra? Esta pregunta presupone en el inconsciente la certeza de algo específico que «veo claro: quiero que ocurra esto o aquello».
- ¿Cuáles características quiero que tenga el resultado? Esta pregunta le dice a la mente que hay una definición específica y que se conoce. Define y especifica lo que va a ocurrir y «me dice si voy por el camino correcto». Saca a la mente del diletantismo de la adivinación.
¿Cómo voy a salir de esto?
Esta pregunta «encarcela» a la persona, porque se fundamenta en la sensación de estar atrapada, sin salida posible, y activa inconscientemente la angustia y la desesperación por escapar, por huir. Todo el que se siente atrapado resulta incapaz de inspirarse. Lo más grave es que, como el proceso es inconsciente, la persona se induce un desangramiento energético y, de tanto huir, se crea «la realidad» de que «algo realmente me persigue», cuando es solo la mente la que huye de fantasmas. La mente «miedosa» es una mente bloqueada. Con razón decía Mark Twain: «Coraje es resistencia al miedo, maestría del miedo, no ausencia de miedo».
Este es el primer desbloqueo de la mente para convertirla en aliada. Reconocer que «tengo miedo» es la principal herramienta para «llenarme de coraje» y así neutralizar el efecto paralizante del miedo. Es también la más potente fuente de inspiración personal porque «me reconozco», me atiendo con integridad y aceptación, lo que fortalece el respeto propio que elimina la sensación de estar atrapado. Este sencillo ejercicio de conversación privada lleva a un segundo desbloqueo muy poderoso: darse cuenta de que «la voz en mi cabeza no es quien soy; en realidad, soy quien se da cuenta de ello». Este desbloqueo es un acto de liberación. Una mente liberada es una mente aliada, concentrada en la acción. Esta pregunta «carcelera» puede ser neutralizada de inmediato con dos preguntas. De nuevo, antes de formularte las preguntas, da un salto a la derecha o a la izquierda, porque así le ordenas a tu mente «cambia de modo depredador a modo activo».
- Como no es la primera vez que has estado en un desafío, en una situación difícil, pregúntate ¿qué he hecho todas las veces que he salido adelante en situaciones difíciles? Esta pregunta presupone en el inconsciente la certeza de que «ya he pasado por situaciones muy difíciles y he salido adelante». Además, presupone que soluciones, acciones, ideas, estrategias y recursos del pasado están disponibles para ser utilizados en el presente.
- De todos esos recursos ya probados, ¿cuál es el que mejor me sirve? Esta pregunta le dice a la mente «tengo salida, estoy en control, lejos de estar atrapado tengo libertad para elegir opciones». La autopercepción de estar libre, sin paredes que «me atrapen», automáticamente neutraliza el miedo, desbloquea la parálisis e inspira la acción decidida.
¿De dónde saco la plata?
Nada es más depredador de la tranquilidad y el sosiego personal que la autopercepción de estar sin recursos económicos. Es como si estuviese desapareciendo el piso donde se camina o la casa donde se duerme. Es como si «me estuviesen quitando la posibilidad de ser feliz». La creencia de que solo el dinero «me protege de la posibilidad de perder el control de mi vida» activa en el inconsciente la certeza de que fuerzas depredadoras invencibles «vendrán a comerme» y «pueden hacerlo». Esta certeza demoledora mata la inspiración personal: «solo con dinero puedo salir adelante. Sin dinero no soy nada». De hecho, el «¿de dónde?» de la pregunta declara la imposibilidad, la ausencia absoluta de ese algo. Con esta declaración inconsciente se dice algo más: «soy insuficiente para el desafío», «no me tengo a mí mismo». Esto es lo más grave: la sensación de ausencia, de no tener, de vacío. Esta sensación es psicológica, nunca física, sobre todo porque ocurre en personas que no están en la indigencia material de vida, sino en indigencia mental. Lo primero, entonces, es construir una sensación de abundancia y de prosperidad. Y eso solo es posible con la certeza de que «soy suficiente», «tengo lo que se requiere para salir adelante». Una vez que introduzco en mi mente este pensamiento, me formulo dos preguntas.
- ¿Quién tiene los recursos? Esta pregunta le dice al inconsciente: «los recursos están disponibles en… solo tengo que acercarme a ellos».
- ¿Cómo me acerco a ellos? (banco, tarjeta de crédito, venta de activo, apoyo de familiar, apoyo de amigos, empeño de prenda valiosa, préstamo personal). Esta pregunta le dice al inconsciente que existen estrategias; solo requiero identificarlas y seleccionar la más efectiva para acceder a los recursos.
Así que, ya sabes, si quieres inspirarte en momentos de gran adversidad, convierte a tu mente en tu principal aliada y transforma de inmediato las cuatro preguntas más recurrentes y depredadoras del autoimpulso en preguntas más inspiradoras de la acción decidida y con foco. Adelante con fuerza y determinación. ¡Namaste!
Alfredo C. Ángel, consultor internacional en gerencia y coach certificado ICC.
Este artículo se publicó en la edición abril-diciembre de 2016.