La pirámide financiera de la inminente crisis

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Fotografía: Pixabay.

El fantasma de la crisis de 2008 ha regresado a los mercados. Aún no se sabe si son visiones o si el colapso es inminente. Un mal augurio es el incremento de los préstamos corporativos con calificación crediticia baja: una mala calificación y la pirámide se vendrá abajo.

Jhon Cisnero / 23 de febrero de 2019


 

Diez años después de la crisis financiera mundial ha vuelto el apetito por los grandes rendimientos (y sus altos riesgos). Como consecuencia, los principales mercados bursátiles han cobrado impulso.

Pero los mercados no crecen ininterrumpidamente, y en algún momento aparecen las correcciones. Aún se debate si lo que se aproxima será una corrección, una recesión o una crisis financiera; todo depende de lo que hagan los bancos centrales. El aumento de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos podría despertar una nueva crisis.

Un mal indicio es la vuelta de los instrumentos financieros estructurados, tan relacionados con la crisis de 2008. Desde el año pasado, el Fondo Monetario Internacional y otros organismos (como el Banco Internacional de Pagos) han advertido del considerable incremento de la deuda de riesgo en el mercado de crédito corporativo.

En 2018 las ventas de obligaciones de préstamos garantizadas (CLO, por sus siglas en inglés) registraron un récord, lo cual no es alentador. Estos instrumentos estructurados son adquisiciones apalancadas con calificaciones crediticias bajas: vehículos de ingeniería financiera con características similares a las obligaciones de hipotecas garantizadas (CDO) que llevaron a la crisis de 2008.

Las nuevas emisiones de CLO en Estados Unidos alcanzaron 130.400 millones de dólares, según Bloomberg. Lo más preocupante del escenario es que alrededor de 29 por ciento de los emisores de préstamos apalancados están calificados un grado por encima de CCC («probabilidad de impago alta»), cuando hace una década eran solo 14 por ciento, según el Servicio de Inversionistas de Moody’s. No obstante, a diferencia de las obligaciones de hipotecas garantizadas, las obligaciones de préstamos garantizados poseen respaldo: si una empresa incumple, el inversionista puede recurrir a la venta de la garantía. Ahora bien, los convenios de estos préstamos son cada vez más reducidos y, además, no forman un mercado muy líquido.

El apalancamiento no es malo si se sabe implementar de forma eficiente. El problema surge cuando se usa principalmente para asumir más riesgo financiero y no para realizar inversiones productivas, que es lo se ha manifestado en los últimos meses.

Nadie quiere que empeore la calificación de estos instrumentos, pues ocasionaría una avalancha o efecto dominó sobre la estructura del instrumento. Solo hace falta que varios eventos se combinen para que se desate una tormenta perfecta.


Jhon Cisnero, profesor de la Universidad Católica Andrés Bello y consultor financiero en Kapital Consultores.

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