Los bancos centrales de los países desarrollados se han involucrado en un juego de culpas que desvía la atención del hecho de que no pueden resolver el «trilema» actual: mantener una inflación baja y estable, fomentar un crecimiento económico robusto e inclusivo, y garantizar la estabilidad de los mercados financieros.
Junio de 2023 podría recordarse como un mes extraordinario en la historia de los bancos centrales de los países desarrollados. Las acciones que han emprendido tendrán impacto en su credibilidad, autonomía y, eventualmente, en las expectativas que los actores económicos se formen sobre la inflación, el crecimiento económico y la desigualdad. Es la opinión de Mohamed El-Erian, presidente del Queens’ College de la Universidad de Cambridge.
Los bancos centrales del Reino Unido, la Unión Europea, Australia, Canadá, Noruega, Suiza y Turquía aumentaron sus tasas de redescuento. Esta decisión da señales de que la lucha contra la inflación está lejos de terminar y que esta política se mantendrá tanto tiempo como haga falta, independientemente del daño que pudiese causar al crecimiento económico de los países afectados.
La Reserva Federal de Estados Unidos (FED), por el contrario, optó por no subir las tasas, pese a que los miembros de su Comité Federal de Operaciones de Mercado Abierto mantienen sus pronósticos de que la inflación sigue sin dar señales de debilitarse. Por lo tanto, debería esperarse un período prolongado de tasas de interés al alza.
Esta extraordinaria situación pone a los bancos centrales de los países desarrollados en una incómoda posición frente a los líderes de opinión de sus economías. En particular, se han ganado la mala voluntad del estamento político y de muchos ciudadanos angustiados por el alza de los precios de los bienes y servicios, y el costo de las hipotecas.
La pausa de la FED se ve como temporal; así lo ha manifestado su presidente, Jerome Powell. Pero lo que la hace inusual es que ocurre luego de doce alzas consecutivas desde marzo de 2022.
En respuesta a la acción de la FED, el mercado de bonos del Tesoro indica que los inversionistas esperan un periodo de estanflación: mínimo crecimiento económico en un contexto de alta inflación. Muestra de ello es que la nota del Tesoro a dos años tiene un diferencial de rendimiento positivo de uno por ciento comparada con la de vencimiento a diez años. Esto refleja la predisposición de los inversionistas a aceptar un rendimiento menor por ocho años adicionales.
El problema, según El-Erian, es que el descontento generalizado ocasiona un juego de culpas que mina la independencia política de los bancos centrales, un asunto de vital importancia para garantizar la efectividad de sus políticas, que se sustentan en la credibilidad que el público atribuya al proceder de estas instituciones. El juego de culpas desvía la atención del hecho de que los bancos centrales, por sí solos, no pueden resolver el «trilema» de política actual: mantener una inflación baja y estable, fomentar un crecimiento robusto e inclusivo, y garantizar la estabilidad de los mercados financieros.
Esta situación podría agravarse si se mantiene la tendencia actual de reducción del componente inflacionario ocasionado por los precios de los bienes, mientras que la inflación de los servicios no da señales de ceder.
Para hacer más efectiva la acción de los bancos centrales es necesario llevar a cabo dos iniciativas. La primera es un enfoque de política muy coordinado que mantenga la estabilidad fiscal mientras mejore la capacidad de respuesta de la oferta, la productividad, el mercado laboral y las políticas regionales y globales. La segunda consiste en crear un organismo independiente que monitoree el desempeño de los bancos centrales. Este organismo debería evaluar los procesos de formulación de políticas y, en el caso específico de la FED, eliminar los anticuados marcos conceptuales y formas de fijar las metas macroeconómicas, la falta de diversidad de pensamiento dentro de sus cuadros técnicos y la muy deficiente rendición de cuentas.
Para El-Erian un enfoque integral y correctivo es esencial si los bancos centrales quieren hacer su parte en los esfuerzos para generar prosperidad económica a largo plazo, bienestar social y una verdadera estabilidad financiera.
Carlos Jaramillo, director académico del IESA.
Este artículo se publica en alianza con Arca Análisis Económico.
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