Llora por mí, Argentina

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Fotografía: Ariel Bonfil / Pixabay.

Hay momentos en los que Argentina se parece a una gran ópera rock de los mercados emergentes, condenada a repetirse una y otra vez. Llámese Evita, Isabelita, Cristina o cualquiera sea el nombre de la carismática presidenta o primera dama del momento, el argumento siempre es el mismo.

Carlos Jaramillo / 5 de septiembre de 2019


 

Un país se entrega a un líder mesiánico que le propone un proyecto político-económico que evitará la repetición de un pasado terrible, y a partir de allí seguirá la senda del crecimiento y la justicia social. Los líderes de derecha proponen recomenzar con el saneamiento de las finanzas públicas, la recuperación del acceso a los mercados financieros internacionales, la revisión de las estructuras impositivas y las regulaciones, y el recorte de costos, gastos y subsidios. Los líderes de izquierda tratan de resolver los desajustes causados por la «derecha anterior».

Estas idas y venidas terminan por crear un sistema inestable, con una agenda de crecimiento económico de largo plazo insostenible por falta de políticas económicas claras, fuentes de financiamiento confiables y una colección de frentes de vulnerabilidad desarrollada a lo largo de las sucesivas crisis (fuga de talentos, subcapitalización de planes de retiro, desnutrición, desempleo crónico, ausencia del Estado en las zonas de barrios, etc.), sin olvidar la volatilidad de los tipos de cambio y las tasas de interés en moneda dura.

La nueva versión de esta ópera rock trae un ajuste interesante de la trama: la crisis estalla en lo que los politólogos llaman un lame duck: un período durante el cual el funcionario electo ocupa su cargo, pero ya se sabe por quién será sustituido. Formalmente, este no es el caso del presidente Macri, pero a todo efecto práctico sí lo es. El potencial ganador de las elecciones, Alberto Fernández, se debate entre una victoria electoral abrumadora con difícil comienzo de gobierno o colaborar con el régimen actual para no agudizar la crisis y perder algo —tal vez mucho— apoyo electoral en el intento.

Sobre las posibles actuaciones del candidato Fernández todo es especulación. Podría hacer un trueque de la deuda actual por bonos que contengan una compensación adicional si el país logra un desempeño positivo en el futuro, como ocurría con los bonos Brady venezolanos en escenarios de alza del petróleo y como hicieron los Kirchner-Fernández en los años 2005 y 2010.

El gobierno argentino ya cayó en una cesación de pagos (default), porque el reperfilamiento de la deuda (cambio en el cronograma inicial de pagos de la deuda soberana tanto en divisas como en moneda local) y la caída de precios de los títulos públicos así lo revelan. La devaluación del peso frente al dólar de más del cincuenta por ciento y la caída del mercado bursátil del orden del setenta por ciento sugieren que lo peor ya se materializó, en buena medida, al menos para los inversionistas internacionales.

¿Cuáles nubes sombrías cubren el horizonte? La posible implantación de un férreo control de cambios, que en este momento solo existe para grandes transacciones en las que participan bancos y empresas no financieras que deben repatriar el producto de sus exportaciones y solicitar permiso para adquirir divisas, y la incertidumbre por ausencia de un interlocutor válido hasta que se produzca la contienda electoral del próximo 27 de octubre.

Quienes aún no han comprado títulos argentinos deben entender que esta es una apuesta riesgosa cuyos frutos, si acaso, se recogerán a mediano plazo. Para los que tienen papeles argentinos, la respuesta es no lanzarse al mar (vender) en medio de la tormenta, sino esperar a que pase; porque sobrevivirán aunque con lesiones, como dice la letra de un tango aún no escrito.


Carlos Jaramillo, director académico del IESA.

Este artículo ha sido publicado en alianza con Arca Análisis Económico.

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