Nutrición, saneamiento e inseguridad alimentaria en tiempos de Covid-19

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Fotografía: Rafael Urdaneta Rojas / Pixabay

La pandemia global ocasionada por la enfermedad Covid-19 es una oportunidad para reflexionar sobre los problemas estructurales de Venezuela. La clave para salir exitosamente de la crisis consiste en ejecutar medidas de alivio inmediato, a la vez que se trabaja en lo estructural y se implementan medidas de prevención para evitar nuevos contagios.


La pandemia global producida por el virus SARS COV-2 ha propiciado un espacio de reflexión acerca de puntos clave para la humanidad nunca antes visto en la historia reciente. Las críticas al manejo de la Organización Mundial de la Salud al comienzo de la epidemia y los quiebres y fracturas en las diferentes aproximaciones dan cuenta de lo complejo de este tema. Sin embargo, el momento de reflexionar ha llegado y requiere pensamiento analítico y objetivo de todos los sectores, por el bien de la humanidad.

El mundo cambiará después de esta pandemia; la forma de trabajar y de invertir el tiempo se transformarán y el planeta tendrá que repensarse para enfrentar la transición. Este será el reto: tomar conciencia de las brechas que existen en las diversas regiones del planeta e identificar los aspectos que puedan trabajarse de manera eficiente, con miras a la solución de los problemas que aquejan a la población.

Uno de los puntos más importantes para los países de ingreso medio y bajo es la reflexión sobre la vuelta a lo básico; es decir, los países donde ya existían pobreza, inseguridad alimentaria, poca salubridad, hambre y desnutrición se encuentran en este momento ante una coyuntura en la que deben tomar las decisiones correctas para superar los hitos que mantienen a la mayoría de su población en malas condiciones. Pero las soluciones no se lograrán sin planificar la construcción o reconstrucción de las estructuras estables que permiten a una sociedad estar en buenas condiciones de forma permanente.

Como dijo Bill Gates (2020) hay dos cosas importantes en este momento para los líderes: resolver el problema inmediato y asegurar que esto no vuelva a suceder. Mientras que para lo primero las acciones urgentes pueden ayudar a mitigar la situación, para que esto no vuelva a suceder hay que asegurar lo básico con plena funcionalidad, sostenibilidad y de forma permanente.

La seguridad alimentaria es un buen ejemplo. Es un concepto multidimensional que implica: acceso y disponibilidad de los alimentos, capacidad de bioutilización y estabilidad de las anteriores (FAO, 2011). Las diferentes dimensiones de la seguridad alimentaria interactúan para constituir lo que puede ser la seguridad alimentaria de los hogares, los individuos o ultimadamente la nación. Para que exista seguridad alimentaria debe existir la posibilidad de acceder a los alimentos (que mediante un trabajo digno y productivo se obtengan los ingresos requeridos para ello), luego debe existir la disponibilidad de los alimentos (que cuando una persona vaya al mercado de su preferencia encuentre los alimentos y decida cuál comprar de acuerdo con sus tradiciones culturales y conocimientos nutricionales), y que al llegar a casa disponga de los servicios básicos para consumirlos adecuadamente. Sin electricidad, gas o agua será muy difícil cocinar. Por último, la estabilidad de estas dimensiones implica que no funciona recibir comida cada seis semanas, porque los requerimientos nutricionales de los humanos deben ser satisfechos diariamente, o tener electricidad intermitentemente, pues las neveras no van a funcionar y los alimentos no se van a conservar, así de simple en una sociedad moderna.

Dimensiones de la seguridad alimentaria

Fuente: FAO (2011).

En países con gran vulnerabilidad alimentaria, porque la producción de alimentos está comprometida, en entornos hiperinflacionarios, como el caso venezolano, y con graves deficiencias en servicios básicos, la COVID-19 constituye un reto en términos de búsqueda de soluciones que apunten tanto a la solución de los problemas inmediatos como, en paralelo, a la solución de los problemas estructurales que han acompañado el deterioro del país. El círculo vicioso que se establece entre pobreza, inseguridad alimentaria, desarrollo físico y cognitivo (por falta de adecuada nutrición) y baja productividad en las poblaciones más vulnerables puede romperse, solamente, si se atiende a lo estructural: educación, saneamiento, promoción de la salud, mejoramiento de los servicios.

Círculo vicioso de la pobreza y la inseguridad alimentaria

Fuente: FAO (2011).

En la concepción del esquema de desarrollo de capacidades —enmarcado en el respeto a los derechos humanos fundamentales: a la vida, a la salud, a la alimentación y a la educación— las libertades se encuentran estrechamente relacionadas con las capacidades. Una población bien alimentada y nutrida, con educación y acceso a servicios de salud tendrá las oportunidades de desarrollar su máximo potencial y convertirse en factor de desarrollo para sí misma, la sociedad en la cual vive y ultimadamente el país que la abriga.

El círculo vicioso de la pobreza y la inseguridad alimentaria caracteriza la vulnerabilidad de la población venezolana en los últimos años. El deterioro del patrón de alimentación que muestran las sucesivas encuestas ENCOVI 2014-2017 (Landaeta, Herrera, Ramírez y Vásquez, 2018) evidencia lo que ha ocurrido en términos de diversificación de la dieta, hoy constituida en su mayoría por cuatro o cinco alimentos principalmente carbohidratos y grasas en detrimento de las fuentes de proteínas animales y vegetales y frutas y hortalizas. Esto hace que la población —con 80 por ciento de los hogares en inseguridad alimentaria en 2017 y 74 por ciento de las familias utilizando estrategias de supervivencia en 2019, según encuesta del Programa Mundial de Alimentos en Venezuela— se encuentre en condiciones de vulnerabilidad nutricional debido al inadecuado consumo de alimentos. Si a esta vulnerabilidad se añade la actual pandemia por COVID-19 resulta evidente que los hogares estarán aún más desprotegidos ante el dilema de aislamiento social o trabajo e ingreso al día: salir a trabajar y ganar algún sustento para asegurar la comida de la familia o permanecer en casa (suponiendo que se tiene una) protegido de la COVID-19, pero expuesto a la inseguridad alimentaria.

Ante las investigaciones médicas bajo presión que adelantan vacunas y tratamientos ajustados a protocolos de ensayos y pruebas clínicas para corroborar solidez, y requieren tiempo, cuidar lo básico es esencial. Desde el descubrimiento del lavado de las manos como medida fundamental de higiene, por Ignaz Semmelweis a mediados del siglo XIX, no ha existido otra medida tan eficaz, económica y segura de garantizar la higiene, prevenir contagios y reducir la mortalidad. La higiene en la manipulación de alimentos, el uso apropiado de guantes y tapabocas, la limpieza de las superficies de trabajo y el aislamiento social son las medidas que han conducido a la disminución de nuevos casos de COVID-19.

La pregunta es en qué consiste una adecuada nutrición para los convalecientes del virus. Como con cualquier otro virus, las personas adecuadamente nutridas responderán mejor que las desnutridas, quienes por su condición presentan un eslabón más de vulnerabilidad: la desnutrición implica un grado de inmunosupresión. Es el momento de alimentarse bien, de asegurar una dieta equilibrada, variada y suficiente que aporte todos los nutrientes que el organismo requiere. Los aportes de vitamina C, D y Zinc tienen un papel clave en la inmunidad del cuerpo y deben ser consumidos con los alimentos.

Todos estamos aprendiendo con este novel virus que inundó a la humanidad, con poca preparación para una pandemia. Las lecciones aprendidas tienen que documentarse a fin de evitar que esto ocurra nuevamente. Como dice Bill Gates, hay que mitigar el daño inmediato, pero hay que impedir que esto vuelva a ocurrir. Pensar en el largo plazo y en paralelo solventar lo inmediato es una vez más la esencia del cambio para bien del planeta.

Referencias

  • Gates, B. (2020): «Responding to COVID-19: a once in a century pandemic?». The New England Journal of Medicine, 28 de febrero: https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/NEJMp2003762
  • FAO (2011): «Una introducción a los conceptos básicos de la seguridad alimentaria». Programa CE-FAO «La seguridad alimentaria: información para la toma de decisiones»: http://www.fao.org/3/al936s/al936s00.pdf
  • Landaeta, M., Herrera, M., Ramírez, G. y Vásquez, M. (2018): «Las precarias condiciones de alimentación de los venezolanos: Encuesta Nacional de Condiciones de Vida 2017». Anales Venezolanos de Nutrición. Vol. 31. No. 1: https://www.analesdenutricion.org.ve/ediciones/2018/1/art-3/

Marianella Herrera Cuenca, profesora del CENDES-UCV, directora del Observatorio Venezolano de la Salud, integrante del Consejo Directivo de la Fundación Bengoa y de Acuerdo Social, asociación civil dedicada a la elaboración de propuestas de políticas públicas para Venezuela (acuerdosocialvenezuela@gmail.com)