La nueva era imperial

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Fotografía: Pexels.

Naruhito, el nuevo emperador de Japón, enfrentará grandes desafíos como cabeza de Estado. Le tocará reinar en un país con una población que se envejece a pasos agigantados y un endeudamiento del orden de 240 por ciento del PIB; sostenible, por ahora.

Carlos Jaramillo / 2 de mayo de 2019


 

El reinado de cada emperador japonés recibe un nombre. Showa (período de la paz ilustrada) fue el escogido para el del emperador Hirohito (1926-1989) y Heisei (alcanzar la paz) el de su hijo Akihito (1989-2019) que terminó este 1 de mayo. Tradicionalmente, estos nombres se inspiran en relatos de la literatura china.

Pero en esta oportunidad habrá una excepción: Reiwa, nombre de la era que presidirá el nuevo emperador Naruhito, fue tomado de un conjunto de poemas japoneses del siglo VIII conocido como «Colección de las diez mil hojas» (Manyoshu). Rei significa en japonés orden, mandato, y en otros contextos, bueno o espléndido, mientras que Wa es paz o armonía, y juntos podrían transmitir el sentido de hermosa armonía. Reiwa comenzará a aparecer desde mayo en todas las comunicaciones oficiales, en las monedas y en las placas de los vehículos, de modo que los japoneses tendrán bastante tiempo para pensar y llegar a un acuerdo sobre lo que significarán para ellos esos caracteres juntos.

Para quienes tengan posiciones financieras de corto plazo el advenimiento de una nueva era imperial (gengo) requiere particular cuidado, porque comienza con un feriado de diez días (del 26 de abril al 6 de junio) durante los cuales todos los mercados financieros japoneses estarán cerrados. Por ello, al comienzo del día 7, habrá grandes expectativas acerca de cómo se verán afectados los precios de monedas y títulos valores que reflejarán de un golpe el flujo de información producida durante la llamada Semana Dorada (aunque dure diez días).

En cuanto a las divisas, el resto del mundo seguirá haciendo transacciones en yenes, en un contexto de menor liquidez y mayor volatilidad, en ausencia de actores principales. Adicionalmente, es muy probable que en días previos al cierre aumente el volumen de transacciones para anticipar el feriado. Sin embargo, el día 7 de mayo podrían ocurrir movimientos de precios de divisas del orden del tres por ciento, considerables para monedas de países desarrollados.

Cuando ocurren eventos de esta naturaleza es prudente que las personas naturales cierren sus posiciones especulativas antes del comienzo del feriado. Mientras que los inversionistas institucionales, cuyas operaciones se apoyan en inteligencia artificial, simplemente dejan sus «robots» a cargo, a la espera de que eventualmente puedan pasar de dólares a yenes si se produce la oportunidad.

El emperador Naruhito, en un horizonte de más largo plazo, enfrentará grandes desafíos como cabeza de Estado. Le tocará reinar en un país con una población que se envejece a pasos agigantados y un endeudamiento del orden de 240 por ciento del PIB; sostenible, por ahora, porque la tasa de interés que devenga la deuda soberana en yenes es muy cercana a cero.

Uno de cada tres ciudadanos japoneses es anciano y para mediados de siglo la fuerza laboral del país se reducirá de 75 millones a 45 millones (un cuarenta por ciento). Japón sigue siendo una de las pocas naciones donde el número de mascotas registradas (solo perros y gatos) supera en número a los niños menores de quince años. De hecho, el Fondo Monetario Internacional advirtió recientemente que, en ausencia de reformas estructurales significativas, el PIB del país se reducirá en 25 por ciento en los próximos cuarenta años.

La participación femenina en la fuerza laboral es de un setenta por ciento, una de las más altas del mundo desarrollado. Pero la incorporación de la mujer al mercado laboral en los últimos veinte años no ha sido suficiente para compensar la baja tasa de natalidad. Adicionalmente, las mujeres siguen poco representadas en los cargos de mayor responsabilidad y remuneración.

La respuesta a la reducción de la fuerza laboral comienza con la palabra «flexibilidad». El país necesita ser más flexible, por ejemplo, al repartir las responsabilidades domésticas entre hombres y mujeres, una de las causas de que las mujeres no asuman trabajos de tiempo completo. La inmigración es un gran reto para una sociedad que ama la homogeneidad de su población. Aun los japoneses de «la diáspora», que comparten genes y algunos rasgos culturales con sus anfitriones, tienen problemas para insertarse en el país de sus ancestros.

Ojalá que los sabios encargados de escoger el nombre del gengo hubiesen mezclado los caracteres de inmigración, tolerancia a lo nuevo y futuro compartido. Tal vez los símbolos de la caligrafía kanji para captar estas ideas sean muy complicados para que los niños japoneses hagan planas con ellos, requisito que debe cumplir cualquier nombre asignado a una era imperial.


Carlos Jaramillo, profesor del IESA.

Este artículo ha sido publicado en alianza con Arca Análisis Económico.

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