Un camino lleno de baches

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La narrativa económica no siempre concuerda con la realidad económica. A finales de 2022 se esperaba que la economía estadounidense entrase en recesión en 2023, pero su crecimiento ha sido positivo. Sin embargo, sería prudente imaginarse el resto del año como un camino lleno de baches.


Siempre hay una narrativa económica vigente, acuñada por los formadores de opinión de los mercados financieros, que explica los precios actuales y futuros de los títulos financieros, las materias primas y las tasas de interés. Con mucha frecuencia tal narrativa no concuerda con la realidad económica que finalmente sucede. Por ejemplo, a finales de 2022 se esperaba que la economía estadounidense entrase en una recesión en algún momento de 2023, pero su crecimiento económico ha sido del orden del dos por ciento en el semestre que acaba de terminar, y se espera que siga siendo positivo durante el resto del año.

La narrativa vigente ha cambiado de un tono pesimista a un optimismo moderado. Se pronostica que las principales economías del mundo, incluso la china (que hasta finales de junio estuvo un tanto rezagada), converjan hacia una senda de crecimiento con un conjunto de resultados económicos favorables que se reflejarían en menor inflación y buen desempeño de los mercados bursátiles.

Tal percepción la refuerzan no solo el excelente desempeño de los índices bursátiles estadounidenses, sino también un cierto grado de distensión en las relaciones sinoestadounidenses, que sugiere la posibilidad de lograr un reacomodo en los vínculos comerciales sin crear una crisis económica de gran magnitud. Debido a estas percepciones positivas es tentador pensar que, durante la segunda mitad de 2023, buena parte de la incertidumbre que ha acompañado a los mercados financieros desde mediados del año pasado comience a desaparecer.

Pero Mohamed El-Erian, conocido economista, presidente del Queens’ College de la Universidad de Cambridge, ha comentado, en una serie de entrevistas recientes, que es prematuro pensar que lo peor quedó atrás y que finalmente la Reserva Federal logrará el tan anhelado «aterrizaje suave» luego del tortuoso vuelo a través de la tormenta de la covid. Por ello, sería prudente imaginarse el resto de 2023 como un camino lleno de baches en el que la esperada convergencia de las economías desarrolladas en una senda de crecimiento podría ralentizarse e incluso detenerse.

Para empezar, los bancos centrales de Inglaterra y Japón tienen importantes tareas pendientes. El primero debe continuar con su plan de bajar la inflación al dos por ciento anual, que es el estándar de las economías desarrolladas, y, al mismo tiempo, mantener la estabilidad financiera y económica. Por su lado, el Banco de Japón enfrenta la delicada tarea de desmontar el control de su curva de rendimiento, gracias al cual muchos inversionistas se endeudan en yenes a tasas muy bajas para comprar títulos financieros en otras monedas. No debe extrañar, entonces, que en las últimas semanas haya habido movimientos en los mercados financieros para deshacer las transacciones apoyadas en el control de la curva de rendimiento japonesa.

El impacto del alza de las tasas de interés en los países desarrollados se va notando poco a poco. Como se recordará, el pasado mes de marzo de 2023 los bancos regionales estadounidenses reflejaron pérdidas en sus carteras de treasuries, que hicieron a muchos dudar de su viabilidad financiera y algunos quebraron, como fue el caso del SVB.

Ahora falta por ver cuándo comenzarán a quebrar las «empresas zombis» que, aun estando técnicamente insolventes, han sobrevivido gracias al endeudamiento barato que tuvieron a su alcance hasta marzo de 2022. Con el alza de las tasas de interés, solo es cuestión de tiempo para que estas empresas comiencen a incumplir sus compromisos. La magnitud del problema que ocasionen no es fácil de cuantificar.

Parte de la resiliencia de la economía estadounidense en el último año se debe al uso de los ahorros que las personas naturales y algunas empresas realizaron durante la pandemia, que ha permitido, entre otras cosas, reactivar sectores como el turismo y los restaurantes. Pero estos ahorros no son infinitos y en algún momento deben sustituirse por otras fuentes de estímulo.

La contribución de China al crecimiento económico mundial de los próximos años será difícil de calcular. Por un lado, la estrategia de impulso al crecimiento basada en estímulos fiscales y monetarios de los últimos treinta años cada vez resulta menos efectiva. Por el otro, se necesitan nuevos motores de crecimiento para el país y estos aparecen en procesos de transformación de muy largo plazo.

En opinión del profesor El-Erian, el gran problema de fomentar narrativas excesivamente optimistas acerca del crecimiento de las economías desarrolladas es que se podrían relajar los esfuerzos de los bancos centrales, que requieren mantener las tasas de interés en los niveles actuales tanto tiempo como haga falta. Un ajuste incompleto conduciría a una segunda ronda de alzas de tasas de interés, prolongaría la incertidumbre y ocasionaría costos económicos y sociales, que podrían evitarse teniendo algo de paciencia, en el presente. Cuidémonos de las narrativas excesivamente optimistas.


Carlos Jaramillo, director académico del IESA.

Este artículo se publica en alianza con Arca Análisis Económico.

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