El 16 por ciento del mercado de valores de Estados Unidos está en manos de fondos indizados. Estos fondos son los accionistas mayoritarios del 85 por ciento de las empresas del S&P 500 y votan en representación de cientos de miles de inversionistas, por lo que se cuestiona la concentración de poder en manos de estos bancos de inversión.
Uno de los grandes avances en el proceso de democratización de los mercados de capitales fue la popularización de los fondos indizados. Originados en Canadá a mediados de los años setenta del siglo pasado, comenzaron a popularizarse como vehículos de inversión en los últimos veinte años.
Hay tres bancos de inversión que han desempeñado un papel estelar en el uso masivo de estos instrumentos: Vanguard, BlackRock y State Street. Popularmente se les conoce como Las Tres Grandes (LTG). Pero ¿cuán grandes son?
El Investment Company Institute calcula que, en la actualidad, el 16 por ciento del mercado de valores de Estados Unidos está en manos de fondos indizados, lo cual supera el 14 por ciento perteneciente a los fondos tradicionales de gestión activa. LTG son los accionistas mayoritarios del 85 por ciento de las empresas que cotizan en el S&P 500.
Los fondos indizados votan en representación de sus clientes: cientos de miles de inversionistas que abarcan desde personas naturales hasta grandes instituciones. Por ello han surgido numerosos cuestionamientos sobre la concentración de poder en manos de estos bancos de inversión.
Para ser competitivos los fondos indizados cobran comisiones de manejo sustancialmente menores que las de sus principales competidores: los fondos de gestión activa. Se dice que, para mantener bajos sus costos de operación, tienden a invertir poco dinero en las tareas requeridas para ejercer su papel en el gobierno de las empresas en las que invierten. Tal crítica tiene poco fundamento, porque LTG también ofrecen fondos de gestión activa que participan en el gobierno de las empresas como parte de su estrategia de inversión.
LTG no funcionan como departamentos estancos. Toda la información que producen la utilizan de una u otra forma en todos los vehículos de inversión que ofrecen a su clientela. Adicionalmente, contratan los servicios de las llamadas asesoras de voto por poder (proxy advisory firms), que se especializan en analizar las propuestas sometidas a la consideración de las asambleas generales de accionistas, y recomendar a sus clientes cómo votar. Por ejemplo, Vanguard pone a disposición del público información sobre sus políticas de votación y sobre cómo votan en temas específicos.
Las recomendaciones de las asesoras de voto por poder no son necesariamente vinculantes. LTG producen estadísticas sobre las veces que votan a favor de las propuestas hechas por las gerencias de las compañías en las que invierten o por las promovidas por los accionistas. En temas de estrategia y riesgo, Vanguard votó el ciento por ciento de las veces con la gerencia, frente a un 22 por ciento con las propuestas de los accionistas. Cuando Vanguard compara su voto con el de ISS, la empresa líder en asesoría de voto por poder, muestra que votó «No» el siete por ciento de las veces cuando ISS recomendó votar a favor y votó «Sí» el nueve por ciento de las veces que ISS recomendó oponerse.
LTG ofrecen también servicios de manejos de fondos de pensiones para algunas compañías integrantes de su cartera de inversión, lo que siempre ha despertado sospechas sobre su propensión a alinear su voto con los intereses de la gerencia para no perder otros negocios. La investigación académica trata este tema con mucha frecuencia en los últimos años, pero los resultados obtenidos hasta el momento no son concluyentes.
Cuando una empresa es accionista mayoritario en varias empresas de un mismo sector de actividad, como es el caso de LTG, surge la sospecha de que los gerentes de estas empresas hagan suyos los intereses de los grandes fondos de inversión y surjan estrategias de colusión. Vigilar estas conductas no es sencillo. A corto plazo hay mayor presión de los reguladores para que los gerentes de los fondos indizados revelen sus contactos privados con los ejecutivos de las compañías en las que invierten.
BlackRock ha comenzado a traspasar a los grandes inversionistas, que invierten a través de sus fondos indizados, la responsabilidad de votar directamente en las asambleas generales de accionistas. Esta medida podría minimizar la concentración de poder de voto en manos de LTG, si se vuelve una práctica generalizada.
Con la llegada de Gary Gensler a la Comisión Nacional de Valores de Estados Unidos ha comenzado una nueva era en el alcance de la regulación de los mercados de oferta pública de títulos valores. Dado el papel de los fondos indizados en la economía actual es inevitable que Gensler los coloque en su agenda de trabajo, con el objeto de iluminar los complejos vínculos entre la industria de los fondos indizados y las empresas receptoras de sus inversiones.
Carlos Jaramillo, director académico del IESA.
Este artículo ha sido publicado en alianza con Arca Análisis Económico.