Cuando el capital y la capacidad de gestión se encuentran

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Fotografía: Pixabay.

Es posible crear nuevas estructuras de gobierno corporativo que permitan el movimiento masivo de recursos con menos críticas de los ciudadanos y esquemas más inteligentes de distribución de riqueza.

Carlos Jaramillo / 18 de abril de 2019


 

Siempre que aparecen nuevas tendencias en el manejo de fondos soberanos Debates IESA no pierde la oportunidad de compartirlas con sus lectores. Al fin y al cabo estos vehículos de inversión son actores muy especiales en el elenco de los inversionistas institucionales: manejan recursos por el orden de ocho billones de dólares —equivalentes a la mitad del monto emitido en treasuries— y en su proceder dejan lecciones importantes sobre diversificación de riesgo, gobierno de empresas (de oferta pública y privada) y uso de la riqueza en los juegos geopolíticos.

Las polémicas sobre las inversiones chinas en Europa han puesto sobre el tapete la preocupación de muchos fondos soberanos de encontrar áreas de inversión donde puedan colocar importantes cantidades de dinero que generen una rentabilidad aceptable y causen la menor distorsión posible en los países receptores. Estos fondos tienen la capacidad de supervisar cuidadosamente las empresas en las que invierten y llenan vacíos de control de los que no pueden ocuparse otros inversionistas; particularmente, cuando el control está asociado con grandes volúmenes de inversión.

Las inversiones conjuntas entre fondos soberanos y movimientos cooperativos constituyen una oportunidad única para promover crecimiento económico y distribuir riqueza. Hay pruebas de que, cuando grupos de empleados organizados como fideicomisos adquieren las empresas donde trabajan, es posible incrementar ventas, rentabilidad y empleos.

No siempre las adquisiciones de empresas por empleados organizados pueden hacerse con vehículos de deuda convencionales, debido a los volúmenes de inversión requeridos. Los fondos de riqueza soberana pueden complementar la deuda convencional en estos casos, mediante el uso de estructuras de capital diseñadas a la medida de la situación, en las cuales los empleados mantienen el control de la empresa y los fondos soberanos participan en los beneficios como cualquier grupo de accionistas.

Con el paso del tiempo los bancos de inversión empezarán a promover actividades para poner en contacto a fondos soberanos con empresas que no tienen interés en acudir a bolsa, porque funcionan mucho mejor en arreglos de capital privado. Para ello, además, se requieren estructuras fiscales y legales que promuevan la interacción entre esos fondos y otros grupos de potenciales accionistas, que incluyan movimientos cooperativos, gobiernos nacionales y hasta organizaciones sin fines de lucro que necesiten rentabilizar sus carteras de inversión.

Cuando el capital y la capacidad de gestión se encuentran es posible crear nuevas estructuras de gobierno corporativo que permitan el movimiento masivo de recursos con menos críticas de los ciudadanos y esquemas más inteligentes de distribución de riqueza.


Carlos Jaramillo, profesor del IESA.

Este artículo ha sido publicado en alianza con Arca Análisis Económico.

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