Ni tan estable

952
Imagen de Richard WILSON en Pixabay

Las llamadas «monedas estables» no cumplen una función estratégica en el sistema financiero. Proteger los fondos de especuladores en criptoactivos o de organizaciones que no quieren depositar sus dólares en los custodios tradicionales no es una prioridad para la sociedad.


Según una máxima de la regulación financiera, un instrumento debe existir cuando hay un usuario al que le resuelve un problema y una contraparte que está dispuesta a emitirlo a cambio de un pago. Se supone que tal instrumento permite a la economía ser más eficiente en la asignación de recursos o la redistribución de riesgos para el beneficio de la sociedad como un todo.

Tal máxima se ha aplicado en el mundo de los derivados una y otra vez al evaluar nuevos contratos de cobertura, y debe formar parte del marco de análisis de las innovaciones en el mundo de los criptoactivos. Recientemente hubo una importante caída de precios en el mercado de las «monedas estables» que invita a revisitar esta situación desde la óptica regulatoria.

Una moneda estable es una moneda desarrollada para quienes desean tener activos vinculados al dólar fuera del sistema financiero convencional. ¿Quiénes pudieran estar en esa situación? Una variedad de actores que incluye desde los participantes en operaciones ilegales, pasando por quienes temen que sus depósitos pierdan movilidad por una sanción política (por ejemplo, la clase media rusa no necesariamente vinculada con el presidente Putin), hasta quienes especulan en criptomonedas y desean mantener sus activos en dólares cuando no realicen operaciones.

La gran promesa de una moneda estable es la flexibilidad de una criptomoneda, sin su volatilidad. Para ello, ese bien siempre será convertible en dólares, o en cualquier otra moneda previamente establecida, a una tasa de conversión fija.

Hay dos maneras de garantizar la estabilidad de la tasa de conversión. La primera es mantener un volumen de reservas en la moneda de referencia, que se invierte en instrumentos líquidos y seguros; generalmente, títulos de deuda de gobiernos nacionales o papeles de empresas de alta calidad. Este es el caso de la criptomoneda tether.

La segunda manera consiste en operar un algoritmo atado a dos tókenes: uno estable y el otro dispuesto a absorber toda la volatilidad que se presenta en las transacciones vinculadas a la moneda estable. Este es el caso de terraUSD y su par luna. Sin entrar en tecnicismos, el volumen de unidades del token luna en circulación aumenta o disminuye (mint and burn equilibrium) de manera que la paridad entre terraUSD y el dólar se mantenga estable.

En condiciones normales de operación (si se puede hablar de estabilidad en el mundo de las criptomonedas), las monedas estables cumplen su propósito. Pero cuando las reservas que dan soporte a la tasa de conversión pierden valor, sucede algo similar a la devaluación de una moneda y, por supuesto, quienes poseen estos criptoactivos pierden dinero.

Las monedas estables se asemejan a los fondos de mercado monetario (MMF, por sus siglas en inglés), que son emitidos para dar a los inversionistas la posibilidad de colocar excedentes de liquidez a corto plazo que a su vez se invierten en instrumentos de renta fija de alta calidad. En teoría, no debería perderse dinero si se invierte en un MMF, a menos que la cartera de títulos valores pierda súbitamente parte de su valor. Esto se llama en el argot financiero breakink the buck.

En el año 2008 el Reserve Primary Fund, un importante MMF, perdió una pequeña porción de su cartera cuando Lehman Brothers se declaró en quiebra. El Departamento del Tesoro de Estados Unidos se vio en la necesidad de crear el Programa Temporal de Garantía de Liquidez, para evitar el colapso del mercado de fondos de corto plazo. La adopción del programa implicó un costo para los contribuyentes estadounidenses, justificado en alguna medida por la necesidad de mantener los mercados financieros en funcionamiento y evitar la profundización de una crisis sistémica.

En el caso de las monedas estables no se puede argumentar que cumplen alguna función estratégica en el sistema financiero, a diferencia de los MMF que permiten una mejor distribución y uso de recursos en una economía. Proteger los fondos de los especuladores en criptoactivos o de organizaciones que no quieren depositar sus dólares en los custodios tradicionales no es una prioridad para la sociedad.

Cuando un instrumento financiero no contribuye al mejor funcionamiento de la economía se convierte en un vehículo de especulación, como las apuestas deportivas o los juegos de azar en los casinos. La idea en estos casos no es prohibir las apuestas a priori, sino vigilarlas para que no produzcan externalidades negativas.


Carlos Jaramillo, director académico del IESA.

Este artículo ha sido publicado en alianza con Arca Análisis Económico.

Suscríbase al boletín de novedades aquí.