La pobreza: un mal que persiste

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Fotografía: Pixabay.


El estado de pobreza es una condición con la cual ha lidiado la humanidad desde tiempos remotos, y no ha sido posible erradicarla. A diferencia de la desigualdad económica, sobre la cual se debate si deben destinarse recursos al diseño y la ejecución de políticas orientadas a disminuir las brechas de ingreso entre los grupos de una sociedad, sí hay consenso en cuanto a la importancia de las políticas destinadas a mejorar condiciones de vida como la pobreza, sobre todo en las regiones del mundo más afectadas. Ahora bien, el disenso es amplio con respecto a las estrategias que se han debido adoptar para mitigar la pobreza e incluso, lo más elemental como punto de partida, su definición y medición, que influirán en la búsqueda de soluciones.

¿Qué se entiende por pobreza?

Aunque en las ciencias sociales se puede encontrar más de una decena de nociones de la palabra «pobreza», según Juan Carlos Feres y Xavier Mancero (2001: 9), «la mayoría de los estudios económicos sobre pobreza han centrado su atención casi exclusivamente en las concernientes a “necesidad”, “estándar de vida” e “insuficiencia de recursos”. Para estas opciones, los indicadores de bienestar más aceptados han sido la satisfacción de ciertas necesidades, el consumo de bienes o el ingreso disponible». ¿Cómo identificar a los pobres? Comparando la condición de cada hogar o persona con un estándar. Esto dependerá de la definición de pobreza seleccionada, la variable cuantificable seleccionada (según la definición) y la disponibilidad de información.

Los indicadores de bienestar más utilizados son el ingreso y el gasto en consumo, por hogar o por individuo (Feres y Mancero, 2001). Otros indicadores son la proporción del gasto en alimentos (que debería disminuir a medida que aumenta el ingreso), el consumo calórico de los miembros de un hogar (que debería aumentar con el ingreso), medidas antropométricas (como la estatura según la edad y el peso según la estatura) y necesidades básicas insatisfechas.

¿Conviene medir la pobreza por hogar o por persona? Según Feres y Mancero (2009: 15), «dado que la medición de la pobreza apunta a una cuantificación del bienestar de las personas, el objeto de estudio pasa a ser los individuos en sí mismos, más que los hogares en que viven. En este sentido, el ingreso per cápita sería un mejor indicador del bienestar individual que el ingreso por hogar». Ahora bien, si se mide por hogares, conviene corregir la variable utilizada por medio de una escala de equivalencia: «un índice que muestra el costo relativo en el que debe incurrir un hogar para gozar del mismo bienestar que un hogar de referencia, dado su tamaño y composición» (Feres y Mancero, 2009: 15).

¿Cómo reducir la pobreza?

El Banco Mundial (2015) advierte que el ritmo estable de reducción de la pobreza de un punto porcentual por año —como se ha registrado entre 1980 y 2011 debido en gran parte al desempeño de China— podría ser difícil de mantener si la tarea recae solamente en los efectos del crecimiento económico. De allí que el nuevo enfoque del Banco Mundial se exprese en dos grandes objetivos: «terminar con la pobreza extrema en el curso de una generación y promover la prosperidad compartida».

El Banco Mundial se ha propuesto como meta, desde 2013, llevar el porcentaje de personas que viven con menos de 1,25 dólares al día a tres por ciento, antes de finales de 2030. Para ello está desarrollando actividades que promuevan el crecimiento de los ingresos de la población mundial ubicada en el cuarenta por ciento inferior de la distribución del ingreso. Además, el Banco ha hecho una tarea de análisis y revisión de su medición de la pobreza, para incorporar la dimensión de «prosperidad compartida» y ajustar la recolección de datos y mediciones a los nuevos objetivos trazados hace dos años.

En la revisión de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la Organización de Naciones Unidas (ONU) emprendida en 2010, con base en un estudio en cincuenta países para identificar lo que faltaría para alcanzarlos, se señaló la importancia de atender las condiciones que mantienen el estado de pobreza (OPHI, 2014). Asimismo, se subrayó la sinergia entre los objetivos: el logro de uno podría impulsar el avance en otros. Para la ONU, las condiciones que producen pobreza están interconectadas y también sus soluciones.

Mediciones de la pobreza

Entre los métodos de medición de la pobreza más utilizados se citan los del Banco Mundial y la ONU. El consumo por hogar es un indicador ampliamente utilizado y se obtiene por medio de las encuestas de hogares que, por lo general, llevan a cabo las oficinas nacionales de estadísticas de los países. El Banco Mundial se nutre de este tipo de información para construir sus indicadores y calcular la pobreza global y por cada país.

Las encuestas de hogares presentan una muestra representativa nacional de las compras por hogar de una lista de productos en un período dado. También suelen recoger información del consumo de productos y servicios no transables, así como de los activos que poseen los hogares, tales como inmuebles y otros activos durables. Con una combinación de esas respuestas, el Banco Mundial calcula un nivel de consumo por cada hogar encuestado.

Una alternativa al consumo para la medición de la pobreza es el ingreso, como indicador del bienestar económico que puede ser calculado de una forma similar al consumo mediante las encuestas de hogares. De hecho, en algunos países, especialmente de América Latina, es el único indicador de bienestar económico disponible.

El argumento principal a favor del consumo, con respecto al ingreso, como indicador de bienestar, es que el consumo capta la noción de estándar de vida que los encargados de formular políticas intentan medir, mientras que el ingreso refleja la oportunidad de alcanzar un grado de bienestar dado. Además, el consumo es menos volátil que el ingreso, y los datos sobre consumo son más precisos y más fáciles de recolectar en los países en desarrollo, donde los pobres consumen una modesta canasta de bienes y servicios, que por lo general son de primera necesidad.

El análisis de la pobreza que desarrolla el Banco Mundial combina la medición del consumo per cápita con la línea de pobreza, que ha sido calculada para cada país y representa el indicador del mínimo aceptado para vivir cada día. Debajo de esa línea, un individuo es considerado pobre con respecto a su contexto social particular. Los estándares varían entre las diferentes poblaciones del mundo y existes pruebas de que la línea tiende a elevarse en los países de ingreso promedio. La pobreza global calculada por el Banco Mundial resulta de la suma de los niveles de cada país, basados en una misma línea de pobreza. En la actualidad, la línea de pobreza equivale a 1,25 dólares diarios, a precios de 2005.

Amartya Sen, Premio Nobel de Economía en 1998, ha trabajado sobre el desarrollo humano desde hace varios años, y ha hecho hincapié en la necesidad de crear un enfoque multidimensional de la pobreza, así como del desarrollo, lo cual ha tenido implicaciones en la medición de la pobreza. De allí que la ONU y la Iniciativa de Oxford sobre la Pobreza y el Desarrollo Humano (OPHI, por sus siglas en inglés) hayan tomado como referencia los trabajos de Sen para desarrollar una medida internacional que recoge este enfoque multidimensional. Este índice multidimensional de la pobreza (MPI, por sus siglas en inglés) refleja las privaciones simultáneas que experimentan las personas y permite explorar mejores medidas para acelerar la reducción de la pobreza.

El índice multidimensional de la pobreza global de 2014 se basa en el estudio de una población de 5.400 millones de personas (78 por ciento de la población mundial) en 108 países en desarrollo. El treinta por ciento de esta población (1.600 millones de personas) es considerada pobre. De este grupo, el 52 por ciento vive en Asia del Sur, seguido de África subsahariana (29 por ciento). El 85 por ciento de este grupo habita en áreas rurales. La mayoría de los pobres identificados por el MPI (71 por ciento) viven en países de ingreso medio. De acuerdo con esta última medición, prácticamente todos los países que redujeron la pobreza también redujeron la desigualdad entre los pobres. El país con el mayor porcentaje de pobres continúa siendo Níger: 89,3 por ciento de su población es multidimensionalmente pobre. Esto señala que, si bien ningún país reflejó un estado de pobreza de noventa por ciento, sí se registraron mayores tasas regionales; en otras palabras, el número de pobres superó el noventa por ciento en 43 de las 780 regiones subnacionales para las cuales se tienen datos.

Existe también disparidad entre las personas en términos de la intensidad de pobreza que han experimentado. Un informe de la OPHI señala los casos de la República Centroafricana y Guinea Bissau, donde la población enfrenta una pobreza multidimensional de aproximadamente 77,5 por ciento. Ahora bien, en términos de la distribución de las privaciones, se observan otras proporciones: en la República Centroafricana cerca del doce por ciento de los pobres experimenta una intensidad por encima del setenta por ciento, mientras que en Guinea Bissau la experimenta un 21 por ciento.

De una muestra de 34 países que albergan 2.500 millones de personas, seleccionados entre los que disponen de datos suficientes para construir series de tiempo, treinta (es decir, 98 por ciento) han reducido la pobreza multidimensional significativamente. Estos países son en su mayoría de bajos ingresos y los menos desarrollados. Nepal, por ejemplo, mostró el mayor ritmo de progreso: su MPI cayó de 65 a 44 por ciento en un lapso de cinco años (2006-2011). Otros países también reflejaron una reducción importante: Ruanda (2005-2010), Ghana (2003-2008) y Bangladés (2004-2007). Los diez países con mejor desempeño tienen ingresos bajos, con excepción de Ghana y Bolivia.

La reducción de la pobreza en América Latina

En el informe más reciente de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal, 2014) se reconoce la persistencia de la pobreza (y la indigencia) en América Latina, debido a su naturaleza estructural. El estudio trata la pobreza no solo en términos de ingreso sino también desde una perspectiva multidimensional —como resultado de una alianza entre Cepal y OPHI— con el propósito de contribuir a un mejor diseño de políticas públicas orientadas a mitigar la pobreza y la desigualdad.

Los datos correspondientes al año de referencia del estudio (2013) muestran un estancamiento de la tasa de pobreza desde 2011, si se mide en ingresos. Esto se explica, entre otros factores que han incidido, por la desaceleración económica que ha venido sufriendo la región desde 2010. Los valores obtenidos en 2013 no reflejan, de hecho, diferencias significativas con respecto al año anterior.

El análisis multidimensional de la pobreza incorpora aspectos monetarios y no monetarios del bienestar, consideraciones de empleo, protección social y rezago escolar, y utiliza nuevos umbrales de privación para algunos indicadores. Desde esta perspectiva, en el período 2005-2012 la pobreza parece haber caído, principalmente en las zonas urbanas, así como la intensidad de la pobreza; es decir, el porcentaje de privaciones que experimentan los hogares identificados como pobres. Según la Cepal existe una gran heterogeneidad en las situaciones de pobreza entre los países latinoamericanos; sin embargo, la pobreza monetaria es el componente más marcado en cuanto a la privación que sufre la población pobre y, además, se constata una tendencia a la reducción de la desigualdad en la mayoría.


Este trabajo se publicó originalmente en la edición abril-junio de 2015.

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