Aprendizajes de más de un siglo de rendimientos en los mercados de capitales

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El rendimiento real promedio de los bonos en los últimos 125 años es apenas 0,9 por ciento anual y, aunque la volatilidad de sus rendimientos es inferior a la de las acciones, cuando han sufrido caídas en sus precios han tardado más que las acciones en volver a su punto de equilibrio.


 

En momentos de gran volatilidad en los mercados financieros, como los que ha traído consigo la segunda presidencia de Donald Trump, es comprensible que los inversionistas quieran entender cuán expuestos están sus activos. Para tratar de ubicar estos episodios en un contexto histórico, resulta particularmente útil revisar algunas conclusiones de una línea de investigación de los profesores Paul Marsh y Mike Staunton, de la London Business School, y Elroy Dimson, de la Universidad de Cambridge, discutidas en el libro El triunfo de los optimistas: 101 años de retornos de la inversión global.


La diversificación internacional sigue siendo recomendable para cualquier inversionista.


El texto original es del año 2002, pero los autores actualizan anualmente la base de datos, que incluye los rendimientos de acciones, bonos y letras del Tesoro, así como los movimientos de las monedas y la inflación para un conjunto de 21 países durante 125 años. Ya están disponibles los datos correspondientes a 2024.

El mercado accionario estadounidense mostró el mejor desempeño durante el siglo XX. Su capitalización de mercado era el 14 por ciento de la mundial en 1900 y subió al 49 por ciento en el año 2000. Su dominio se ha mantenido durante el siglo XXI, hasta alcanzar el 64 por ciento de la capitalización mundial a finales de 2024. Cuando el análisis se restringe al grupo de los países desarrollados, esta cifra se eleva a 73 por ciento.

La importancia relativa de los mercados accionarios ha cambiado con el paso del tiempo. Así como Inglaterra era el centro de las finanzas mundiales a comienzos del siglo XX, con una capitalización de mercado del 24 por ciento, Japón fue el líder mundial a fínales de la década de los ochenta del siglo pasado con un 40 por ciento; desplazó a Estados Unidos, que para la época se ubicaba en el 29 por ciento.

El crecimiento de los mercados accionarios está directamente relacionado con la innovación de las empresas que compiten por el liderazgo mundial y los incentivos que tengan para inscribir sus acciones en un mercado de valores en particular. En la actualidad hay muchas compañías locales y extranjeras que escogen Estados Unidos para registrar sus títulos bursátiles, porque allí les resulta más fácil acceder a una gran masa de inversionistas internacionales.


Como no se sabe a priori cuáles serán los títulos ganadores, no es de extrañar la popularidad de las carteras de inversión que replican índices bursátiles.


La diversificación internacional de las carteras de inversión recibió un importante espaldarazo a comienzos de la década de los años setenta cuando el profesor Bruno Solnik publicó el libro Mercados de capital europeos: hacia una teoría general de la inversión internacional. En él mostró que al incorporar títulos financieros de otros países en una cartera de inversión local mejoraba la relación riesgo/retorno para los inversionistas.

La industria del manejo de activos se adueñó del mensaje de Solnik para desarrollar una gran gama de productos apalancados en la diversificación internacional. Como hecho curioso, los datos recopilados por Marsh y sus colaboradores muestran que la diversificación internacional funcionó muy bien para todo el mundo, con la excepción de los inversionistas estadounidenses, pues el rendimiento del mercado accionario estadounidense fue superior durante la mayor parte del tiempo y con una volatilidad mucho menor.

A pesar de todo, la diversificación internacional sigue siendo recomendable para cualquier inversionista, porque nada garantiza que los resultados del pasado se repetirán en el futuro. El rendimiento superior del mercado accionario estadounidense indujo la acuñación del término «excepcionalismo estadounidense», inspirado en las observaciones del politólogo e historiador francés Alexis de Tocqueville sobre la sociedad estadounidense cuando visitó ese país en 1831. Ciertamente, el término se ha utilizado previamente en distintos contextos y solo más recientemente en el ámbito de las inversiones.

Los bonos exhibieron un desempeño un tanto incómodo para los inversionistas que los ven como un refugio ante las inclemencias del mercado accionario. El rendimiento real promedio de los bonos en los últimos 125 años es de solo 0,9 por ciento anual, y aunque la volatilidad de sus rendimientos es inferior a la de las acciones, cuando han sufrido caídas en sus precios han tardado más que las acciones en recuperarse y volver a alcanzar su punto de equilibrio.

Los inversionistas que compraron acciones en el pico antes de la Gran Depresión necesitaron más de quince años para volver a su punto de partida, ajustado por inflación, pero los que compraron bonos en su pico de 1940 necesitaron más de cincuenta años.

A las personas naturales se les recomienda tener una fracción de su cartera en bonos, porque la correlación de sus retornos con los de las acciones es baja. Pero en períodos de alta inflación esas correlaciones aumentan y pueden ocurrir situaciones como la del año 2022, cuando tanto los bonos como las acciones sufrieron simultáneamente pérdidas superiores al veinte por ciento.


El hecho de que una acción tenga una gran participación en la capitalización de un mercado en un momento dado no significa a priori que tendrá un mal desempeño en un futuro.


Las acciones son la familia de activos financieros de mejor desempeño en los últimos 125 años. En particular las estadounidenses que tuvieron un rendimiento nominal del 9,7 por ciento o el 6,6 por ciento, una vez descontada la inflación del período. Sin embargo, al analizar el desempeño de títulos individuales, Marsh y sus colaboradores se apoyan en un artículo de Hendrik Bessembinder de 2018 según el cual solo el 4 por ciento de las acciones estadounidenses son responsables del desempeño positivo de ese mercado. Como no se sabe a priori cuáles serán los títulos ganadores, no es de extrañar la popularidad de las carteras de inversión que replican índices bursátiles, por aquello de que si quieres tener las ganadoras cómpralas todas.

La concentración de la capitalización del mercado en pocas empresas es un tema muy de moda en esta temporada, cuando las «siete magníficas» (Apple, Microsoft, Alphabet, Amazon, Nvidia, Meta y Tesla) acumulan el 40 por ciento de la capitalización. Los autores recuerdan que este fenómeno se ha repetido en varias ocasiones, no solo en Estados Unidos sino también en Francia, Alemania, Corea y Taiwán. Trces acciones en cada caso representan actualmente el 23, el 36, el 40 y el 59 por ciento, respectivamente, de la capitalización de mercado.

El hecho de que una acción tenga una gran participación en la capitalización de un mercado en un momento dado no significa a priori que tendrá un mal desempeño en un futuro. Otras seguramente liderarán por la aparición de nuevas tecnologías, e individualmente podrán correr cualquier suerte.

Al observar el rendimiento de los títulos financieros en horizontes de muy largo plazo, vale la pena recordar a Melibea en La Celestina (IV 166): «Bien conozco que hablas de la feria según te va en ella. Así que otra canción dirán los ricos». Si bien a largo plazo los títulos financieros muestran los desempeños descritos, a corto plazo puede pasar cualquier cosa, por lo que es natural hablar de la feria según le vaya a cada cual.


Carlos Jaramillo, vicepresidente ejecutivo del IESA.

Este artículo se publica en alianza con Arca Análisis Económico.

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