Otra visión del 23 de enero de 1958

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Manifestantes celebran el derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958.

En los años cincuenta, junto con la represión política, Venezuela vivió una era de desarrollo económico y progreso material nunca antes vistos. Solo en los primeros años de la democracia fue posible sostener la estabilidad de los indicadores macroeconómicos logrados en la década precedente.


Hace poco se cumplieron 59 años del derrocamiento de la dictadura perezjimenista. Mucha tinta han consumido las imprentas con análisis del período iniciado en noviembre de 1948, cuando fue depuesto el presidente Rómulo Gallegos y quedó en el poder una Junta Militar de Gobierno presidida por Carlos Delgado Chalbaud, exministro de Defensa, acompañado de Luis Felipe Llovera Páez (ministro de Relaciones Interiores) y Marcos Pérez Jiménez (ministro de Defensa). Dos años después, el 13 de noviembre, el presidente de la Junta Militar fue asesinado y en emergencia Germán Suárez Flamerich, un civil, hasta el momento embajador en Perú, fue designado presidente de una nueva Junta de Gobierno, en la que permanecieron los otros dos militares. Durante ese período arrecia la represión contra los partidos políticos, se criminaliza la disidencia y se comienza a torturar a los presos políticos. Esto último se convierte en práctica habitual a partir de agosto de 1951, con el nombramiento de Pedro Estrada como director de la Seguridad Nacional. Un elemento importante en el endurecimiento contra los opositores fue el restablecimiento de un campo de concentración en el Delta del Orinoco denominado Guasina, inaugurado en 1939 con el fin de confinar prisioneros nazis y ahora para hacer lo propio con 450 disidentes políticos sometidos a trabajos forzados por el único delito de oponerse al régimen.

En 1952 la Junta de Gobierno hace un llamado a elecciones para noviembre de ese año, y permite solamente la participación de tres agrupaciones políticas: Unión Republicana Democrática (URD) cuyo máximo líder era Jóvito Villalba, Comité de Organización Política Electoral Independiente (Copei) representado por Rafael Caldera y la tercera, constituida por el gobierno, denominada Frente Electoral Independiente (FEI) que respaldaba a Pérez Jiménez. Acción Democrática (AD) y el Partido Comunista de Venezuela (PCV) estaban inhabilitados. A pesar del ventajismo oficial, URD gana la mayoría de los diputados. Sin embargo, cuando los primeros boletines comienzan indicar que ese iba a ser el resultado, el gobierno produce un bloqueo informativo, desconoce los resultados electorales y exilia a Villalba. El 2 de diciembre, luego de un «conteo exhaustivo de los votos», se proclama vencedor al FEI, la Junta de Gobierno renuncia y las Fuerzas Armadas proclaman a Pérez Jiménez presidente provisional de los Estados Unidos de Venezuela. El 19 de abril del año siguiente la Asamblea Constituyente cambia la denominación de la nación a República de Venezuela y ratifica a Pérez Jiménez como presidente constitucional para el período 1953-1958. El resto del lapso hasta el 23 de enero de 1958 se caracterizó en lo político por una progresión de la persecución a la disidencia, con censura absoluta de los medios de comunicación. El incremento del número de ciudadanos detenidos requirió destinar las cárceles de Ciudad Bolívar y San Juan de los Morros para albergar a los opositores «más peligrosos», en adición a los que permanecían recluidos en cárceles menores y en los sótanos de la tenebrosa Seguridad Nacional ubicada en la Plaza Morelos de Caracas, esta última la abanderada en torturas ejecutadas por los esbirros del régimen.

La breve descripción anterior caracteriza a una típica dictadura latinoamericana, en la cual se cumple la máxima de que un gobierno impuesto por la fuerza necesita, para mantenerse en el poder, incrementar progresivamente la represión ante la invariable y creciente protesta de los ciudadanos que exigen respeto a los derechos humanos y espacios de libertad, que deben imperar en una nación civilizada que aspire a desarrollarse integralmente. Esto resulta evidente al analizar no solo las dictaduras latinoamericanas tradicionales de corte fascista, sino también la comunista en Cuba (la única sobreviviente de los años cincuenta) y el experimento socialista chavista que ha escalado la represión contra la disidencia política, acusándola, al igual que hacía el régimen perezjimenista, de ser terrorista y enemiga de la República. En ese entonces, los disidentes eran tildados de comunistas, ahora de fascistas, pero el procedimiento es exactamente el mismo. Los de entonces y los de ahora son ciudadanos que en un creciente número reclaman espacios democráticos, respeto a los poderes constituidos y libertad en todos los órdenes. La respuesta que reciben (y recibieron también en los años cincuenta) es ser expuestos al escarnio público, perseguidos y detenidos sin juicio, despojados de sus derechos civiles y retirados de circulación sin derecho a una defensa legítima.

A pesar de las similitudes entre ambos regímenes, especialmente en lo represivo, es necesario acotar algunas diferencias importantísimas. Durante el período 1952-1957 fueron censados los ranchos en las principales capitales del país, para reemplazarlos por apartamentos modernos e higiénicos, entre ellos los desarrollos «2 de Diciembre» (posteriormente denominado «23 de Enero») y Lomas de Urdaneta. Las viviendas fueron adjudicadas con programas de educación cívica para adiestrar a sus ocupantes en el uso de instalaciones sanitarias, agua corriente y luz eléctrica. Fueron construidos y totalmente dotados más de treinta hospitales y dispensarios, entre los que pueden mencionarse el Hospital Clínico Universitario y el Hospital de Niños J. M. de los Ríos. La red vial más moderna de Latinoamérica fue desarrollada en esos años; se destacan las autopistas Caracas-La Guaira, Regional del Centro y Francisco Fajardo. También se llevaron a cabo importantes obras de infraestructura como el Centro Simón Bolívar, el Círculo Militar y la Ciudad Universitaria de Caracas. Se creó una red hotelera de primer nivel para incentivar el turismo nacional, formada por los hoteles Tamanaco, del Lago, Humboldt y los catorce administrados por la Conahotu en casi todos los estados del país. Fueron desarrolladas numerosas urbanizaciones para los trabajadores como las unidades residenciales de El Paraíso y Ciudad Tablitas. La Ciudad Vacacional Los Caracas, centro de recreo para los trabajadores, fue considerada en su momento un modelo latinoamericano en instalaciones de su tipo.

El programa de inmigración selectiva desarrollado durante este período permitió que ciudadanos de diversas naciones pudieran reubicarse en Venezuela para desarrollar diferentes labores, lo cual dio un gran impulso a la agricultura, la construcción, el comercio y la restauración, actividades que contribuyeron a convertir a Venezuela en una nación moderna y cosmopolita. Se calcula que en el decenio ingresaron al país en forma controlada más de 900.000 personas provenientes principalmente de Portugal, España e Italia. El estímulo a la inversión nacional y extranjera, tanto en el sector industrial como en el petrolero, creó un auge económico sin precedentes. En el período 1950-1957, la población creció de 5,5 millones a 6,7 millones de habitantes; y la producción petrolera, de 1,5 millones de barriles diarios a 2,8 millones. El producto interno bruto per cápita pasó de 1.270 a 1.472 dólares, con una tasa de cambio fija de 3,33 dólares por dólar y una inflación que se mantuvo entre 0 y 1,4 por ciento durante todo el período (con dos años de inflación negativa). La tasa de desempleo se redujo significativamente y, junto con la represión política, Venezuela vivió una era de desarrollo económico y progreso material nunca antes vistos y que no se repitió.

En lugar de derivar conclusiones parece más útil plantear algunas interrogantes, cuyas respuestas son polémicas por su propia naturaleza, pero reflejan una gran inquietud ante lo accidentada y muchas veces errática que fue la vida en Venezuela durante el período 1958-1998 y lo definitivamente suicida que ha sido en el período 1999-2016.

  • ¿Por qué durante los cuarenta años siguientes a 1958, cuando el país experimentó una importante apertura política que consolidó la democracia, la libertad de expresión, la separación de poderes y un largo etcétera de rasgos positivos, nunca se logró un auge económico como el experimentado en la década de los cincuenta?
  • ¿Por qué solo en los primeros años de la democracia fue posible sostener la estabilidad de los indicadores macroeconómicos logrados en la década precedente?
  • ¿Por qué, habiéndose mantenido durante el período democrático una razonable libertad económica, libertad de empresa y seguridad jurídica para las inversiones de todo tipo, el país se vio tan enredado en materia financiera, especialmente a partir de 1979 cuando se perdió la paridad fija bolívar-dólar y entró en una escalada de devaluación con inflación que produjo un permanente deterioro de los principales indicadores macro y de la calidad de vida?
  • ¿Por qué, después de la dura experiencia dictatorial sufrida en Venezuela durante más de la primera mitad del siglo XX, las dos asonadas militares de 1992 contaron con un respaldo significativo de diferentes sectores económicos, políticos e intelectuales del país?
  • ¿Por qué el pueblo venezolano votó mayoritariamente en diciembre de 1998 por el líder del golpe militar ocurrido el 4 de febrero de 1992?
  • ¿Por qué el presidente electo el 6 de diciembre de 1998 con un caudal muy importante de votos y con gran ascendencia popular no aprovechó la circunstancia para rescatar muchas cosas positivas del período 1950-1958, como el auge desarrollista con estabilidad económica y seguridad ciudadana, al tiempo que mantenía los principios libertarios y democráticos implantados a partir de 1959, en lugar de sumir al país en el foso donde se encuentra actualmente?

En los años que les restan de existencia, los adultos contemporáneos probablemente no obtengan respuesta a las interrogantes planteadas y, por los vientos que soplan, tampoco se vislumbra a corto plazo el retorno a una convivencia ciudadana más reconfortante y productiva.


Raúl Maestres, coach ontológico