Carlos Franceschi: responsabilidad y honestidad son claves para gestionar las crisis

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Carlos Franceschi, fotografiado por Andrés Kerese.

Franceschi, un grupo que procesa derivados del cacao y fabrica chocolates de alta calidad, reconocidos a escala internacional, enfrentó un momento crítico para la bicentenaria empresa familiar. Logró no solo superar el desafío, sino también abrir cauce a un nuevo proyecto de crecimiento.


Franceschi es una marca con 200 años de historia en el sector cacaotero venezolano. Tras seis generaciones de trabajo constante, no exento de enormes dificultades, es hoy una de las principales empresas exportadoras del país y sus líneas de chocolate oscuro se han convertido en emblemas de la mejor gastronomía venezolana.

Carlos Franceschi, actual heredero de esa larga y exigente tradición empresarial, director de Operaciones del Grupo, explicó en la cátedra de Liderazgo Responsable del IESA el complejo proceso de reestructuración que, a partir de 2011, salvó a la empresa de la quiebra.

La línea de chocolates es una parte del negocio, quizás la más visible, pero la empresa fundamental es la comercializadora de cacao y productora de manteca y otros derivados. Esta actividad requiere una relación directa con productores cacaoteros, que no siempre han visto a la empresa como una aliada, sobre todo en las últimas dos décadas.

Durante ese lapso la empresa ha vivido cambios fundamentales, como la creación de la compañía subsidiaria fabricante de chocolates: Franceschi Chocolates. Este proceso implicó una integración vertical del proceso de producción y transformación del cacao en el oriente del país, con variedades de calidad reconocida a escala internacional.

Momento de conflicto

Cuando Carlos Franceschi asume el reto de dirigir el conglomerado familiar había pasado por duras pruebas personales, que le hicieron comprender la importancia de centrar el proceso de transformación no solo en la rentabilidad, sino también en la creación de una nueva cultura del trabajo.

Franceschi enfrentó un entorno dominado por el conflicto político. ¿Cómo lo superó? Con diálogo franco y una propuesta de desarrollo integral, económico y personal, mediante un proceso de comprensión de las realidades y necesidades de los productores del campo.

Hay que encontrar formas de hacer el bien desde la cultura y la ética. Siempre hay que cuestionarse la moral de las decisiones y revisar sus efectos. Una parte sustancial de vivir es generar un impacto positivo cada día… Si uno conecta con las personas, puede generar cambios positivos que, a su vez, impulsan impactos para toda la sociedad.

Nuestro grupo empresarial ha pasado por mil cosas. En estos últimos 22 años hemos pasado momentos difíciles que nos obligaron a replantear operaciones y yo particularmente me vi frente a la posibilidad de salir del país, pero tuve la determinación de hacer lo necesario para encontrar oportunidades y aprovecharlas.

Mucho diálogo, acuerdos y creación de confianza, hicieron que la organización comenzara a despegar, no sin hacer depuraciones. «Pero todo se hizo con transparencia, cumpliendo la palabra empeñada, construyendo comunidad, exigiendo compromiso con la calidad. Se trata de construir una nueva cultura corporativa».

Lo que comenzó como una hacienda de cacao hace dos siglos es hoy una empresa con presencia internacional en países como Ecuador, Perú y Estados Unidos, y con entrada a importantes mercados europeos.

Tuvimos que rescatar la confianza. La cultura corporativa es clave, porque si no hay una buena guía, los valores no sirven de nada. Hay que generar una cultura de mejora personal y económica. Enfrentamos una cantidad de riesgos, porque siempre va a haber dificultades. La crisis nos enseñó a gestionar con más realismo.

En el lapso de un año hubo una reducción de costos de 44 por ciento y un incremento de la productividad de 132 por ciento. Ante tales datos, simplemente desaparecieron las reservas de la directiva sobre este modelo de desarrollo más compartido, que apuntaba a negociar con los productores con sentido ético y una lógica de ganar-ganar, y en el que, además, había preocupación y programas para mejorar la calidad de vida de los cacaoteros.

Practicamos un estilo de gestión basado en la responsabilidad y así logramos que, desde la gerencia, toda la empresa se alineara en un proyecto de crecimiento ambicioso pero posible. Conseguimos hacer creer que el bien es atractivo. Hoy en día estamos en Ecuador y somos un exportador importante de cacao, estamos en Perú y en Estados Unidos donde tenemos una casa comercial.

El ejecutivo no se anda por las ramas para afirmar que una empresa tiene que ser rentable y generar recursos, y ese principio tiene que ser comprendido claramente por sus trabajadores. Lo que muchas veces no se entiende —dice Franceschi— es que una organización en quiebra no puede crear progreso, no puede apoyar a las comunidades ni a sus trabajadores como se espera.

Y apunta que las expectativas deben ser razonables. Por ello, apela a la honestidad como base de cualquier propuesta de negocio. «Los que dirigimos empresas somos personas, a nosotros también nos van a comer los gusanos algún día; por ello tenemos que ser capaces de entendernos para resolver los conflictos y prosperar juntos, cada quien desde su puesto y con lineamientos claros».

Carlos Franceschi insiste: «Para mí la persona es lo más importante. Conozco desde muy joven cómo hacer dinero, desde muy joven compraba y vendía cosas, pero también siempre tuve la vocación de servir. Esa combinación me ha dado resultados».


Érika Hidalgo López, periodista.