Estructurar una cartera a largo plazo

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Ilustración: Gerd Altmann / Pixabay.

Ser un inversionista a largo plazo es fácil en la teoría, pero difícil en la práctica. En teoría, la estrategia de mantener una cartera diversificada está a la disposición de todas las personas, independientemente de su conocimiento financiero o estatus económico. Pero, en la práctica, todas son sensibles a fuerzas emocionales que pueden llevarlas a cometer costosos errores.


Para un inversionista conservador es importante recordar que los mitos de quienes se han enriquecido con rapidez en el mercado pueden llevarlos a participar en un juego muy diferente del que se habían trazado originalmente. La memoria selectiva impulsa regularmente en la dirección errada. Las reflexiones decepcionantes pueden distorsionar las experiencias vividas y animar a las personas a perseguir sus intuiciones y tratar de ser más listas que otros inversionistas, quienes a su vez participan en el mismo juego.

Este camino conduce a la mayoría de los inversionistas a resultados funestos. Corren riesgos descomunales y sucumben a las emociones del momento: pesimismo cuando el mercado está en declive y optimismo cuando está en alza. Esto da lugar a frustraciones, cuando las acciones equivocadas tienen como consecuencias rentabilidades menores que las que habrían conseguido simplemente permaneciendo en el mercado.

 

Estructuración de una cartera de acciones con visión de largo plazo

Lograr buena rentabilidad requiere conservar una visión de largo plazo y una estrategia disciplinada. Es igual de importante mantener expectativas alineadas con la información histórica. Por ejemplo, las acciones han alcanzado a lo largo de los últimos dos siglos una rentabilidad promedio de siete por ciento, después de descartar los efectos de la inflación. Las rentabilidades de las acciones son mucho más constantes a largo plazo que a corto plazo. Con el paso del tiempo, las acciones, a diferencia de los bonos, compensan a los inversionistas de la inflación. Por lo tanto, a medida que se extiende el horizonte de inversión, hay que determinar una proporción mayor de acciones en la cartera de activos.

Las oscilaciones emocionales de los inversionistas provocan, a menudo, que las cotizaciones de las acciones se sitúen por encima o por debajo de sus valores fundamentales. Es difícil resistir la tentación de comprar cuando todo el mundo es alcista y vender cuando todo el mundo es bajista. Por ello, la colectividad de los inversionistas que efectúan operaciones obtiene con frecuencia rentabilidades mediocres.

 

Las fuentes de valor para el accionista

El origen fundamental del valor de los activos procede de los flujos de caja esperados que pueden derivarse de su posesión. En lo que atañe a las acciones, estos flujos de caja proceden de los dividendos o repartos monetarios que resultan de los beneficios generados por la empresa o de la venta de sus activos.

Las cotizaciones de las acciones dependen también de la tasa a la que se descuenten los respectivos futuros flujos monetarios. Los flujos de caja futuros se descuentan porque las sumas de dinero que se perciban en el largo plazo no se valoran tanto como las que se reciben en el presente. Las razones del descuento incluyen la presencia de una tasa sin riesgo (como el rendimiento prometido por un activo alternativo seguro), la inflación (que contrae el poder adquisitivo de la liquidez recibida en el futuro) y el riesgo coligado con las magnitudes de los flujos de caja deseados (lo cual hace que quienes invierten en activos arriesgados, como las acciones, requieran una prima con respecto a los títulos más seguros). La suma de estos tres factores —tasa de rendimiento sin riesgo, prima por inflación y prima por riesgo de las acciones— determina la tasa de descuento de las acciones, denominada también de rentabilidad mínima sobre el capital o el costo de capital propio.

 

La formación de los beneficios para el inversionista

Cuando se está considerando iniciar una vida como inversionista resulta vital entender que los beneficios generados por una compañía son la fuente principal de los flujos de efectivo y que estos, al final, resultan de restar los costos de producción de los ingresos de la empresa. Los costos de producción incluyen todos los costos de materiales y mano de obra, intereses generados por deudas y los impuestos y provisiones por depreciación.

Las empresas pueden transformar sus ganancias en flujos de caja para los accionistas de diversas formas. La primera, e históricamente la más significativa, es el pago de dividendos en efectivo. Los beneficios que no se emplean para el pago de dividendos se denominan «ganancias retenidas». Estas crean valor al ensanchar los futuros flujos de caja mediante cancelación de deudas (que reduce los gastos de intereses), inversión en valores u otros activos (que incluye la adquisición de otras empresas), inversión en proyectos de capital (con el objetivo de aumentar los beneficios en el futuro) y recompra de acciones de la empresa.

La recompra de acciones reduce el número de acciones en circulación y, de ese modo, aumenta los beneficios por acción y permite un incremento de los dividendos. Quienes venden sus acciones a la compañía reciben una suma de dinero a cambio. Pero aquellos que no lo hacen obtendrán en el futuro mayores dividendos y ganancias por acción, pues los beneficios de la empresa se dividirán entre un número menor de acciones. En el momento de la recompra no cambia la cotización de las acciones, puesto que un activo se cambia por otro. Sin embargo, a lo largo del tiempo, las recompras provocan el aumento de los beneficios por acción, lo cual incrementa la cotización del título en cuestión y, por lo tanto, genera plusvalías que sustituyen a los dividendos que los accionistas habrían recibido.

 

Establezca reglas estrictas

Conseguir buenas rentabilidades de la inversión en acciones exige mantener una visión a largo plazo y una estrategia de inversión disciplinada. ¿Una recomendación final? Establezca reglas estrictas para mantener su cartera bajo control, sobre todo si es propenso a ceder a las emociones del momento. Si es una persona a la que el mercado le produce ansiedad y nerviosismo, posiblemente lo más recomendable sea considerar otros instrumentos de inversión que se acoplen mejor a su perfil de inversor.


José Miguel Farías, gestor de fondos de Arca Asset Management y gerente de Mercado de MasValor Casa de Bolsa, S.A. Twitter: @Jmfariasu