Cheryl Strayed emprendió una caminata que muchos considerarían una locura, pero lo que comenzó como un desafío físico se convirtió en una profunda transformación personal. Su historia revela que las metas no solo orientan las acciones, sino que también abren puertas para forjar nuevas y mejores identidades.
Reseña de Salvaje, de Cheryl Strayed (Roca Editorial, 2013).
En el verano de 1995, Cheryl Strayed, a los 26 años y sin experiencia alguna en excursionismo, tomó la audaz decisión de emprender en solitario la caminata del Sendero de la Cresta del Pacífico (PCT, por su sigla en inglés), una de las rutas de senderismo más exigentes de Estados Unidos. Con una longitud de 4270 kilómetros, el PCT recorre la costa oeste desde la frontera con México hasta la frontera con Canadá. La exigencia física y mental de esta ruta es monumental: atraviesa montañas que van desde los 4004 metros sobre el nivel del mar en la Sierra Nevada de California hasta los 34 metros en el Puente de los Dioses sobre el río Columbia, en la frontera entre Oregón y Washington. A lo largo de su recorrido, el PCT acumula 149.000 metros de desnivel a través de desiertos, montañas y ríos.
En su memoria Salvaje, adaptada al cine en 2014 con Reese Witherspoon en el papel principal, Strayed describe el acto de emprender la caminata como «la decisión, podría decirse irrazonable, de dar un largo paseo sola por el PCT para salvarme» (p. 12). En ese momento se encontraba «triste y desesperada, al borde del divorcio de un hombre al que todavía amaba». Durante los meses de preparación, su idea central era clara: «Tenía que cambiar», no para convertirse en alguien diferente, sino para regresar a la persona que alguna vez fue: «Fuerte y responsable, con la mirada clara y decidida, ética y buena» (p. 68). Strayed estaba enfrentando no solo la naturaleza salvaje de la costa oeste de Estados Unidos, sino también a sí misma.
Strayed decidió reemplazar el caos emocional de su vida por una meta que exigía toda su atención mental y capacidad física. Logró completar el viaje por el PCT en tres intensos meses de caminata, recorriendo hasta 32 kilómetros cada día. Lo fascinante de esta historia no es solo su hazaña física. Lo interesante, y lo que realmente puede aprenderse de ella, es cómo una meta clara y desafiante le dio propósito, dirección y, finalmente, motivación para transformar su vida. Strayed buscaba algo mucho más significativo que caminar: recuperar el control, encontrar la resiliencia y, sobre todo, sanar. A lo largo de esa caminata no solo recorrió un vasto paisaje, sino también pasó por un proceso profundo de autodescubrimiento. La meta no era simplemente completar un reto físico, era una reconfiguración completa de su identidad.
El primer paso para alcanzar una meta es, sencillamente, tenerla.
La experiencia de Cheryl Strayed ilustra cómo una meta clara y desafiante puede dar propósito y dirección a la vida. Al fijar un objetivo tangible, como caminar el PCT, se orienta el esfuerzo y se construye la motivación para superar obstáculos, crecer y transformar la realidad. Fijar metas determina un norte que orienta a las personas en medio de la incertidumbre: les permite avanzar hacia una versión más fuerte de sí mismas.
La teoría del establecimiento de metas
El establecimiento de metas es una de las áreas más activas de investigación en psicología. Edwin Locke, exprofesor del Departamento de Psicología de la Universidad de Maryland, es considerado el fundador de la teoría del establecimiento de metas. En 1968 publicó su primer trabajo sobre este tema, una línea de investigación que desarrolló durante más de treinta años. Influido por las ideas de Aristóteles, para quien el propósito es una fuente fundamental de la acción, Locke se interesó por la relación entre el establecimiento de metas y el desempeño. A lo largo de los años, sus teorías fueron validadas empíricamente mediante experimentos realizados por Gary Latham, de la Universidad de Toronto. Juntos publicaron un libro en el que consolidaron tres décadas de investigación y ofrecieron una teoría unificada sobre el poder de las metas para guiar el esfuerzo humano hacia un rendimiento óptimo.[1]
Fijarse metas está estrechamente vinculado con el desempeño, porque proporciona un objetivo claro hacia el cual dirigir los esfuerzos y establece un estándar para evaluar los logros. Los objetivos mejoran el rendimiento al enfocar la atención, y regulan la duración y la intensidad del esfuerzo que se dedica a lograr un resultado: se convierte en la brújula que guía las acciones hacia el éxito.
Fijar metas es importante y, en muchos casos, un tema común de conversación en el trabajo, en familia o entre amigos. Existen metas educativas, como terminar un posgrado; familiares, como visitar a los padres cada domingo; físicas, como correr cinco kilómetros; o intelectuales, como leer todos los días. Aunque las metas forman parte de la vida cotidiana y las personas reconocen su valor, eso no significa necesariamente que sepan cómo plantearlas de forma eficaz para que realmente conduzcan a resultados. ¿Cómo se puede mejorar la manera de definir las metas para que se conviertan en herramientas concretas de enfoque, motivación y desempeño?
Fijar metas no debe ser un acto improvisado, sino una decisión consciente que implica escribirlas, revisarlas periódicamente y convertirlas en la brújula que orienta las acciones.
¿Por qué son esenciales las metas claras?
El viaje de transformación de Cheryl Strayed comenzó cuando fijó una meta concreta y reorganizó su vida en torno a ella: recorrer el PCT durante el verano. Esa decisión le dio dirección, propósito y estructura en un momento de caos personal. Pero, en lo cotidiano, ¿cuántas veces las personas se detienen realmente a pensar en sus metas? ¿Cuántas veces organizan esas ideas sueltas que rondan sus mentes, las escriben y les dan forma? ¿Con qué frecuencia permiten que sus metas sean más que buenos deseos y las conviertan en brújulas que orienten sus decisiones y esfuerzos? A menudo, las aspiraciones permanecen como ideas vagas, sin la estructura necesaria para guiar. Tal vez, más que inspiración, lo que se necesita es intención.
El primer paso para alcanzar una meta es, sencillamente, tenerla. Con frecuencia, los días pasan sin que las personas dediquen tiempo a pensar con claridad en lo que realmente quieren lograr. Fijar metas no debe ser un acto improvisado, sino una decisión consciente que implica escribirlas, revisarlas periódicamente y convertirlas en la brújula que orienta las acciones. Según Locke y Latham,[2] el compromiso con la meta y la satisfacción que produce su logro son factores esenciales para que una meta tenga impacto. Por eso, antes de actuar, es indispensable detenerse a pensar: ¿qué importa de verdad? ¿Qué se quiere lograr en esta etapa de vida? Solo al responder con honestidad estas preguntas, las metas pueden convertirse en motores reales de cambio.
Establecimiento de metas como «preocupación fundamental»
La clave de este proceso es que la meta se convierta en lo que la psicóloga Angela Duckworth denomina la «preocupación fundamental»: algo que importa profundamente y que estructura gran parte de la actividad diaria.[3] Un buen conjunto de metas actúa como una brújula que orienta y guía las decisiones. Para ello, las metas deben ser coherentes entre sí y servir como criterio claro para determinar en qué vale la pena invertir tiempo y energía. Cuando se tienen muchas metas se corre el riesgo de dispersión. A veces, lo que se hace en el día no contribuye a un objetivo relevante. Otras veces, las metas compiten entre sí. Por eso, foco y claridad no son opcionales: son condiciones esenciales para avanzar con propósito.
Elige un momento para un nuevo comienzo
Strayed decidió que comenzaría su caminata en un momento específico: el verano siguiente. Tomó esa decisión y la convirtió en un hito que marcaría el inicio de una nueva etapa en su vida.
Este tipo de momentos tiene un poder psicológico significativo. Dai y otros llamaron a este fenómeno el «efecto del nuevo comienzo».[4] El inicio de un nuevo año o el comienzo de una semana actúan como disparadores para resetear los hábitos y reorientar las metas. La clave está en reconocer esos momentos y usarlos a favor. Elegir una fecha cercana, poner las metas por escrito y permitir que este hito marque el inicio de una nueva etapa puede ser el primer paso hacia un cambio sostenido.
El poder de las metas intrínsecas
Hay algo más en la historia de Strayed que es esencial para entender cómo las metas pueden realmente cambiar vidas. Es el concepto de meta intrínseca: aquella que está orientada al crecimiento personal y no simplemente al logro de un resultado visible. La meta que ella eligió no solo la empujó físicamente, sino también le abrió la oportunidad de aprender y crecer. Esta es una lección clave en la psicología del establecimiento de metas: las metas de proceso, las que se enfocan en lo aprendido, son mucho más poderosas que las metas orientadas solo a los resultados.
Los estudios de Sheldon y Kasser han mostrado que las metas intrínsecas hacen más felices a las personas y se asocian con más bienestar y satisfacción personal.[5] Los deportistas que establecen metas de proceso, como mejorar una habilidad, se sienten más capaces de controlar la situación y perseveran más, comparados con los que se enfocan en un resultado, como ganar una competencia. Strayed no estaba obsesionada con completar el PCT como un trofeo: su meta era aprender sobre sí misma, sanar, reconstruir lo que se había perdido. Y eso, en última instancia, la hizo más fuerte.
Desafío, compromiso y flexibilidad: claves para el desempeño
El desafío que se planteó Cheryl Strayed probablemente no habría sido tan transformador si hubiera planeado solamente una excursión de fin de semana o añadido una caminata a sus ratos libres. Los retos motivadores implican un desafío significativo y un compromiso genuino. Uno de los hallazgos más consistentes de Locke y Latham es que las metas claras y difíciles —pero alcanzables— mejoran considerablemente el desempeño. Cuando una meta es muy fácil, no motiva y, si es excesivamente difícil, puede llevar a la frustración o al abandono. El secreto está en calibrarla en ese punto justo, donde se convierte en un reto estimulante pero posible.
Otro factor clave es el compromiso: una meta será efectiva si se está convencido de su importancia y se cree que tiene o puede desarrollar las capacidades necesarias para alcanzarla. Además, la realimentación mejora la eficacia de las metas, al ajustar los esfuerzos y reforzar la motivación. Pero las metas excesivamente exigentes, asociadas a resultados muy específicos (como caminar veinte kilómetros al día), pueden desmotivar cuando no se alcanza la marca. La meta debe ser desafiante, pero también flexible. Su función principal es mantener avanzando hacia el desarrollo de competencias o aprendizajes, más que simplemente alcanzar un logro concreto. Tener una meta final de largo plazo, acompañada de metas parciales de corto plazo es más eficaz que centrarse únicamente en el objetivo final. Las metas bien planteadas guían el camino paso a paso.
Cuando una meta es muy fácil no motiva y, si es excesivamente difícil, puede llevar a la frustración o al abandono. El secreto está en calibrarla en ese punto justo, donde se convierte en un reto estimulante pero posible.
Metas y acción: más que soñar despierto
Cheryl Strayed tomó impulsivamente la decisión de recorrer el PCT; pero, una vez fijada la meta, se dedicó con disciplina y determinación a prepararse para alcanzarla. Compró el libro sobre el recorrido y lo leyó una y otra vez durante los meses previos a su partida. Aprendió a preparar alimentos deshidratados como atún y pavo, tomó un curso de primeros auxilios y practicó el uso de su purificador de agua en el fregadero de su cocina. Durante semanas, se ocupó de comprar y empacar los insumos necesarios, y se envió a sí misma cajas con provisiones a distintos puntos de la ruta para reabastecerse.
También hizo cambios profundos en su vida personal: renunció a su trabajo como camarera, finalizó su divorcio, vendió casi todas sus pertenencias y se despidió de sus amigos. Incluso visitó por última vez la tumba de su madre antes de partir. Su historia recuerda una verdad esencial: alcanzar una meta es una cuestión no solo de voluntad, sino también de preparación consciente, previsión de obstáculos y acción deliberada para superarlos.
Las metas son útiles solo si se traducen en acción. Cheryl Strayed no habría completado su desafiante caminata solo deseándola. Lo logró cuando su meta dejó de ser una idea abstracta y se convirtió en el eje que organizó sus decisiones, su tiempo y su energía. Una meta efectiva no solo inspira: moviliza.
Las metas claras son no solo un camino hacia un objetivo, sino también una fuerza de transformación que proporciona un principio organizador de las actividades. Cheryl Strayed lo entendió cuando decidió recorrer el PCT. Lo que comenzó como un desafío físico de 4270 kilómetros se convirtió en una profunda transformación personal. Más que completar una excursión, Strayed buscaba usar esa experiencia como catalizador para enfrentar sus miedos y reconstruirse. Cuando se establecen metas se traza un camino que impulsa un proceso de cambio. Las metas bien planteadas obligan a las personas a cuestionarse, a perseverar y, al final, convertirse en una versión más fuerte de sí mismas. La verdadera lección de Strayed es que las metas son no solo puntos de llegada, sino también vehículos para la transformación personal.
Richard K. Obuchi M., profesor del IESA / richard.obuchi@iesa.edu.ve
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Notas
[1] Locke, E. A. y Latham, G. P. (1990). A theory of goal setting and task performance. Prentice Hall.
[2] Locke y Latham (1990).
[3] Duckworth, A. (2016). Grit: el poder de la pasión y la perseverancia. Urano.
[4] Dai, H., Milkman, K. L. y Riis, J. (2014). The fresh start effect: Temporal landmarks motivate aspirational behavior. Management Science, 60(10), 2563-2582.
[5] Sheldon, K. M. y Kasser, T. (2008). Psychological threat and extrinsic goal striving. Motivation and Emotion, 32(1), 37-45.