Los fondos de inversión buscan empresas emergentes en América Latina

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Imagen de mohamed Hassan en Pixabay

A pesar de la crisis por la pandemia, América Latina recibe fondos de inversión interesantes para emprendimientos tecnológicos vinculados con problemas sociales y ambientales.


En los últimos tiempos han surgido inversionistas que ponen la mirada en empresas emergentes de América Latina orientadas a solucionar problemas sociales y ambientales. Los inversionistas están cada vez más conscientes de la necesidad de apoyar ese tipo de emprendimientos que aportan buenos dividendos, más allá de Silicon Valley.

Buenos ejemplos son VC, QED Investgors, DST Global Partners, Softbank, Glade Brook Capital y Lightrock, entre otros grandes inversionistas internacionales, que han decidido destinar fondos para abrir nuevos mercados en esa línea. La inspiración es «hacer el bien y hacer negocios al mismo tiempo» con el apoyo a las denominadas «empresas sociales» o «empresas con propósito».

Construir un mundo mejor ya no suena como una premisa idealista. Los planes de negocios de estos emprendimientos han pasado a ser sólidamente encabezados —o respaldados— por líderes que saben de rentabilidad.

Recientemente se posicionó la chilena Betterfly como «unicornio social». Es la primera empresa B (de triple impacto) en lograrlo en la región. La compañía fue creada en 2019 por Eduardo della Maggiora (exvicepresidente de fusiones y adquisiciones de JP Morgan para América Latina) y ofrece una plataforma de servicios de bienestar que premia a quienes tienen un comportamiento más saludable con mejores seguros de vida y otros servicios financieros.

Betterfly logró tres rondas de inversión de capital exitosas en 2020 y 2021. Este año levantó 125 millones de dólares en capital, lo que llevó su valor de mercado a superar los mil millones de dólares y convertirse en unicornio.

Según expertos del sector pronto surgirán otros unicornios sociales en América Latina. El fenómeno no ocurre necesariamente en casos aislados, sino en ecosistemas con otros emprendimientos destinados a brillar.

Lo cierto es que muchas empresas emergentes con impacto social y ambiental de América Latina se han posicionado en el ecosistema financiero de buena forma y eso atrae también nuevas inversiones para el conjunto. Según datos del Global Impact Investment Network (citados por el periódico El País de Uruguay), el mercado mundial de inversión de impacto a finales de 2019 se calculaba en unos 715.000 millones de dólares.

Gobiernos, compañías y empresarios toman en cuenta, cada vez más, el enfoque multidimensional de los emprendimientos al hacer desembolsos. Evalúan las dimensiones de ecología, sociedad y gobierno empresarial (ESG).

Chile, México, Brasil y Colombia son países donde avanza este fenómeno. Cuentan con empresas emergentes dedicadas a ofrecer ayuda para reducir los residuos o apuntalar el reciclaje, teleasistencia en materia de salud, plataformas educativas para llegar a poblaciones geográficamente alejadas, soluciones agrícolas de alimentos más sanos basadas en inteligencia artificial, sistemas de geolocalización asociados a empresas de reparto que alcanzan lugares remotos con mayores necesidades, entre otras iniciativas.

En Venezuela, a pesar de la crisis económica y política, también hay nuevos espacios que ayudan a conseguir financiamientos para emprendimientos de orientación social y ambiental. Wave Tech Hub, por ejemplo, es un ecosistema orientado a crear puentes entre inversionistas y emprendedores para que estos puedan desarrollar modelos de negocios escalables al ámbito latinoamericano. Yummy, la aplicación de entrega a domicilio que inició operaciones en Caracas en 2019, se ha extendido a varios países al recibir capital por unos 18 millones de dólares.

En Venezuela existen buenos ingenieros y proyectos tecnológicos en general, también vinculados a mejoras sociales y ambientales, pero no siempre están conectados con los mercados para hacer crecer sus modelos de negocios. Existe consenso en que el ecosistema tecnológico venezolano necesita fortalecerse y, sobre todo, lograr mayor viabilidad.

Muchas empresas buscan oportunidades o financiamiento en el exterior; pero, en realidad, Venezuela tiene todo el potencial para crear negocios en su tierra y escalarlos internacionalmente. Hace unas semanas la gestora de fondos de capital privado Nazca expresó su interés por los emprendimientos venezolanos. Y no es la única.

América Latina podría estar viviendo cierto auge de emprendimientos tecnológicos y para eso se prepara. Salir de a poco de la crisis de la pandemia favorecerá a muchas iniciativas que podrán recibir fondos de capital de riesgo si descubren su potencial.

El trabajo colaborativo, las redes de sostén e intercambio, la apuesta por la innovación y los planes de negocios bien diseñados, con proyecciones de impactos sociales y ambientales claramente medibles, son fundamentales para dar ese salto esperado por todos. El crecimiento de las empresas emergentes significaría un avance importante para las economías de una América Latina que no merece quedarse rezagada de los países más desarrollados del mundo. Hay que ir a más, y se puede.


Fabiana Culshaw, periodista y psicóloga empresarial.

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