«La utilidad os hará libres»

2501
Ilustración: Pexels.

La presencia de figuras carismáticas al frente de las empresas, abundantes en el mundo de la tecnología, ponen en serio peligro a los accionistas cuando se vuelven incontrolables. Cuando la propiedad accionaria está concentrada en pocas manos que ponen su fe en un líder empresarial, el riesgo operativo se potencia y con él las ganancias y las potenciales pérdidas.

Carlos Jaramillo / 28 de marzo de 2019


 

Tres acontecimientos captaron la atención del mundo financiero la semana pasada: 1) el segundo round de la pelea entre Elon Musk y la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC, por sus siglas en inglés); 2) el parafraseo que hizo Herbert Diess, presidente de Volkswagen, de una frase acuñada durante el Holocausto, en una reunión de ejecutivos de esta empresa; y 3) la más reciente interpelación a Tim Sloan, presidente de Wells Fargo, ante el Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos.

La SEC multó por veinte millones de dólares a Elon Musk, la cabeza más visible de Tesla, por haber anunciado en un tuit de septiembre de 2018 la disponibilidad de fondos para financiar la salida de bolsa de la empresa automotriz. El anuncio violaba de forma y fondo los estándares que deben cumplir las empresas de oferta pública al difundir información: lo informado no era más que una especulación a partir de la cual algunos accionistas liquidaron posiciones en la empresa. Además de la multa, pagada por la empresa, la SEC exigía que a partir de ese momento todo tuit escrito por Musk debía ser revisado por abogados corporativos para evitar incidentes de tal naturaleza.

Musk, que pareciera ser un «espíritu libre», decidió que tenía suficiente criterio para saber cuándo usar o no los servicios de sus abogados, y escribió un tuit en el que hablaba del número de vehículos que la empresa produciría en 2019, lo que violaba la exigencia de la SEC. Por cierto, esa información fue corregida posteriormente por la empresa.

El organismo regulador no se puede dar el lujo de ser obviado. De allí que la SEC solicitara a un juez federal, en Nueva York, decretar que Musk estaba en una especie de desacato a la autoridad (contempt of court), al desobedecer sus instrucciones sobre las políticas comunicacionales de Tesla luego de lo ocurrido en septiembre. El juez federal puede imponer multas o períodos de prisión a quienes sean culpables de desacato.

Herbert Diess era considerado el destinado a sacar adelante a Volkswagen, gracias a su claro conocimiento de la industria automotriz; en particular, el requerido para implantar un decidido plan de reducción de costos. Diess insistió en una reunión gerencial que las marcas con mayor margen de utilidad, como es el caso de Porsche, tenían más libertad de acción y exhortó a representantes de otras marcas del grupo a seguir su ejemplo. En varias ocasiones repitió Ebit macht frei (la utilidad os hará libres), sin percatarse de que la expresión sonaba muy similar a Arbeit macht frei (el trabajo os hará libres): lo primero que leían los prisioneros al entrar en el campo de concentración de Auschwitz.

¿Estupidez, ingenuidad o carencia de olfato? Los enemigos de Diess, y en particular los sindicatos, no quieren perder la oportunidad de sacar del juego a un enemigo importante. La familia Porsche-Piëch, el emirato de Catar y el estado de Baja Sajonia, que controlan el noventa por ciento de las acciones de Volkswagen, enfrentan el dilema de dar apoyo a un gerente capaz en lo técnico y torpe en lo político o dejarlo ir para minimizar los daños de reputación y pagar la factura de retrasar los cambios organizacionales que la empresa urgentemente requiere.

El principal interés del comité de representantes del Congreso de Estados Unidos al interpelar a Wells Fargo era mostrar a la opinión pública que el Congreso, y en particular el Partido Demócrata, seguían de cerca la evolución de este grupo bancario. Para Tim Sloan la comparecencia no fue sencilla, sobre todo cuando el congresista demócrata Jesús García intentó hacerlo reconocer que Wells Fargo había protagonizado el escándalo bancario más importante de la historia contemporánea estadounidense.

Dos años y medio después del estallido del fraude, Wells Fargo no termina de pasar la página. Seguirá operando durante 2019 con un tope de dos billones de dólares en su balance, fijado por la Reserva Federal en febrero de 2018, y se plantea la posibilidad de pagar 2.700 millones de dólares adicionales como resultado de litigios pendientes. A diferencia de los escándalos financieros sufridos en años recientes por J. P. Morgan o Goldman Sachs, en los que estaban involucradas agencias reguladoras y clientela corporativa, las contrapartes de Wells Fargo han sido principalmente clientes del segmento de consumidores, percibidos, con mucha razón, como «jurídicamente débiles». Cambiar las percepciones de una colectividad tan variada tardará años, y en ese proceso la institución no solo gastará dinero, sino que también quemará toda una generación de gerentes y empleados encargados de lidiar con un público indignado.

Estas experiencias muestran dos grandes retos que enfrentan los accionistas y tenedores de deuda corporativa, cuyos patrimonios sufren cuando los gerentes cometen errores. El primero es cómo desarrollar mecanismos para identificar a tiempo y minimizar el impacto de conductas deshonestas en distintos niveles de la organización. Ese es el gran desafío que Wells Fargo ha sido incapaz de afrontar con éxito.

El segundo desafío es que la presencia de figuras carismáticas, abundantes en el mundo de la tecnología, ponen en serio peligro a los accionistas cuando se vuelven incontrolables. Para ser justos, este es el caso de Elon Musk más que el de Herbert Diess. Pero lo cierto es que cuando la propiedad accionaria está concentrada en pocas manos que ponen su fe en un líder empresarial —y en este sentido Volkswagen y Tesla se parecen— el riesgo operativo se potencia y con él las ganancias y las potenciales pérdidas. Al fin y al cabo, seguir a un líder carismático es otra manera de apalancarse.


Carlos Jaramillo, profesor del IESA.

Este artículo ha sido publicado en alianza con Arca Análisis Económico.

Suscríbase al boletín de novedades aquí.