El nuevo negocio de la banca de inversión: venta de datos

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Ilustración: Gerd Altmann

Los departamentos de investigación de los bancos de inversión han ajustado la producción de información a las necesidades de sus clientes. Ahora no se limitan a elaborar reportes de entorno, análisis de empresas y datos de inversiones, sino que se dedican también a vender datos que requieren un mínimo procesamiento.

Carlos Jaramillo / 5 de diciembre de 2019


Durante muchos años las empresas y las personas adineradas veían la investigación producida por sus bancos de inversión como un beneficio adicional, parte indivisible de un paquete de múltiples servicios que muchos percibían como costosos. La crisis financiera de 2009, aunada a cambios regulatorios y tecnológicos, obligaron a los bancos de inversión a hacer algo impensable veinte años atrás: desglosar la composición de sus comisiones de servicio.

La entrada en vigencia del Mifid II —marco regulatorio para la industria de servicios financieros en la Unión Europea— obliga a los gerentes de carteras de inversiones a pagar directamente la investigación que consultan en lugar de hacerlo implícitamente, a través del volumen de transacciones canalizado con cada uno de los bancos de inversión con los que trabajan, como lo venían haciendo durante años. La adopción de esta práctica de remuneración en Europa obligó a la banca internacional a extenderla más allá del área de cobertura del Mifid II.

Banqueros y clientes se vieron por primera vez obligados a pensar cuál era la utilidad de los servicios de investigación en sus contextos de negocios. Cuando la investigación comenzó a facturarse explícitamente se volvió un elemento más de negociación entre banqueros y clientes. No han faltado bancos de inversión que la suministran sin costo alguno, para ganar nuevos clientes y fidelizar más los existentes.

Los clientes corporativos, a su vez, comenzaron a revaluar el uso de sus servicios informativos, para ajustarlos mejor a sus requerimientos, y los departamentos de investigación han tenido que responder a las nuevas exigencias. En lugar de ocuparse, principalmente, de producir reportes de entorno económico, análisis individuales de empresas y datos de inversión en renta fija y variable, con la aparición de grupos de trabajo que usan grandes volúmenes de datos para identificar tendencias de muy corto plazo (frequent traders) o los que incorporan el análisis de textos para medir sentimientos de mercados a partir de palabras clave, la actividad de investigación se ha ampliado para incorporar la venta de datos que requieren un mínimo procesamiento, cualquier costo adicional correrá por cuenta de los clientes.

El área de investigación de la banca de inversión ha dejado de ser un centro de costo, para convertirse en un centro de beneficios, tal como sucedió en el área de tesorería corporativa cuando se crearon los mercados de dinero a muy corto plazo en los años ochenta.

La venta de datos no se limita a los que produce el mundo financiero convencional; es decir, precios, volúmenes de transacciones o elementos de los estados financieros. Informaciones no convencionales, como patrones climáticos o el tráfico alrededor de los centros comerciales, también son utilizados por la inteligencia artificial para predecir la fortaleza de la economía.

Parece ser que los clientes quieren más datos y menos análisis, para darse la oportunidad de procesar por sí mismos la información. Los formatos tradicionales de difusión de conocimiento también están evolucionando, para que los clientes lean menos reportes y vean más videos, conferencias y podcasts. Sin embargo, algo permanecerá constante en el mundo de la generación de información económica que es el anhelo de todo analista: ser el primero que descubra la nueva tendencia de los mercados, siempre envuelta por un manto de datos.


Carlos Jaramillo, director académico del IESA.

Este artículo ha sido publicado en alianza con Arca Análisis Económico.

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